Sarah, vigilante del peso
La duquesa de York promociona en Alcal¨¢ de Henares un m¨¦todo para adelgazar al que presta su imagen
Como ca¨ªda directamente del palacio de Buckingham, Sarah Ferguson, ex mujer de Andr¨¦s de Inglaterra y madre de dos de las nietas de la reina Isabel, aterriz¨® ayer a las cuatro de la tarde en los 40 metros cuadrados de la nueva sede de Weight Watchers en Alcal¨¢ de Henares (Madrid). Ella es la imagen mundial de esta firma conocida como "los vigilantes del peso". Una cl¨ªnica que alardea de luchar contra los kilos de m¨¢s sin pastillas. Sarah estuvo all¨ª, por supuesto, porque los ricos tambi¨¦n engordan y porque el contrato con la marca la obliga a hacer estas apariciones.
Sarah se declar¨® impulsora del combate contra la b¨¢scula: "Seguid adelante", instaba a las mujeres que la escuchaban emocionadas. Sarah afirm¨® no romper su dieta y compensar con media hora de ejercicio al d¨ªa alg¨²n que otro renuncio. "Yo comenc¨¦ a engordar cuando muri¨® mi madre", confes¨®.
Para adelgazar, los vigilantes del peso emplean un sistema por puntos, como Tr¨¢fico. Los dos puntos del cintur¨®n de seguridad se los restar¨ªan por una hogaza de pan, y los cuatro de conducir borracho corresponder¨ªan a un par de cucharadas de aceite. La diferencia es que los seguidores de esta dieta pueden ahorrar los puntos durante una semana para despu¨¦s darse un banquete.
Para los m¨¢s de un millar de vigilantes del peso que, seg¨²n la organizaci¨®n, habitan en la Comunidad de Madrid, Sarah Ferguson supone todo un ejemplo. "Habiendo cientos de t¨¦cnicas, que esta mujer, con tanto dinero, est¨¦ haciendo la misma dieta que t¨², te hace pensar que debes haber elegido bien", confesaba ayer una asistente. Esta mujer afirm¨® haber perdido nada menos que 21 kilos en ocho meses sin dejar de comer.
Tras 10 minutos de discurso, Sarah dedic¨® otra decena de ellos a posar junto a las vigilantes llegadas de toda la regi¨®n.
La imagen de la duquesa de York qued¨® enmarcada en las pantallas de los m¨®viles de ¨²ltima generaci¨®n de muchos de los asistentes. Los m¨¢s precavidos llevaban la c¨¢mara digital colgada de la mu?eca. A la salida, m¨¢s flases, estos de rigor period¨ªstico, dirigidos hacia una Sarah acompa?ada por ni?os, quienes apenas sab¨ªan de ella m¨¢s que el nombre, pero que sonre¨ªan, satisfechos.
Los ocho cent¨ªmetros de los tacones de Sarah caminaron hacia la puerta trasero del Mercedes negro que aguardaba a la salida del peque?o local de la calle de Alonso Carrillo. Parti¨® Sarah, como vino, dejando a los asistentes boquiabiertos. "Es cierto, ?estuvo aqu¨ª!", intentaba convencer una vecina a otra m¨¢s incr¨¦dula.
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