La huella de Roma
En sus Vidas paralelas Plutarco emparej¨® a Cayo Julio C¨¦sar con Alejandro Magno, con indudable acierto. Son, en efecto, los dos actores m¨¢s revolucionarios y trascendentes en ese elenco de grandes figuras hist¨®ricas. Tanto uno como el otro marcaron un cambio profundo en el panorama pol¨ªtico de su tiempo, y la historia de Occidente habr¨ªa sido muy distinta sin ellos. Con sus audacias afortunadas y sus impresionantes haza?as b¨¦licas tanto el dictador romano como el monarca macedonio abrieron nuevos horizontes a la configuraci¨®n y expansi¨®n de dos grandes imperios. Los paralelismos en sus vidas y destinos son, sin embargo, limitados. Es l¨¢stima que se nos haya perdido la comparaci¨®n (la llamada syncrisis) que Plutarco sol¨ªa escribir como colof¨®n tras cada par de sus semblanzas. Pero es f¨¢cil subrayar las divergencias m¨¢s notables: Alejandro hered¨® muy joven un reino y un ej¨¦rcito poderoso, presto para conquistar un imperio asi¨¢tico, mientras que Julio C¨¦sar tuvo que bregar para abrirse camino en la hosca y entrampada atm¨®sfera de la Rep¨²blica romana del siglo I antes de Cristo hasta obtener el consulado y hacerse con un ej¨¦rcito que le siguiera en sus ambiciosos proyectos. Alejandro fue un h¨¦roe invicto de juvenil prestancia: muri¨® con 33 a?os tras haber conquistado la gloria y un extens¨ªsimo imperio. C¨¦sar ten¨ªa ya 40 a?os al ponerse al frente de sus legiones en la Galia y 50 cuando cruz¨® el Rubic¨®n. Ambos fueron magn¨ªficos estrategas: Alejandro triunf¨® en cuatro enormes batallas y muchos encuentros menores, y recorri¨® en su gran marcha unos veinte mil kil¨®metros en diez a?os. C¨¦sar pele¨® en unos cincuenta combates en muy diversos frentes, en los que, seg¨²n sus propios c¨¢lculos, sus tropas dieron muerte a m¨¢s de un mill¨®n de enemigos; combati¨® en las Galias, Hispania, Grecia, Asia y ?frica. Alejandro muri¨® de una r¨¢pida enfermedad en Babilonia el 323 antes de Cristo; Julio C¨¦sar fue asesinado en una sesi¨®n del Senado el 44 antes de Cristo. En homenaje p¨®stumo ambos recibieron tras sus repentinas muertes honores divinos. Alejandro se lamentaba de no haber tenido a un Homero que pusiera por escrito sus gestas heroicas. C¨¦sar relat¨® con sobrio estilo sus campa?as en la guerra de las Galias y la guerra civil. Sus Comentarios son merecidamente una cr¨®nica de prestigio cl¨¢sico.
C¨¦sar
Adrian Goldsworthy
Traducci¨®n de Mar¨ªa Teresa Lozano
La Esfera. Madrid, 2007
760 p¨¢ginas. 39 euros
Cicer¨®n
Anthony Everitt
Traducci¨®n de Andrea Morales
Edhasa. Barcelona, 2007
540 p¨¢ginas. 36,50 euros
De uno y otro se han escrito numeros¨ªsimas biograf¨ªas. C¨¦sar ha tenido muchos y excelentes bi¨®grafos (en una lista iniciada con Suetonio y prolongada con estudios tan admirables como los de J. Carcopino y C. Meier, por ejemplo). ?ste de Adrian Goldsworthy -que se ha traducido, muy bien y muy pronto- destaca por su extensi¨®n y por su precisi¨®n cr¨ªtica. En ingl¨¦s se titula Caesar. The life of a colossus, y en el conjunto de su enfoque y con muy bien documentada perspectiva cr¨ªtica justifica la admiraci¨®n hacia su protagonista. Se divide el texto en tres partes claras: la primera analiza c¨®mo C¨¦sar se abre camino con genial audacia en esa ¨¦poca turbulenta de la Rep¨²blica Romana, entre las feroces guerras y tensiones civiles y los triunfos de Pompeyo y las crisis constantes de un Senado ag¨®nico; luego viene su etapa de la dura y larga conquista de las Galias y, m¨¢s tarde, el cruce de Rubic¨®n, la nueva guerra civil que concluye con su triunfo y la dictadura y, con sorprendente final tr¨¢gico, su asesinato. La narraci¨®n tiene un buen ritmo, y es de una precisi¨®n admirable tanto en su manejo de los datos como en su invitaci¨®n a la reflexi¨®n sobre los testimonios. Describe muy bien el ambiente romano, los complicados manejos de la pol¨ªtica republicana a la vez que traza esbozos muy aguzados de otras figuras significativas: Pompeyo, Cat¨®n, Cicer¨®n, etc¨¦tera. Goldsworthy es un experto en la descripci¨®n de combates, y describe todas las batallas precisamente. Pero el n¨²cleo de la biograf¨ªa es, como debe ser, el retrato minucioso de C¨¦sar: un genio ambicioso, tan inteligente como resuelto y pragm¨¢tico, muy generoso y clemente, pero despiadado si la ocasi¨®n lo requer¨ªa. Fue incansable guerrero y un pol¨ªtico seductor, mujeriego y orgulloso, digno de su ascendencia m¨ªtica, complejo e irrepetible.
Entre los coet¨¢neos de C¨¦sar, Cicer¨®n es, probablemente, el m¨¢s famoso por su huella en la cultura. Tambi¨¦n fue un notable pol¨ªtico, aunque su fama del mayor orador romano y autor de textos de filosof¨ªa y ret¨®rica haya eclipsado algo esa faceta. Tambi¨¦n de Cicer¨®n hay numerosas biograf¨ªas; pero tambi¨¦n la traducida ahora merece destacarse por su excelente calidad. Everitt ofrece un retrato biogr¨¢fico preciso y vivaz del gran orador, que como c¨®nsul salv¨® a la Rep¨²blica y que, como C¨¦sar, tuvo un tr¨¢gico final. Como C¨¦sar, Cicer¨®n logr¨® una carrera senatorial gracias a su impresionante ret¨®rica y a su patriotismo, y actu¨® con valent¨ªa y honradez al servicio de sus ideales. En su respeto por las leyes se mostr¨® conservador e indeciso; y cometi¨® errores, como al preferir a Pompeyo sobre C¨¦sar y confiar en la protecci¨®n de Octavio. A su clara inteligencia y su dominio excepcional del arte de la palabra un¨ªa un fino sentido del humor, adem¨¢s de la afici¨®n filos¨®fica que le llev¨® a introducir la filosof¨ªa helen¨ªstica en el ¨¢mbito latino, en los a?os de su retiro de la pol¨ªtica. Conocemos bien al Cicer¨®n ¨ªntimo y familiar por sus cartas conservadas. (De C¨¦sar, en cambio, se nos han perdido las muchas que escribi¨®). Everitt aprovecha muy bien esas cartas, como los discursos, para darnos una imagen muy cabal de Cicer¨®n. Aqu¨ª se nos hace simp¨¢tico este personaje, honrado y vanidoso, al que vemos como un estadista confiado en defender el orden antiguo, tan zarandeado por facciones violentas y caudillos belicosos. Su desastrosa muerte, degollado sin piedad, es un signo m¨¢s de la crueldad de la ¨¦poca. (El ambiente tempestuoso de la ¨¦poca est¨¢ evocado por Tom Holland en su Rubic¨®n, Planeta, 2006).
El contraste entre el vacilante Cicer¨®n, noble defensor de la constituci¨®n tradicional, para entonces una causa perdida, y el audaz Julio C¨¦sar, que buscaba un nuevo r¨¦gimen pol¨ªtico "con la implacable perspectiva de un genio", como destaca Everitt, es un tema magn¨ªfico para una reflexi¨®n intelectual de largo alcance. Que puede hacerse desde un muy claro enfoque desde estos dos libros, tan completos y precisos y de tanto rigor hist¨®rico.
Los historiadores brit¨¢nicos suelen destacar como autores de biograf¨ªas amenas y penetrantes, tanto por su atenci¨®n al contexto hist¨®rico como a la psicolog¨ªa de los biografiados. Los egresados de Oxford o Cambridge se conocen muy a fondo todos los textos cl¨¢sicos, ejercitan talento cr¨ªtico para los comentarios, y, por descontado, manejan la bibliograf¨ªa oportuna, a la vez que un ameno y sobrio estilo narrativo, dentro de la mejor tradici¨®n inglesa. Tanto Goldsworthy como Everitt son muy claros ejemplos de ese estilo. Estas dos biograf¨ªas ser¨¢n por largo tiempo libros de imprescindible referencia y de lectura apasionante para los aficionados a la historia antigua. -
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