Firmeza y delicadeza
En Vinieron como golondrinas, William Maxwell se ocupaba del tema del vac¨ªo que crea la muerte de la madre en una familia y lo hac¨ªa desde los sentimientos de un ni?o, lo que la convert¨ªa tambi¨¦n en una novela sobre la infancia y la adolescencia. En La hoja plegada, el tema es el paso de la adolescencia a la primera juventud. De nuevo estamos en los a?os veinte previos a la Gran Depresi¨®n y aqu¨ª tenemos a dos muchachos y sus respectivas familias. Lymie es un chico hu¨¦rfano de madre con un padre inestable y bebedor, Spud tiene una familia completa y razonablemente acogedora. Los padres de ambos est¨¢n venidos a menos. Lymie es t¨ªmido, de escasa presencia f¨ªsica y estudioso; Spud es un atleta. Entre los dos chicos se establece una de esas amistades profundas e intensas, propias de la edad, y juntos se aventurar¨¢n en la primera juventud cargados de problemas, entre los que no es el menor que ambos se enamoren de la misma chica, lo cual har¨¢ que esa amistad sufra una fuerte sacudida. Hasta aqu¨ª, como puede verse, estamos en una historia que ya podemos calificar de cl¨¢sica. El libro fue publicado en 1945.
La hoja plegada
William Maxwell
Traducci¨®n de Miguel Temprano Garc¨ªa
Libros del Asteroide. Barcelona, 2007
352 p¨¢ginas. 18,95 euros
Lo que tambi¨¦n es cl¨¢sico, pero en el territorio de la belleza y de la inteligencia, es el buen hacer de William Maxwell. Es cierto que, a estas alturas, un tema como el que nos ocupa ha sido tratado una y mil veces y el tema como tal no deber¨ªa sorprendernos. Es cierto: no nos sorprende, nos embebe. Nos embebe porque lo que le dota de consistencia e incluso de p¨¢tina es la escritura de Maxwell. Maxwell es un maestro de la ternura; no del ternurismo, sino de la ternura; el maestro editor de tantos grandes escritores norteamericanos no pod¨ªa caer en lo f¨¢cil, en lo sensiblero y, mucho menos, en el t¨®pico. La ternura es, en Maxwell, un don expresivo y un poder de convicci¨®n al que ning¨²n lector ser¨¢ inmune; pero, al mismo tiempo, el efecto casi m¨¢gico del autor es conseguir que aqu¨¦lla no prescinda ni por un segundo de la lucidez. Ternura y lucidez forman un equipo imbatible en manos de William Maxwell: as¨ª va desgranando estas historias cuya fuerza es su poder de convicci¨®n.
La mera presentaci¨®n de los chicos en los dos primeros cap¨ªtulos es bien significativa de la naturalidad con que retrata y liga a los personajes. El enfoque y la mitrada son altamente creativos e imaginativos. La eficiente selecci¨®n de momentos y detalles que definen el enfoque es lo que abre paso a la singularidad de la mirada. Es una mirada, tambi¨¦n, encantadora en lo que tiene de tranquila, de fluyente: los movimientos dram¨¢ticos nunca son bruscos ni violentos: simplemente est¨¢n ah¨ª y el propio estar determina su peso espec¨ªfico dentro del relato, lo cual es un m¨¦rito notable porque produce la sensaci¨®n de que nada falta ni sobra. Adem¨¢s, coloca las escenas importantes protegi¨¦ndolas y distanciando unas de otras con descripciones de vida y entorno, costumbres, modos, gentes... que producen un excelente efecto de integraci¨®n en el curso de la narraci¨®n. Algo tampoco f¨¢cil, acostumbrados al exceso y a lo superfluo.
En el fondo, el libro podr¨ªa resumirse en estas dos frases: "Para conocer la injusticia del mundo s¨®lo hace falta un poco de experiencia. Para aceptarla sin amargura o envidia se necesita casi la suma de toda la sabidur¨ªa humana". Maxwell mezcla admirablemente los deseos y la tristeza de la adolescencia y el resultado es este precioso libro del cual las dos frases anteriores dan fe de que no se trata de un mero retrato de una ¨¦poca de la vida sino, a partir de ello, de una reflexi¨®n sobre la vida llena de agudeza y sensibilidad. Pero, adem¨¢s, Maxwell se permite hacia el final del libro, en el cap¨ªtulo 58, unas reflexiones que en cualquier otro caso llamar¨ªamos moraleja y que en ¨¦ste se manifiesta como un admirable comentario literario a partir del cual el autor nos conduce hacia el final a la manera de las olas que van pausadamente a morir en una orilla de arena. Si tuviera que definir en dos palabras la escritura de este libro yo elegir¨ªa: firmeza y delicadeza. ?ste es el p¨¢rrafo final del libro: "Cuando surgi¨® de los ¨¢rboles protectores y lleg¨® al campo de golf, su andar ten¨ªa una ligereza peculiar. Aunque ¨¦l no se diera cuenta, hab¨ªa dejado atr¨¢s su infancia (o al menos la mayor parte de ella) en el claro del bosque. Guardada por los esp¨ªritus de los ¨¢rboles, protegida por Diana cazadora y por el Rey del Bosque, estar¨ªa en el lugar m¨¢s seguro del mundo". -
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