Confusi¨®n de poderes
El procedimiento m¨¢s id¨®neo para que el jefe del Estado y el jefe del Gobierno de Espa?a frenasen la provocadora deriva emprendida por Hugo Ch¨¢vez (la acusaci¨®n de que el ex presidente Aznar hab¨ªa coadyuvado al golpe de Estado que intent¨® derrocarle en abril de 2002) durante la sesi¨®n de clausura de la Cumbre Iberoamericana de Chile hubiera sido limitarse a confiar en que la intermediaci¨®n de la presidenta Bachelet lograse que el digresivo charlat¨¢n se circunscribiera a las cuestiones de la agenda de la reuni¨®n.
El encaramiento directo con el verborreico presidente venezolano fue una equivocaci¨®n. El vocativo coloquial de la segunda persona del singular utilizado por el Rey en su imperativa pregunta ret¨®rica al maleducado interruptor del discurso de Zapatero -"??por qu¨¦ no te callas?!"- son¨® chirriante; la despechada r¨¦plica de Ch¨¢vez llegar¨ªa varias horas despu¨¦s con el recordatorio de su condici¨®n de jefe de Estado electo y la venenosa alusi¨®n a un eventual conocimiento previo por el Monarca del golpe.
Sirve de poco consuelo que el incidente provocado por Hugo Ch¨¢vez fuese meramente formal: el protocolo pauta las relaciones internacionales. El trabajo del Ministerio de Asuntos Exteriores espa?ol preparatorio de una Cumbre que se adivinaba complicada ha pecado de imprevisi¨®n y de indolencia: los servicios diplom¨¢ticos no hubiesen debido dejar cabos sueltos que pudieran hacer trastabillar al Rey y al presidente del Gobierno en un acto p¨²blico. No cabe olvidar que el actual titular del departamento -Moratinos es miembro de la carrera diplom¨¢tica para mayor sonrojo- abon¨® en noviembre de 2004, durante una patosa intervenci¨®n en un programa televisivo de salsa rosa pol¨ªtica, el rumor del amparo dado al golpe de 2002 por el embajador espa?ol en Caracas.
El desempe?o de los papeles diferentes entre s¨ª que corresponden al jefe del Estado y al jefe del Gobierno en las Cumbres Iberoamericanas no depende s¨®lo de cuestiones de car¨¢cter: exige tambi¨¦n cuidado, sutileza y discreci¨®n. El art¨ªculo 56 de la Constituci¨®n atribuye al Rey la m¨¢s alta representaci¨®n del Estado espa?ol en las relaciones internacionales, "especialmente con las naciones de su comunidad hist¨®rica"; sus actos, sin embargo, deben estar siempre refrendados por el presidente del Gobierno y en su caso por los ministros competentes. Las funciones del Rey en las Cumbres Iberoamericanas han sido siempre intencionadamente ambiguas, a la vez como jefe de Estado de Espa?a y como heredero de una instituci¨®n capaz de evocar -en recuerdo de Los dos cuerpos del Rey, de E. H. Kantorowicz- una historia com¨²n al estilo de la Commonwealth. Pero los socios americanos de la Comunidad son rep¨²blicas con presidentes dotados de poderes ejecutivos, sin el desdoblamiento de la titularidad estatal propio de las monarqu¨ªas parlamentarias; la organizaci¨®n regional iberoamericana tampoco se halla constituida -como la Uni¨®n Europea- s¨®lo por sistemas democr¨¢ticos y por Estados de derecho sino por naciones de habla espa?ola, portuguesa e ind¨ªgena, sea cual sea su r¨¦gimen interno.
Aunque los avances frente al autoritarismo hayan sido notables a partir de las transiciones de los a?os ochenta en el Cono Sur, empiezan a formarse amenazadores nubarrones sobre la democracia en el continente. ?nicamente la b¨²squeda de un com¨²n denominador -situado a ser posible bastante por encima de las t¨®picas invocaciones ret¨®ricas a los valores culturales compartidos por Espa?a, Portugal y los pa¨ªses americanos- puede dar sentido geopol¨ªtico a la Comunidad Iberoamericana. La irrupci¨®n como elefante en cacharrer¨ªa de Ch¨¢vez en ese espacio articulado por invisibles tensiones y delicados equilibrios amenaza su fr¨¢gil ecosistema.
Encarcelado por una intentona de golpe de Estado en febrero de 1992, elegido por las urnas en diciembre de 1998 y objeto de un derrocamiento frustrado en abril de 2002, el primitivismo conceptual del presidente de Venezuela le lleva a clasificar a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar como un fascista ("una serpiente o un tigre son m¨¢s humanos") con la misma alegre incompetencia taxon¨®mica que sus ch¨¢charas sobre el bolivarismo o el socialismo del siglo XXI. Aunque la defensa por Zapatero de su predecesor recibi¨® el agradecimiento del ex presidente, las relaciones entre populares y socialistas contin¨²an rotas. Si el actual l¨ªder del PP se hab¨ªa adelantado ya a culpar del incidente al Gobierno socialista por sus amistades peligrosas, esa menci¨®n libertina le parece insuficiente a su secretario general, que tambi¨¦n critica al Gobierno por no haber reaccionado con la debida dureza.
Aunque las elecciones den motivos para temer una escalada de patrioterismo demag¨®gico del PP a costa de las provocaciones de Hugo Ch¨¢vez, cabe esperar al menos que el sentido del rid¨ªculo contenga a sus oradores y comunicadores m¨¢s excitables y que la l¨®gica de los intereses de Estado aconseje a Rajoy el enfriamiento de la crisis.
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