La danza del espacio
Un espacio entrevisto desde una perspectiva caballera y en diagonal puede resultar todav¨ªa m¨¢s ideal y ut¨®pico que una simple proyecci¨®n axonom¨¦trica, cuando se trata de una pintura marcadamente bidimensional, como la que ahora nos presenta Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939) fechada casi toda en 2006 y 2007. No es una ilusi¨®n ¨®ptica donde la geometr¨ªa siembra equ¨ªvocos visuales m¨¢s o menos divertidos, porque, de ser as¨ª, ¨¦stos se estrellar¨ªan con la planitud de una superficie sin profundidad y se sumergir¨ªan en ese insondable magma crom¨¢tico de la incontrolable luz. Estamos, por tanto, frente a un desaf¨ªo perceptual, que nos sacude la visi¨®n y la obliga a danzar como embrujada.
Juan Navarro Baldeweg
En verde y plata
Galer¨ªa Marlborough. Orfila, 5. Madrid
Hasta el 17 de noviembre
El uso de la diagonal en la pintura tradicional dinamizaba el espacio en profundidad, pero aqu¨ª, al rebotar en el plano, crea la ilusi¨®n de infinito mediante la alineaci¨®n de varias unidades ordenadas diagonalmente sobre la pared y sus correspondientes intervalos de separaci¨®n. Ante esa pared en fuga, el espectador puede elegir inclinarse ¨¦l mismo en una forzada y peligrosa posici¨®n diagonal o, m¨¢s sensato y ¨²til, mantener la compostura vertical y as¨ª apreciar mejor c¨®mo vuela el espacio, que es lo que busca Navarro Baldeweg activ¨¢ndolo desde la contrafaz del fondo del ojo. En fin, que lo que pinta Navarro Baldeweg es el milagro del espacio animado, que lo est¨¢ ¨®pticamente en la medida en la que vemos con todo nuestro cuerpo, formado por unos ojos que se mueven vertiginosamente cuando est¨¢ quieto, pero que puede f¨ªsicamente avanzar con los ojos cerrados.
Quiz¨¢ todo se podr¨ªa explicar mejor apelando al icono central en esta exposici¨®n que es la danza, donde se produce la aut¨¦ntica experiencia f¨ªsica de la obra de arte total: la que lleva al hombre a tomar conciencia art¨ªstica de la realidad a trav¨¦s de su cuerpo, creando ins¨®litas figuras que desaf¨ªan las leyes de la gravedad. Se puede uno entregar a la embriaguez dionisiaca de danzar, pero pintar la danza implica adem¨¢s la reflexi¨®n apol¨ªnea de fijar el movimiento para que sea el espacio, inseminado por la luz, el que vuele a su aire. El pintor aporta su cuerpo al pintar y, en este sentido, baila frente a la tela, pero tambi¨¦n retrocede para observar lo que ha hecho: une la danza f¨ªsica y la danza mental, un decidido paso adelante para meterse ciegamente en el cuadro y un retroceso ocular para dominar el campo.
Por lo dem¨¢s, la divisa verde y plata que significativamente preside la coloraci¨®n dominante de esta exposici¨®n es el punto de intersecci¨®n de todas las luces, porque lo es del cruce entre el d¨ªa y la noche, el de las estaciones, el del desdoblamiento especular... Celebra, en suma, los pasos de la luz, que no s¨®lo es de suyo danzarina, sino que lo mueve todo. La verdad es que no s¨¦ si me he explicado, pero mi excitaci¨®n ante esta exposici¨®n de Navarro Baldeweg me ha impedido quedarme anclado en la celebraci¨®n de la vibrante sensualidad matissiana de su pintura, donde la joie de vivre se ha convertido en una org¨ªa del perpetuo movimiento luminoso del espacio. -
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