Las ejecutivas tiran la toalla
El 30% de las directivas renuncian a su cargo al no poder conciliar trabajo y familia
Mujeres, madres, profesionales: la trinidad de la superwoman entra en crisis a juzgar por el 30% de ejecutivas que llegan a renunciar a su cargo ante la imposibilidad de hacer compatibles trabajo y casa, profesi¨®n y crianza de los hijos. O, m¨¢s sencillamente, horarios: el del cole y la reuni¨®n a ¨²ltima hora de la tarde. Es la situaci¨®n que reflejan los datos del informe Frenos e impulsores en la trayectoria profesional de las mujeres directivas, realizado por el IESE Business School, de la Universidad de Navarra. Si el 87% de las mujeres se?ala las cargas familiares como principal obst¨¢culo en su trabajo, seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (EPA), o, en 85 de cada 100 casos, son ellas quienes cuidan de menores y mayores dependientes, el colectivo de profesionales no es una excepci¨®n.
El 22% de directivas dice tener en su marido "el mayor lastre" de su carrera
"No se discrimina a la mujer, sino a la madre", afirma Nuria Chinchilla
Una de cada seis europeas desear¨ªa trabajar pero no lo hace por la familia
En EE UU hay grupos de mujeres que reivindican la vuelta al hogar
La cultura de empresa no discrimina a las mujeres, sino a las madres, seg¨²n la profesora Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE. Cuando se trata de ocupar puestos directivos, el techo de cristal luce babero, chupete y biber¨®n. La promoci¨®n de las mujeres es m¨¢s f¨¢cil en las pymes -el 33% de las de nueva creaci¨®n son adem¨¢s de titularidad femenina-, aunque implica casi siempre sensaci¨®n de doble jornada y ser¨ªa imposible sin el apoyo de las parejas, que tambi¨¦n suelen ocupar cargos directivos. De ese 30% de eventuales desertoras de alto rango, "el 32% de ellas se?alan estilos de direcci¨®n imposibles
[reuniones a ¨²ltima hora, exceso de horas, etc¨¦tera]. Por eso el 59% cambia de trabajo para conciliar, el 27% crea su propia empresa y el 12% de mujeres acaba optando por el autoempleo. El resto abandona. Todas ellas demandan una mejor organizaci¨®n del tiempo", explica Chinchilla, coautora del informe.
La radiograf¨ªa de la profesional conciliadora arroja los siguientes perfiles: el 31% saca a la familia adelante sola, el 30% experimenta la incomprensi¨®n de jefes y compa?eros de trabajo cuando ejerce de madre [lleva al hijo al m¨¦dico o falta al trabajo por cuestiones dom¨¦sticas], y 22 de cada 100 confiesan tener en su compa?ero o marido "el principal lastre de su carrera", enumera Chinchilla. Consuelo Le¨®n, coautora del informe, sostiene que "son los directivos los que crean cultura de empresa; si ellos, y ellas, logran conciliar, introducir¨¢n flexibilidad en la estructura. La c¨²spide de las empresas es el laboratorio donde se prueba la receta de la conciliaci¨®n".
Mar¨ªa S¨¢nchez, de 40 a?os, era responsable del departamento financiero de una multinacional; hoy es s¨®lo madre de cuatro hijos de 10 a 2 a?os. "Al mes y medio del primer parto ya me hab¨ªa reincorporado, a cambio de poder hacer medias jornadas sueltas seg¨²n la necesidad. Con el segundo intent¨¦ hacer lo mismo, aunque sab¨ªa que mi jefe me estaba buscando un sustituto, pero con el tercero vi que era imposible conciliar. A mi superior le gustaba calentar la silla; no pod¨ªa llegar al list¨®n que impon¨ªa mi cargo, y me asfixiaba al intentarlo. Problemas escolares de mi hijo mayor me convencieron de que la familia era lo primero, lo irreemplazable. Y dej¨¦ el trabajo", relata.
Bego?a Malag¨®n tiene 40 a?os y es madre de tres hijos de 11, 5 y 2. "Era representante de cadenas hoteleras de lujo. Viajaba sin parar. Pod¨ªa volver de Rep¨²blica Dominicana un domingo e irme el lunes a Vietnam. Como mucho, pasaba diez d¨ªas al mes en casa. La experiencia del primer hijo fue dur¨ªsima, y eso que ten¨ªamos una empleada interna. Pero lo pas¨¦ fatal, tan mal que, aunque me cost¨® mucho decidirme, al quedarme embarazada del segundo lo dej¨¦", cuenta. Ahora lleva cinco a?os sin trabajar "y la casa se me cae encima, aunque me voy a dar un plazo para que el peque?o crezca. Soy muy madre, pero tambi¨¦n me gusta mi trabajo". La renuncia le supuso un coste econ¨®mico: "Dej¨¦ de ganar much¨ªsimo dinero, pero con menos ingresos en casa no habr¨ªa podido hacerlo, as¨ª que de alguna manera soy una privilegiada". ?Y la posibilidad de que hubiera sido su marido el que renunciara? "Ni se le ha pasado por la cabeza. Se ve que nos toca a nosotras". El futuro, profesionalmente hablando, no la asusta: "Puedo reengancharme, porque la empresa es de mi marido; lo tengo mucho m¨¢s f¨¢cil que otras".
La reincorporaci¨®n es, precisamente, la parte m¨¢s amarga de la historia para Amparo Menc¨ªa, periodista, de 43 a?os y madre de dos chicos de 13 y 8, en casa desde hace un lustro una vez constatada la incompatibilidad del marat¨®n laboral y el familiar (era jefa de programaci¨®n de un canal televisivo, con jornadas de quince horas). "Ya no puedes volver a ejercer, no puedes retomar la profesi¨®n porque pierdes oportunidades, m¨²sculo y contactos. Te descapitalizas, en suma. Ya eres demasiado mayor, y adem¨¢s las empresas te ven con desconfianza, porque eres capaz de anteponer la familia a otros intereses. La empresa ya no te va a pedir que te quedes hasta las 10 de la noche, porque saben que puedes decir que no. Prefieren a un joven mileurista", sentencia. La, a su juicio, disparatada organizaci¨®n del trabajo no es un factor que ayude: "No hay jornadas compartidas, ni medias jornadas. No es l¨®gico que en este pa¨ªs haya dos horas para comer y reuniones importantes a las 8 de la tarde. Para m¨ª, como madre, quedarse hasta las tantas es innegociable, pero deber¨ªa serlo tambi¨¦n para los hombres. Los hombres tampoco pueden conciliar, y ellos tambi¨¦n quieren disfrutar de sus hijos".
La existencia de casos como los de Mar¨ªa, Bego?a o Amparo no demuestra que la conciliaci¨®n sea misi¨®n imposible, seg¨²n Chinchilla. "Prefiero hablar de integrar en vez de conciliar, porque trabajo y familia no son contrarios. Las dificultades tienen que ver con cuestiones estructurales: las empresas siguen siendo pensadas por y para hombres, son r¨ªgidas, impermeables a la maternidad o la paternidad. El agente de cambio est¨¢ siendo la madre; donde hay mujeres, hay m¨¢s flexibilidad", se?ala. Mientras, "es cierto que algunas deciden tirar la toalla, y toneladas de talento femenino se desperdician. Pero no hay que censurar su decisi¨®n y menos considerarlas unas marujas: al contrario que en Alemania, donde a la madre que no se queda en el hogar se la llama despectivamente madre cuervo, todas deber¨ªamos tener la oportunidad de hacerlo, porque el coste de la no conciliaci¨®n permaneciendo en activo tambi¨¦n es muy alto: provoca rotaci¨®n y existencia de profesionales n¨®madas, fuga de talentos, absentismo real y emocional, desmotivaci¨®n, etc¨¦tera".
Una de cada seis mujeres europeas entre los 15 y los 64 a?os desear¨ªa trabajar pero renuncia a ello debido a las cargas familiares, seg¨²n datos de 2003 de Eurostat; la tasa de inactividad femenina es en la UE del 37,5%, 15 puntos superior a la de los hombres, seg¨²n indicadores de Eurostat de diciembre de 2006. La guarda de los hijos y las responsabilidades familiares son los principales factores que explican la inactividad. En Espa?a, el 98,01% de las personas inactivas dedicadas en el primer trimestre de 2007 al cuidado de ni?os, enfermos, discapacitados o mayores eran mujeres, seg¨²n la EPA.
Ejecutivas y directivas al margen, la insuficiente provisi¨®n de servicios por parte del mercado -guarder¨ªas, centros de d¨ªa, cuidadores de dependientes, etc¨¦tera- explicar¨ªa en parte, seg¨²n las fuentes consultadas, el abandono del trabajo. Pero la vuelta al hogar tambi¨¦n podr¨ªa interpretarse como una derrota del feminismo, sostienen otras. Soledad Murillo, responsable de Pol¨ªticas de Igualdad del Ministerio de Trabajo, advierte de la merma de independencia que implica el retorno al hogar. "Permanecer en el mercado garantiza autonom¨ªa y recursos. Todos deber¨ªamos poder tomar esa decisi¨®n, mujeres y hombres; trabajar o dejar de hacerlo deber¨ªa ser una opci¨®n m¨¢s dentro de la familia, igual que los pactos sobre el uso del tiempo. Pero quien decida abandonar el trabajo, y estamos hablando en concreto de mujeres, deber¨ªa conocer las consecuencias que esto tiene: p¨¦rdida de derechos de cotizaci¨®n y descalificaci¨®n profesional, sobre todo. Hoy el contrato matrimonial no incluye una cl¨¢usula de estabilidad y permanencia", afirma esta feminista.
Para Yolanda Besteiro, presidenta de la Federaci¨®n de Mujeres Progresistas, el regreso al hogar constituye "un paso atr¨¢s en la lucha. La incorporaci¨®n al mundo del trabajo propicia autonom¨ªa econ¨®mica y personal; dejar el trabajo tiene graves consecuencias en un Estado contributivo, que te atiende en funci¨®n de lo que cotizas", se?ala. "Abandonar el mercado laboral no sale gratis", subraya Besteiro; "la vulnerabilidad se ceba m¨¢s en las mujeres mayores y en las paradas de larga duraci¨®n, una de las mayores bolsas de exclusi¨®n en Espa?a". Pero, lejos de constituir el canto del cisne del feminismo, Besteiro prefiere verlo s¨®lo "como una se?al de alarma".
Culpabilidad
Desbordamiento y culpabilidad son sentimientos paralelos en las mujeres que tiran la toalla. "Estaba sobrepasada por las circunstancias", recuerda Mar¨ªa S¨¢nchez, "y eso que mi marido me ayudaba mucho. Pero no pod¨ªa evitar el cargo de conciencia. A las mujeres nos pesa la culpa. Por m¨¢s que enunciemos el ideal de corresponsabilidad, al final nos lo echamos todo encima". Incide tambi¨¦n en esa sensaci¨®n de culpa Soledad Murillo: "Sientes que fallas en todo. Y lo peor es que los hombres no la experimentan jam¨¢s".
Mar¨ªa S¨¢nchez quiso compartir sus cuitas con cong¨¦neres en parecida situaci¨®n, y se dirigi¨® a Mujer, Familia y Trabajo, una de las pocas asociaciones que en Espa?a plantea el problema de la conciliaci¨®n a partir de casos reales de desertoras del mercado laboral. A su sede madrile?a se acercan cada semana dos mujeres profesionales con la misma idea: tirar su carrera por la borda, explica su presidenta, Gloria Juste. "Por sus caracter¨ªsticas profesionales, son las que tienen un mayor nivel de exigencia laboral". Juste tiene muy claro a qui¨¦n responsabilizar de este estado de cosas: "La forma de trabajar no favorece ni siquiera la cuenta de resultados de la empresa. Es un problema cultural: la empresa no da facilidades, pero lo peor es que desperdicia el talento femenino. Adem¨¢s, las mujeres no suelen aparcar el trabajo justo despu¨¦s del nacimiento de sus hijos, sino cuando empiezan a crecer, porque la franja de cero a tres a?os est¨¢ m¨¢s cubierta por las guarder¨ªas. Quienes se acercan a la asociaci¨®n son mujeres en torno a los 40 a?os, de clase media-alta, es decir, aquellas que se supone que tienen m¨¢s facilidades aunque s¨®lo sea por su nivel de ingresos, que les permite contar con ayuda dom¨¦stica. Pero el desgaste no se ve compensado por ninguna ayuda", concluye.
Mujer, Familia y Trabajo recoge el testigo de un fen¨®meno veterano en otras latitudes. En 1984 ech¨® a andar en Estados Unidos Mothers at Home, la primera asociaci¨®n que propon¨ªa la vuelta al hogar como alternativa voluntaria. Hoy, una docena de grupos, con sus correspondientes variantes multiculturales -para mujeres de color, para mujeres jud¨ªas, etc¨¦tera-, recuerda que el ejercicio de la maternidad es una opci¨®n m¨¢s, y no un menoscabo. Hay muchos: Feminist Mothers at Home, Mothers & More (8.000 miembros), Fulltimemothers, etc¨¦tera.
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