"Me intimida todo el mundo, soy t¨ªmido desde chico"
La ¨²nica vez que su padre, el poeta Pedro Salinas, le levant¨® la mano a su hijo Jaime, que entonces ten¨ªa 14 a?os, fue cuando ¨¦ste se abalanz¨® sobre un plato de croquetas. Cayeron al suelo, y don Pedro no le abofete¨® porque hubiera sido indelicado en la mesa, sino porque el autor de La voz a ti debida adoraba este manjar y Jaime hab¨ªa arruinado la raci¨®n. Ahora Jaime tiene 82 a?os, ha sido cooperante (pacifista) en la Guerra Mundial y ha sido un gran editor, adem¨¢s de director general del Libro. Y sigue siendo un apasionado de las croquetas; en este restaurante no hay.
El veterano editor evoca sus encuentros con Grass, Cort¨¢zar, Benet y Hortelano
No hay croquetas pero no nos vamos. Qued¨® a las dos y media, pero llega antes y ya se ha pedido un whisky. Antes beb¨ªa m¨¢s; es de una generaci¨®n de grandes bebedores: Juan Garc¨ªa Hortelano, Juan Benet, Gabriel Ferrater, ?ngel Gonz¨¢lez. ?Carlos Barral? "Carlos en aquel entonces no beb¨ªa tanto". Pero ¨¦l s¨ª bebi¨®, y bebe. Ahora bebe menos, nunca en casa. ?Y en la calle por qu¨¦ s¨ª? "Por timidez, para romper el hielo". Es whisky con hielo, precisamente. ?Y ahora se siente t¨ªmido? "S¨ª, me intimida todo el mundo, soy t¨ªmido desde chico. Por cierto, ?qu¨¦ quieres de m¨ª? No estoy nada interesante".
?Y los editores no tendr¨ªan que ser lanzados? "Por eso he bebido, para lanzarme, ja, ja!". Ha escrito sus memorias (que fueron Premio Comillas, de Tusquets), pero se ha parado. "Ahora hay mucha fecha, mucha gente viva. No, no voy a seguir". En el restaurante le conocen; acaso viene tanto porque su car¨¢cter dubitativo se enfrenta aqu¨ª a pocas opciones: carne o pescado. Y ¨¦l opta por merluza; pero antes ha embadurnado con apetito esp¨¢rragos blancos en mayonesa, y luego ha comido, con lentitud de gourmet, unos dados de merluza mucho m¨¢s saludables que el chulet¨®n que engull¨® el periodista.
?Y qu¨¦ libro est¨¢ leyendo? "Pelando la cebolla, de G¨¹nter Grass". Uno de los iconos de cuando era editor, en Alfaguara. Le organiz¨® grandes almuerzos, grandes cenas, grandes viajes. Grass lo recuerda con gusto. La pen¨²ltima vez que estuvo en Madrid, corrigiendo precisamente esas memorias, busc¨® a Salinas, lo convoc¨® al Caf¨¦ Central y parec¨ªan colegiales recordando viejas haza?as. Entonces Salinas tom¨® co?ac, como el maestro. "Grass siempre fue muy afectuoso conmigo". Grass tambi¨¦n presume de cocinero, "pero jam¨¢s me hizo una comida". Jaime, ?y c¨®mo un t¨ªmido ha podido ser tan gran anfitri¨®n? "Pues porque beb¨ªa para estimularme, y yo interpretaba esas reuniones como un actor. Yo interpretaba, recib¨ªa a la gente, las entreten¨ªa. Actuaba".
Hubo grandes comidas. Con Grass, con Carlos Barral, con Cort¨¢zar, "que era muy poco parlanch¨ªn, ?yo ten¨ªa que hacer todo el trabajo! Era t¨ªmido, como toda la gente alta". Eran comidas distendidas, "regadas con buen alcohol". En Alfaguara, en sus tiempos de editor, organizaba paellas "para compensar lo poco que pag¨¢bamos a los asesores", entre los cuales estaban Benet y Hortelano "haciendo ruindades".
Al final le preguntamos por sus postres. "Leche frita". Tampoco hay. Se conforma con las tejas. Por cierto, ?y c¨®mo era almorzar con don Pedro Salinas? "?Con mi padre? Comer y escuchar".
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