El patr¨®n del 'Tibur¨®n III' teme volver al mar
"Necesito ayuda, tengo que hablar con mi mujer. Tengo miedo de volver a la mar", declar¨® ayer, con voz entrecortada y sin poder reprimir los sollozos, Jos¨¦ Mar¨ªa Abreu, el patr¨®n del palangrero Tibur¨®n III que rescat¨® la semana pasada un cayuco con siete cad¨¢veres y un superviviente a 300 millas de la costa senegalesa. El pesquero entr¨® ayer en el puerto de Vigo despu¨¦s de cuatro meses de marea, con las bodegas llenas y la tripulaci¨®n "con el alma rota" por la experiencia. "Me ha cambiado la vida", afirm¨® el patr¨®n.
Jos¨¦ Mar¨ªa Abreu, con voz entrecortada e interrumpiendo el relato varias veces ("Perdonadme, soy un llor¨®n", se disculpaba), volvi¨® a recordar ayer la fat¨ªdica experiencia. Regresaban a Vigo con la faena hecha cuando, sobre las siete de la tarde, de tertulia en cubierta, divisaron "algo" que con los prism¨¢ticos comprobaron se trataba de un cayuco al garete. No apreciaban nada m¨¢s, "pero algo fuerte nos empuj¨® a acercarnos". Lo que vieron les espant¨®: cad¨¢veres amontonados, medio cubiertos por el agua. "Dantesco", resumi¨® Abreu. "Y un hedor insoportable". Entre los cuerpos en descomposici¨®n, se alz¨® una mano.
En las ¨²ltimas
Lanzaron un cabo, engancharon el cayuco al costado del pesquero. "No sab¨ªamos qu¨¦ hacer". Abreu baj¨® al cayuco y rescat¨® al superviviente. "Pesaba 40 o 45 kilos, estaba en las ¨²ltimas". Dos tripulantes achicaron el agua del cayuco: hab¨ªa cinco cad¨¢veres y otros dos en cada una de las neveras de proa y popa. "El muchacho no ten¨ªa fuerzas ni para hablar. Le lavamos un poco, le dimos agua, sopa, y se fue recuperando".
El n¨¢ufrago estaba semidesnudo. En un bolsillo le encontraron 790 euros -por los que preguntar¨ªa m¨¢s tarde, cuando iban a trasbordarlo al buque de salvamento- y un papel con un listado de tel¨¦fonos m¨®viles. En un papel escribi¨® el n¨²mero de los que hab¨ªan salido con ¨¦l en el cayuco, 57, y los d¨ªas que llevaban perdidos, 20. "Estuvieron muy cerca de Canarias, seg¨²n he deducido por la velocidad de las corrientes y otros detalles. Pero se quedaron sin gasolina, a la deriva. A medida que mor¨ªan, iban tirando los cad¨¢veres al mar".
El Tibur¨®n III naveg¨® hasta encontrarse con el Esperanza del Mar con el cayuco amarrado a popa. Abreu y sus seis marineros son hombres curtidos por su oficio, donde no caben melindres. "Para todos fue el d¨ªa m¨¢s duro de nuestras vidas", afirm¨® Abreu.
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