Los h¨¦roes de las m¨²sicas del mundo
Una selecci¨®n de 16 cantantes y/o compositores que han dejado su huella, o lo est¨¢n haciendo, en nuestro atlas sonoro
Bob Marley
Exodus (Island Records, 1977)
Veintis¨¦is a?os despu¨¦s de su muerte -con 36, de c¨¢ncer-, el jamaicano Bob Marley es una figura venerada. Un m¨²sico del Tercer Mundo, icono del pop: primera estrella global surgida de un gueto. Gracias a su reggae luminoso y vibrante, en las grabaciones que hizo entre 1973 y 1981 para Island Records, bajo la astuta direcci¨®n de Chris Blackwell. Canciones como No woman, no cry, I shot the sheriff -popularizada por Eric Clapton- o Jamming no han dejado de sonar desde que se publicaron. Y no s¨®lo para consumo de devotos del credo rasta o quienes profesan la liturgia de la ganja, la hierba jamaicana. Seg¨²n Jeremy Collingwood, autor de una biograf¨ªa de referencia, comprendi¨® el poder transformador de la m¨²sica y se convirti¨® en un cham¨¢n mundial. "Estas canciones de libertad / son lo ¨²nico que tengo / canciones de redenci¨®n" (Redemption song).
Fela Kuti
Black President (Arista, 1981)
Fela Anikulapo-Kuti, el presidente negro, s¨ªmbolo del combate contra la opresi¨®n en ?frica. Ten¨ªa 59 a?os cuando muri¨® en 1997, v¨ªctima del sida, una enfermedad que ¨¦l -lleg¨® a tener 27 esposas- se neg¨® a admitir por considerarla una dolencia del hombre blanco. Inventor del arrebatador afrobeat -densa mezcla de funk, jazz y ritmos yorubas-, Fela Kuti soltaba largas proclamas contra la corrupci¨®n y los abusos de los gobernantes en canciones como ITT o Zombie. En 1977, la Rep¨²blica de Kalakuta, que ¨¦l hab¨ªa proclamado en su comuna de Lagos, fue arrasada por los soldados, que defenestraron a su madre, una pionera de la lucha feminista, que fallecer¨ªa por las heridas. Los militares lo encerraron con diversos pretextos: tr¨¢fico de divisas, posesi¨®n de armas y marihuana... Sus hijos Femi y Seun alimentan la llama de un afrobeat que suena en las pistas de baile.
Astor Piazzolla
Tango: zero hour (A. Clave, 1986)
Su retrato cuelga en cafetines de Buenos Aires, pero Astor Piazzolla (1921-1992) nunca fue santo de la devoci¨®n de los tangueros. Aun cuando hab¨ªa logrado que su m¨²sica fuese respetada en Argentina, alg¨²n gracioso le gritaba: "?T¨®quese un tango, maestro!". "Mi historia es de diablos mezclada con ¨¢ngeles y un poco de mezquindad. Hay que tener algo de todo para seguir adelante", dijo. Piazzolla uni¨® en su bandone¨®n -el armonio de las iglesias pobres- a Bach y Bart¨®k con Pedro Maffia o Julio de Caro. Su canon: el contrapunto, la armon¨ªa y unas acentuaciones r¨ªtmicas que ¨¦l asociaba a la m¨²sica jud¨ªa que escuch¨® de ni?o en las bodas de una sinagoga. Ernesto S¨¢bato escribi¨® que hay un antes y un despu¨¦s de Piazzolla. Y Roberto Goyeneche zanj¨® el debate: "Creo que fue Dios que lo mand¨® al mundo para desasnar orejas de burro".
Youssou N'Dour
Set (Virgin, 1990)
La revista Time le considera una de las 100 personalidades m¨¢s influyentes: Youssou N'Dour (se pronuncia undur) habla con Bush y Putin en las cumbres del G-8. Creci¨® en la medina de Dakar y comenz¨® a cantar con 12 a?os. Peter Gabriel, que lo llev¨® de telonero en los ochenta, compar¨® su voz con la plata l¨ªquida. Cada noche, lo presentaba diciendo: "Esta voz me produce escalofr¨ªos. Me gustar¨ªa que la escucharan con atenci¨®n. Yo vuelvo luego". Su mayor ¨¦xito lo obtuvo con 7 seconds a d¨²o con Neneh Cherry. Youssou N'Dour (Dakar, 1959), estrella del mbalax (l¨¦ase embalaj) -la m¨²sica wolof, etnia mayoritaria en Senegal-, ha invertido en un club nocturno, un estudio de grabaci¨®n, una radio y un peri¨®dico. Quiere servir de ejemplo a esos j¨®venes senegaleses que sue?an con escapar a su presente arriesgando la vida a bordo de un cayuco.
Jo?o Gilberto
Amoroso (Warner, 1977)
La bossa nova, uno de los movimientos musicales m¨¢s influyentes del siglo XX, se fue gestando en Copacabana e Ipanema a finales de los cincuenta. Su hombre, parad¨®jicamente, naci¨® en un pueblo del interior de Bah¨ªa: Jo?o Gilberto. La bossa nova llevaba impl¨ªcita la esperanza de un Brasil que anhelaba ser el pa¨ªs del futuro. Consist¨ªa en una nueva forma de tocar samba, cantando sin vibrato y con una original batida de guitarra. Cuando se public¨® el disco Getz/Gilberto con La chica de Ipanema pudo leerse en la revista Down Beat: "Hace 40 a?os que nadie influenciaba la m¨²sica norteamericana como hoy lo hace Jo?o Gilberto". La suya es una b¨²squeda obsesiva de la perfecci¨®n en la sencillez. "Si soy capaz de imaginar una canci¨®n, me siento realizado. Es la compensaci¨®n a un desaf¨ªo siempre mortificante. Si algo falla, mi dolor es f¨ªsico".
Nusrat Fateh Ali Khan
En concert ¨¤ Paris (Ocora, 1987)
Hace diez a?os que se apag¨® Nusrat Fateh Ali Khan -pronunciar Jan-. Una voz asombrosa, dominio del melisma -notas cantadas con la misma s¨ªlaba- y toda la devoci¨®n concentrada en un corpach¨®n de Buda mongol. Nusrat Fateh (1948-1997), nacido en el Punjab al a?o de la fundaci¨®n del Estado de Pakist¨¢n, representaba al qauali, m¨²sica suf¨ª que se nutre de vers¨ªculos cor¨¢nicos y poemas al amor divino, polifon¨ªa persa y ragas del Indost¨¢n. El sufismo ve en la m¨²sica un camino para acercarse a Dios. Y el milenario canto qauali se acompa?a con tabla, armonio -que los brit¨¢nicos llevaron a la India- y palmadas. Se canta a Dios con alegr¨ªa sensual. Peter Gabriel le produjo varios discos y est¨¢ en la banda sonora de La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo. Su m¨²sica, dec¨ªa ¨¦l, no se oye con los o¨ªdos, se siente en el interior.
Khaled
Khaled (Barclay, 1992)
Naci¨® en 1960 en Or¨¢n, en una Argelia bajo bandera francesa, y se cri¨® en el barrio espa?ol viendo a Joselito por televisi¨®n. Su madre le traduc¨ªa las coplas. Khaled ten¨ªa 26 a?os cuando sali¨® de Argelia con destino a un festival de rai en un suburbio de Par¨ªs. No regres¨®. En 1992, grab¨® Didi, una canci¨®n versionada hasta en kurdo. Khaled es uno de los chicos -empez¨® como Cheb (joven)- que conquistaron el mundo con el rai, convertido en foco de resistencia y grito de libertad para la juventud argelina. En Argelia la muerte -fueron asesinados varios m¨²sicos- planeaba en nombre de Dios o de la patria. Y Khaled, capaz de cantar Imagine con la israel¨ª Noa, no se muerde la lengua: "Ni Dios / ni el hombre os otorgan derecho / ni os conceden la gracia / de ser peores que las bestias".
Compay Segundo
Buena Vista Social Club (W. C., 1997)
Dos acordes contundentes -los de Chan chan, de Compay Segundo- inician Buena Vista Social Club. El guitarrista Ry Cooder y el productor Nick Gold quer¨ªan reunir a m¨²sicos de Mal¨ª con cubanos, pero se extraviaron unos pasaportes y hubo que cambiar de gui¨®n. El resultado fue bendecido por ventas millonarias. Y, entre los protagonistas definitivos, Francisco Repilado (1907-2003), Compay Segundo -hac¨ªa la segunda voz en el d¨²o Los Compadres-, representante de una estirpe de grandes trovadores. Antes ya hab¨ªan abonado el terreno en Espa?a Santiago Auser¨®n y la Fundaci¨®n Luis Cernuda, que le llamaron cuando el hombre que sali¨® de serenata con Miguel Matamoros andaba tocando para turistas en un hotel de La Habana. Seg¨²n Cooder, Compay, con su voz sabia y su arm¨®nico -cruce de guitarra espa?ola y tres cubano-, canalizaba alg¨²n tipo de energ¨ªa ancestral.
Caetano Veloso
Livro (Universal, 1997)
Le encanta provocar: "Mi mayor enemigo es el buen gusto". Y sorprender: tras los cl¨¢sicos latinoamericanos de Fina estampa o las canciones anglosajonas de A foreign sound ha llegado con los planteamientos rockeros -y textos que rezuman sexo- de C¨º. Ni cuerdas ni tambores: bajo, bater¨ªa y guitarra el¨¦ctrica. Caetano Veloso tiene 65 a?os y se presenta con tres m¨²sicos de entre 26 y 36. "Tengo un temperamento adolescente, que a veces crea problemas con la realidad de la vejez. Pero est¨¢ bien ser as¨ª". En cierta ocasi¨®n coment¨® que no le gustaba el caetanismo, pero s¨ª caetanear: "No me sigan porque no s¨¦ ad¨®nde voy". Su autobiograf¨ªa Verdad tropical (Salamandra, 2004) confirma que es un seductor. Polemista, cin¨¦filo y voraz lector, nunca le interesaron la pureza ni la perfecci¨®n. Y defiende que Brasil tiene la responsabilidad de ejercer su originalidad en el mundo.
Cesaria Evora
Mar azul (Lusafrica, 1991)
Diez islas de origen volc¨¢nico barridas por los alisios en el Atl¨¢ntico, frente a las costas de ?frica occidental: Cabo Verde. En los bares de Mindelo, el puerto de San Vicente, cant¨® Cesaria Evora durante treinta a?os. Para sobrevivir. A cambio de unas monedas o unos tragos de grog, el temible aguardiente local, que le ofrec¨ªa alg¨²n cliente. Jam¨¢s el due?o de un local le pag¨® un escudo. Pero todos se estremecen cuando Cesaria, sobre sus maltrechos pies descalzos, empieza a cantar: "?Oh! mar, mar azul". Es una de esas melanc¨®licas mornas que expresan toda la nostalgia de un pueblo de emigrantes -m¨¢s de la mitad de los caboverdianos han tenido que emigrar-. Cuando ya no esperaba nada, se cruz¨® en su vida un compatriota productor residente en Par¨ªs. Hoy viaja con pasaporte diplom¨¢tico y se presenta en los mejores teatros del mundo.
Rub¨¦n Blades
Siembra (Fania Records, 1978)
A Garc¨ªa M¨¢rquez le hubiera gustado escribir Pedro Navaja, la historia de Mackie, el personaje de Weill y Brecht, llevada al barrio latino de Nueva York. Rub¨¦n Blades (Panam¨¢, 1948) cuenta que cuando la present¨® a la discogr¨¢fica le sugirieron un recorte: "Chico, le hubieran aconsejado a Cervantes quitar a Sancho para aligerar el Quijote". Abogado licenciado en Harvard, el paname?o no es un tipo d¨®cil: impuso sus canciones de contenido social y una m¨²sica que no s¨®lo beb¨ªa en lo cubano. Su encuentro con Willie Col¨®n, un puertorrique?o del Bronx, va a producir Metiendo mano (1977), Siembra (1978) o Maestra vida (1980), discos que cambiaron las reglas conservadoras de la salsa. Blades, que ha desarrollado tambi¨¦n una notable carrera como actor secundario, se present¨® a las elecciones de su pa¨ªs en 1994 y ahora ejerce como ministro de Turismo de Panam¨¢.
Salif Keita
Moffou (Universal, 2002)
Salif Keita (Djoliba, Mal¨ª, 1949) tuvo suerte: su padre se content¨® con repudiar a la madre. Y es que a los albinos se les considera una maldici¨®n en la cultura mandinga. Su voz afilada la forj¨® de ni?o, en los campos a los que le mandaban para que alejara con sus gritos a los p¨¢jaros de los cultivos. Por ser de casta noble, la m¨²sica le estaba vetada, pero ¨¦l no le dej¨® escapatoria al padre: o m¨²sico o delincuente. Dorm¨ªa sobre un cart¨®n en un rinc¨®n del viejo mercado de Bamako. Hasta que pudo entrar en orquestas como la Super Rail Band y Les Ambassadeurs. En 1978 graba un verdadero himno: Mandjou. Y, en 1987, llegar¨¢ Soro, fascinante s¨ªntesis de ra¨ªces africanas y tecnolog¨ªa. Salif Keita cree que cuando a una persona le gusta una canci¨®n, ¨¦sta act¨²a como un medicamento.
Mariza
Fado em mim (World Connection, 2000)
Desde Am¨¢lia Rodrigues no hab¨ªa surgido una cantante de fados -esa m¨²sica portuguesa cuya imagen es una mujer de negro que canta su dolor- con la personalidad esc¨¦nica de Mariza. Nacida en Mozambique hace 34 a?os, de madre africana y padre portugu¨¦s, Mariza creci¨® en las calles del barrio lisboeta de Mouraria -una de las cunas tradicionales del fado-, donde sus padres regentaban una tasca. Ahora que recoge premios internacionales, y despierta la admiraci¨®n del arquitecto Frank Gehry o del actor Gerard Depardieu, no est¨¢ de m¨¢s recordar que tuvo que pagarse su primer disco. Y que fue una peque?a compa?¨ªa holandesa la ¨²nica que se anim¨® a publicarlo y distribuirlo. Mariza pertenece a esa generaci¨®n de j¨®venes cantantes que han rescatado al fado de un olvido ignominioso. Y los focos agigantan su figura alargada. Cantar en directo es su forma de desnudarse.
Henri Salvador
Chambre avec vue (Exxos, 2000)
Ninguna discogr¨¢fica quiso Chambre avec vue. Lo editaron dos admiradores y vendieron mill¨®n y medio de discos. Ganador en 2001 de los premios al mejor disco y al mejor cantante masculino de Francia, dijo riendo: "Un poco m¨¢s y es p¨®stumo". A sus 90 a?os, tiene la voz sedosa del mejor crooner. So?aba ser como Sinatra o Nat King Cole, pero para los franceses era s¨®lo aquel tipo de risa contagiosa que interpretaba canciones para ni?os. Amigo de Boris Vian -escribieron juntos los primeros rock and roll en franc¨¦s-, y autor de Dans mon ?le -que grab¨® Caetano Veloso-, una de sus canciones -inspirada por una clase en su colegio de Cayena, en la que un profesor de piel rosada les hablaba a unos negritos sobre sus antepasados los franceses- proporcion¨® a un guionista y un dibujante la idea que buscaban: hab¨ªa nacido Ast¨¦rix.
Milton Nascimento
Clube da esquina (EMI, 1972)
Canta Milton. No es posible que contin¨²en las estrellas impasibles. Lo escribi¨® en un poema el obispo Pedro Casald¨¢liga, tras o¨ªr la voz conmovedora, usada como un instrumento, del brasile?o. Milton Nascimento (R¨ªo, 1942) creci¨® en una peque?a ciudad del Estado de Minas Gerais, entre campos, r¨ªos y valles, que quedaba aislada del mundo cuando llov¨ªa. Es uno de los m¨²sicos preferidos de gigantes del jazz como Pat Metheny -"Milton canta como nadie sobre la tierra"-, Herbie Hancock o Wayne Shorter. Sus discos m¨¢s extraordinarios -los dobles Clube da esquina 1 (1972) y 2 (1978), Minas (1975) o Angelus (1993)- son producto de un generoso esfuerzo colectivo. Elis Regina fue la primera en grabarle -Can??o do sal, en 1966-. Y hace 40 a?os que se escuch¨® por primera vez su canci¨®n Travessia: "Suelto la voz por los caminos / ya no quiero parar".
Juan Luis Guerra
Bachata rosa (Karen, 1990)
Para los pies y la cabeza. Hace 17 a?os, este dominicano de dos metros formado en la Berklee de Boston logr¨® la proeza de convertir al taquic¨¢rdico merengue en apto para todos los p¨²blicos. Pocas veces se hab¨ªa visto semejante unanimidad. Por medio de met¨¢foras surrealistas como la lluvia de caf¨¦ en el campo o la subida de la bilirrubina, este artista fascinado por los Beatles, y aficionado al jazz y los ritmos africanos, se gan¨® a casi todos. Con arreglos refinados y letras inspiradas por los mensajes sociales de Rub¨¦n Blades, sus lecturas de Neruda, Vallejo o Lorca, la nueva trova cubana y Serrat. La fama le pes¨® como una losa y sufri¨® una p¨¦rdida de inspiraci¨®n. Luego llegaron sus devaneos en una congregaci¨®n cristiana, pero discos como Ojal¨¢ que llueva caf¨¦ (1989) o Bachata rosa (1990) son ya parte de la historia.
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