F¨ªate y no corras
Los diluvios hay que llevarlos en la intimidad. Despu¨¦s de las guasas que le hicieran a No¨¦, cualquiera va por ah¨ª diciendo que viene el diluvio, aunque para m¨ª que esta calma chicha no presagia m¨¢s que ese enorme monstruo de la naturaleza y de la ret¨®rica que es el diluvio, porque de momento los truenos s¨®lo los pone Hugo Ch¨¢vez en la lejan¨ªa. Es como si todo, salvo los socavones en el AVE, estuvieran esperando a las v¨ªsperas de las elecciones. Otra cosa es hablar del calentamiento global. Yo me lo creo. Ya he medido la posible subida de las aguas y no llega hasta mi casa, as¨ª que los de Algorta y el resto de la costa que se lo vayan pensando. Y lo que es peor, no hab¨ªa ca¨ªdo, La Concha desaparecer¨¢. Que no le crean a Rajoy, cuyo primo no ha dicho nada, que le hagan caso a Al Gore y que malvendan sus casas. No hay que creer en el diluvio, pero en el calentamiento s¨ª.
Todo es producto de la postmodernidad. Menos Ibarretxe y el calentamiento
Es tal ese calentamiento que enfermedades raras en nuestra caba?a ganadera, como la de la lengua azul -yo la ten¨ªa as¨ª de ni?o por chupar el tajo de la plumilla antes de mojarla en el tintero, pero aquello nada ten¨ªa que ver con la enfermedad- ha causado la alarma en nuestra autoridades agrarias y veterinarias. Y eso lo explican bien los de EHNE, que de eso saben, que est¨¢ causada por el cambio clim¨¢tico que produce enfermedades del sur. Ya ni en eso nos diferenciamos de ?frica, al final todos con los mismos problemas e hijos del mismo Dios, aunque a veces nos maten en su nombre. Acu¨¦rdense que los brit¨¢nicos no nos dejaban pasar ni un bocadillo de jam¨®n ib¨¦rico, y menuda la que les pas¨® a ellos, un poco pagados (o mucho) de s¨ª mismos, con la enfermedad de las vacas locas. Aqu¨ª vacas, lo que se dice vacas locas, las tuvimos pocas, pero no andamos faltos de otras locas y locos. Ya se sabe que en todas partes cuecen habas.
Y como si no tuvi¨¦ramos problemas serios, el lehendakari ha dicho, anotemos la novedad, que no se f¨ªa ya de Zapatero. No voy a mediar en este asunto, no voy a decir de entrada si esto es cre¨ªble o no, pero, desde luego, lo que si era es predecible. Cualquiera no se embarca hacia lo desconocido fi¨¢ndose del presidente del Gobierno de Espa?a.
Para hacer lo de Ibarretxe hay que ser un incr¨¦dulo y no fiarse de Zapatero, como no hay que creer en el diluvio, porque as¨ª encontraremos m¨¢s fiabilidad en Ibarretxe, que es como el calentamiento, en lo que hay que creer y fiarse, porque si no te quedas en el descampado, compuesto y desamparado, y te amenazan y te tienes que marchar a Espa?a. Hay que creer en el lehendakari, que es el ¨²nico que no aguanta la calma chicha y propicia el diluvio y el calentamiento a la vez, y de paso el soberanismo. Porque es el ¨²nico patr¨®n fiable en las tormentas, que pase lo que pase siempre gana, cae de pie como los gatos, aunque pierda las elecciones, gana las diputaciones, manda a Imaz para que no moleste al otro lado del oc¨¦ano y crea un instituto financiero y lo que haga falta. Evidentemente, hay que creer en ¨¦l, es la ¨²nica manera para no echar a correr, fiarte de Ibarretxe.
As¨ª que todo no es relativo, todo es producto de la postmodernidad. Menos Ibarretxe y el calentamiento. Luego que no digan que no avis¨¦. Mientras que el patio est¨¢ hecho una corrala de comedias, Ibarretxe es cre¨ªble, ganador nato, de paso firme y seguro, y de fiar. Es un hombre atado a un destino: la soberan¨ªa de los vascos. Es decir, todo un h¨¦roe.
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