Democracia y Monarqu¨ªa
Gian Piero Dell'Acqua, un veterano periodista italiano vinculado durante muchos a?os al diario La Repubblica, mostraba su asombro, en 1977, por la escasa oferta pol¨ªtica republicana para las primeras elecciones democr¨¢ticas, tras el franquismo. Cuando conoci¨® mejor la realidad espa?ola, Dell'Acqua, como tantos otros analistas, comprendi¨® que la dial¨¦ctica pol¨ªtica de la Transici¨®n no era Monarqu¨ªa / Rep¨²blica, sino democracia / dictadura.
Y que fue precisamente don Juan Carlos quien propuls¨®, desde su condici¨®n de Rey designado por Franco, el advenimiento de un sistema democr¨¢tico superador del franquismo, con una Monarqu¨ªa parlamentaria como forma pol¨ªtica del Estado y un sistema de derechos y libertades consagrados en la Constituci¨®n.
?Es planteable la causa republicana como reivindicaci¨®n de forma de Estado?
La pregunta es si el gran servicio que don Juan Carlos prest¨® al pueblo espa?ol y a la convivencia en paz es capaz de convertir en democr¨¢tica una instituci¨®n como la Monarqu¨ªa, que hist¨®rica y consustancialmente no lo es. Y m¨¢s a¨²n: a los 32 a?os de que el Rey ejerza satisfactoriamente la jefatura del Estado, y a los 26 a?os de que salvara al sistema constitucional del atentado golpista del 23-F, ?es planteable la causa republicana, como reivindicaci¨®n de una forma de Estado que, entre otras muchas esencias democr¨¢ticas, elige a su m¨¢ximo mandatario, a diferencia de la Monarqu¨ªa, hereditaria? ?O, por el contrario, la reconocida contribuci¨®n de don Juan Carlos a la causa democr¨¢tica obliga a la ciudadan¨ªa a renunciar sine die a la Rep¨²blica?
Obviamente, durante la Transici¨®n, tras escuchar en 1976 a la ultraderecha gritar "?No queremos Monarqu¨ªa, ni Juan Carlos ni Sof¨ªa!", con la muy probable simpat¨ªa de unas Fuerzas Armadas ancladas en el franquismo que se alz¨® contra la II Rep¨²blica, y dado que la opci¨®n republicana era acaudillada por personajes como Antonio Garc¨ªa-Trevijano, no resultaba pol¨ªticamente sensato plantear entonces batalla por una III Rep¨²blica, que en aquellas circunstancias ofrec¨ªa menos garant¨ªas que don Juan Carlos de instaurar un sistema democr¨¢tico.
Pero ?han pasado m¨¢s de 30 a?os desde entonces! Es comprensible que se plantee ya abiertamente la opci¨®n republicana, sin que esa propuesta, por muy incendiaria que se manifieste, tenga necesariamente que hacer tambalearse el actual sistema constitucional ni disparar las alarmas.
En 1996, el inolvidable Eduardo Haro Tecglen, en la cari?osa dedicatoria de su libro El ni?o republicano, escribi¨®: "A Boni, compa?ero, con un abrazo y la esperanza de que llegue ¨¦l a la III". No hay buenas expectativas para los deseos de Haro, entre otras razones porque, como se?alaba recientemente Santiago Carrillo, la situaci¨®n pol¨ªtica actual carece de madurez suficiente para abordar ese cambio. Adem¨¢s, la realidad constitucional es que la Monarqu¨ªa se encuentra "atada y bien atada" a la democracia.
Durante el proceso constituyente, la izquierda, tradicionalmente republicana, se dividi¨® entre quienes, como los comunistas, aceptaron con pragmatismo la Monarqu¨ªa, y los socialistas, que amagaron con defender "hasta el final" su enmienda republicana, pero depusieron su actitud tras la primera votaci¨®n en la que sali¨® derrotada: en la Comisi¨®n Constitucional del Congreso. Unos y otros aceptaron que el T¨ªtulo II, De la Corona, formara parte del n¨²cleo duro de la Constituci¨®n, blindado para dificultar eventuales reformas, al mismo nivel que los principios b¨¢sicos del sistema y los derechos fundamentales y libertades p¨²blicas.
Igualmente, gracias a la izquierda, no prosperaron varias iniciativas, impulsadas desde La Zarzuela -seg¨²n ha reconocido el ex jefe de la Casa del Rey, Sabino Fern¨¢ndez Campo-, encaminadas a que el Rey pudiera devolver al Parlamento una ley presentada para su sanci¨®n, convocar por s¨ª mismo un refer¨¦ndum y constituir un consejo privado. As¨ª pues, la Monarqu¨ªa trat¨® de acomodarse y qued¨® incrustada en el sistema democr¨¢tico, a pesar de que, como dec¨ªa el 6 de octubre ¨²ltimo en estas mismas p¨¢ginas el catedr¨¢tico Pablo Salvador Coderch, "ni es ni puede ser una instituci¨®n democr¨¢tica".
Hasta tanto pueda cumplirse el deseo de Eduardo Haro y de otros muchos republicanos, durante la obligada cohabitaci¨®n de la Monarqu¨ªa con la democracia deben primar los valores y principios de esta ¨²ltima, entre ellos la libertad de expresi¨®n. Proteger excesivamente de ella al Rey y a su familia mediante figuras delictivas, acusaciones forzadas o defensas patrioteras pone de manifiesto el dif¨ªcil encaje en una democracia de una instituci¨®n tan anacr¨®nica. Frente a la s¨¢tira o los pir¨®manos es mejor respuesta el sentido del humor.
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