"A la habitaci¨®n de Franco no entra ni Dios"
La pugna entre los m¨¦dicos que le atend¨ªan y el marqu¨¦s de Villaverde marc¨® la hospitalizaci¨®n
El d¨ªa 8 de julio de 1974 regresaba tarde a casa despu¨¦s de un d¨ªa agotador en la entonces llamada Ciudad Sanitaria Provincial Francisco Franco [actual Gregorio Mara?¨®n]. Meditaba sobre qu¨¦ hacer para cenar, porque toda la familia estaba ya veraneando en El Escorial, y yo me encontraba muy cansado para ir a un restaurante, cuando encontr¨¦ junto a ?ngel, mi portero, a una paciente del Puerto de Santa Mar¨ªa, operada meses atr¨¢s, que me tra¨ªa como obsequio una caja de langostinos de Sanl¨²car ya cocidos.
Mi cena qued¨® resuelta (...). Pero entonces son¨® el tel¨¦fono, y en lugar de la voz que esperaba, la de Isabel, mi esposa, escuch¨¦ la del doctor Ricardo Franco, que me avisaba de que al d¨ªa siguiente ten¨ªa que ir, con ¨¦l y con el doctor Francisco Vaquero, a visitar al jefe del Estado en el palacio de El Pardo, porque se sospechaba que pudiera presentar una tromboflebitis.
Franco ten¨ªa la mirada perdida y no mostraba inter¨¦s por lo que ocurr¨ªa
Una de las monjas enfermeras era hija de un comunista
Mart¨ªnez-Bordi¨² trajo una m¨¢quina m¨¦dica que era un prototipo
De cara a la opini¨®n p¨²blica, pod¨ªa morir de una "flebitis sin importancia"
En el ascensor no cab¨ªa el enfermo, la cama y la m¨¢quina del marqu¨¦s
Un polic¨ªa ten¨ªa la misi¨®n de alejar a los otros m¨¦dicos de la habitaci¨®n
Mi tranquilidad desapareci¨® s¨²bitamente. Pens¨¦, y as¨ª se lo adelant¨¦ a Ricardo Franco, que aquello acabar¨ªa mal para m¨ª, porque con las dif¨ªciles relaciones que desde 1967 ven¨ªa manteniendo con el doctor Crist¨®bal Mart¨ªnez-Bordi¨², ¨¦ste no iba a consentir que yo, como especialista cardiovascular, visitase a su suegro y saliese bien parado.
El d¨ªa 9, poco antes de las nueve de la ma?ana, llegamos a El Pardo. Nos estaba esperando el doctor Vicente Gil, m¨¦dico de cabecera del jefe del Estado, quien r¨¢pidamente nos condujo a sus habitaciones. (...) Encontramos a Franco tendido boca arriba en una cama de matrimonio muy baja, lo que hizo inc¨®moda su exploraci¨®n f¨ªsica. En su aspecto predominaba la falta de expresi¨®n, con la mirada perdida en el techo y sin demostrar el menor inter¨¦s por lo que ocurr¨ªa a su alrededor.
Contestaba con monos¨ªlabos a nuestras preguntas, y a las distintas maniobras exploratorias que le practiqu¨¦, que deb¨ªan provocarle dolor o al menos alguna molestia, no respondi¨® ni con gestos, ni con palabras.
Tras la exploraci¨®n nos retiramos a la antec¨¢mara y all¨ª expuse a mis compa?eros que el diagn¨®stico me parec¨ªa indiscutible: se trataba de una flebotrombosis iliofemoral derecha, (...) con tendencia a extenderse y a desprender fragmentos que provocar¨ªan embolias pulmonares.
No se discuti¨® la conveniencia de llevar a cabo el tratamiento en un centro hospitalario. (...) La ausencia de Mart¨ªnez-Bordi¨² [yerno de Franco y jefe del servicio de cirug¨ªa tor¨¢cica y cardiovascular de la Paz], que se encontraba en Manila, y la mayor experiencia que en este tipo de operaciones ten¨ªa mi equipo, llev¨® a Vicente Gil, pues era ¨¦l quien decid¨ªa, a inclinarse por nuestro hospital. (...) Incluso el hecho de que fuese julio y estuviese desocupada toda la planta F, facilitaba el ingreso inmediato del enfermo y de todos sus acompa?antes sin tener que hacer traslados. (...) Nos invit¨® a continuaci¨®n a que entr¨¢semos de nuevo al dormitorio a informar al caudillo (...).
Vicente, dirigi¨¦ndose al caudillo como "mi general", tratamiento que a partir de ese momento empleamos todos altern¨¢ndolo con el de "excelencia", explic¨® el diagn¨®stico que se hab¨ªa establecido y la conveniencia de ingresarlo en un hospital. Franco permaneci¨® un rato callado y luego dijo:
- "Eso va a ser una bomba".
De acuerdo con mis notas, Vicente respondi¨®:
- "Mi general, la bomba ser¨ªa que a Vd. le pasara algo". (...)
- "Eso va a tener implicaciones pol¨ªticas", dijo el caudillo tras otro largo silencio.
Y Vicente le explic¨® que, aunque las hubiera, carec¨ªan de importancia al lado de su salud, que las consecuencias pol¨ªticas las habr¨ªa si ¨¦l faltara. (...) Y para mi sorpresa termin¨® dici¨¦ndole que tambi¨¦n Eisenhower y Stalin hab¨ªan ingresado en hospitales.
Franco volvi¨® a guardar silencio y despu¨¦s pregunt¨®:
- "?Me van a operar?".
Respond¨ª que no, que se trataba de un tratamiento que exig¨ªa controles s¨®lo posibles en un hospital. Con su aquiescente silencio termin¨® la visita.
[Entonces] me di cuenta del enorme poder que el m¨¦dico personal de Franco ten¨ªa en el entorno palaciego: la decisi¨®n m¨¦dica se la comunic¨® al jefe del Estado sin darle opciones a hacer otra cosa que aceptarla, y antes de dec¨ªrselo ya se lo hab¨ªa expuesto como hecho consumado a los ayudantes de servicio y al capell¨¢n, padre Boulard. Dej¨® el hecho de informar a "la Se?ora", la esposa, para cuando regresase de misa.
Volvimos al hospital y fuimos directamente a informar al director del mismo doctor. Manuel Hidalgo, y a disponer todo lo necesario para atender al superespecial paciente, al que se destin¨® la habitaci¨®n 609. En el resto de las habitaciones de la planta se acomodar¨ªan la Se?ora, la hija Carmencita Franco, Vicente Gil, los ayudantes de servicio, etc.
[Vicente Gil asegura] que los m¨¦dicos y enfermeras que deb¨ªan atender al caudillo fueron aceptados por ¨¦l "previo el informe de los Servicios de Seguridad". No hubo tal. Vicente confi¨® plenamente en los cuatro m¨¦dicos responsables y acept¨® todas las decisiones que nosotros tomamos con criterio exclusivamente profesional.
Yo eleg¨ª para rotarse en la permanencia constante junto al enfermo a las cuatro mejores enfermeras de cuidados intensivos que hab¨ªa en mi servicio y a la monja responsable de nuestros quir¨®fanos, y s¨®lo varios d¨ªas despu¨¦s me di cuenta de que una de ellas era hija de un militante comunista... y no fue sustituida.
La medicaci¨®n que se administraba la tra¨ªa de farmacia el mozo habitual de la planta F, sin que se estableciera ning¨²n control ni vigilancia en el trayecto, que inclu¨ªa subir seis pisos en ascensor. M¨¢s a¨²n, como las plantas B, C, y D segu¨ªan ocupadas por enfermos, los ascensores siguieron funcionando normalmente, con la ¨²nica salvedad de la presencia a la entrada de la planta F de un miembro de la guardia personal armado de metralleta. (...)
El d¨ªa 10, a las siete de la ma?ana, explor¨¦ de nuevo al enfermo y ya era evidente el efecto de la anticoagulaci¨®n: hab¨ªa disminuido sensiblemente el edema. (...) Incluso tuve la impresi¨®n de que estaba m¨¢s animado.
- "Mi general, ?le han molestado mucho los controles de las enfermeras?", le pregunt¨¦. Y aunque con un hilo de voz respondi¨® claramente:
- "Son unos ¨¢ngeles".
(...) Por la tarde, despu¨¦s de una nueva visita, se decidi¨® hacer un parte m¨¦dico. Lo preparamos conjuntamente y se lo entregamos al presidente del Gobierno, Carlos Arias, que nos recibi¨® en una de las habitaciones de la planta. Contestamos a todas sus preguntas, pero me fue muy dif¨ªcil hacerle entender la diferencia entre riesgo y gravedad. Franco no estaba grave, su situaci¨®n general y sus constantes eran normales, pero exist¨ªa todav¨ªa un alto riesgo de embolia pulmonar y consiguientemente de muerte, que ir¨ªa disminuyendo con el paso de las horas. (...) Se llev¨® nuestro informe y creo que, tras consultar con el director del hospital, Manuel Hidalgo, lo modific¨® diciendo que Franco padec¨ªa una "flebitis sin trombo y superficial". Hidalgo dijo lo mismo en una entrevista televisada, a?adiendo que "ya hab¨ªa desaparecido, casi".
(...) Indignados, le hicimos ver a Hidalgo que, de cara a la opini¨®n p¨²blica, Franco se pod¨ªa morir de una "flebitis superficial sin importancia".
Al alegar que por razones pol¨ªticas la informaci¨®n hab¨ªa que darla as¨ª, decidimos que diariamente har¨ªamos un informe que, firmado por nosotros, entregar¨ªamos al presidente del Gobierno y a la familia. (...)
El d¨ªa 11 a las 7.30, antes de entrar en quir¨®fano, explor¨¦ a Franco y comprob¨¦ que el edema hab¨ªa remitido por completo, y el aspecto de la extremidad era muy bueno. Por ello, en la ulterior reuni¨®n con los otros m¨¦dicos, propuse iniciar la movilizaci¨®n del paciente. (...) De manera que iniciamos la deambulaci¨®n por el pasillo de la planta F. Al principio, como consecuencia del Parkinson no braceaba correctamente: echaba el brazo al mismo tiempo que la pierna del mismo lado. (...)
Crist¨®bal Mart¨ªnez-Bordi¨² [lleg¨® el d¨ªa 8 y al d¨ªa siguiente] quiso hablar conmigo. (...) Hab¨ªa organizado una rueda de prensa en el hall de la cl¨ªnica en compa?¨ªa de Hidalgo, en la que dijo que en su servicio dispon¨ªa de una m¨¢quina coraz¨®n-pulm¨®n artificial m¨¢s moderna que las nuestras. (...) La m¨¢quina en cuesti¨®n, de cuyo modelo yo ya ten¨ªa noticias, era un prototipo, (...) yo hab¨ªa solicitado informaci¨®n sobre ella y me hab¨ªan dicho que todav¨ªa no se comercializaba porque estaba en fase de ensayo.
L¨®gicamente, all¨ª, cogido por sorpresa, no pude hacer otra cosa que aceptar lo que cara al p¨²blico era un indiscutible adelanto. Pero en la comida transmit¨ª a los m¨¦dicos y a Vicente Gil, que comi¨® con nosotros, mi temor de que esa m¨¢quina no hubiera sido utilizada previamente y se careciera de experiencia en su manejo, pues me extra?aba que de haberlo hecho, Mart¨ªnez-Bordi¨² no lo hubiese publicado inmediatamente.
Mis compa?eros me aconsejaron contactar con la compa?¨ªa (que era la misma que fabricaba las m¨¢quinas usadas por nosotros) y conseguir informaci¨®n actualizada. As¨ª lo hice, y la respuesta fue que s¨®lo hab¨ªan construido dos prototipos, que uno estaba en Suiza y otro en Madrid, y que en base a los resultados experimentales y a los cl¨ªnicos obtenidos en Suiza (pues de Madrid no hab¨ªan recibido informaci¨®n) hab¨ªan decidido interrumpir su fabricaci¨®n.
Por la tarde volvi¨® Mart¨ªnezBordi¨² con la m¨¢quina embalada y con el equipo encargado de manejarla. Mi impresi¨®n fue que ven¨ªa directamente de la aduana, y se confirm¨® cuando los m¨¦dicos del equipo de Crist¨®bal a los que conoc¨ªa personalmente, me confesaron que no la hab¨ªan usado nunca. (...) Finalmente, la m¨¢quina qued¨® instalada lista para su uso en la habitaci¨®n situada enfrente de la del jefe del Estado, y aqu¨ª surgi¨® una preocupaci¨®n real que oblig¨® a tomar decisiones radicales: las instrucciones que ten¨ªa el equipo de Mart¨ªnez-Bordi¨² eran de actuar con toda rapidez en caso de que Franco presentase un episodio de embolia pulmonar: deber¨ªan lanzarse sobre ¨¦l, exponer a trav¨¦s de una incisi¨®n en la ingle la arteria y la vena femorales, introducir en cada una de ellas las c¨¢nulas correspondientes para conectarlas a la m¨¢quina e iniciar el funcionamiento de ¨¦sta y el inmediato traslado conjunto a quir¨®fano, del enfermo y la m¨¢quina unida a ¨¦l. (...) Por otro lado, hab¨ªamos comprobado la imposibilidad de introducir en los ascensores simult¨¢neamente la cama del enfermo y la m¨¢quina, por lo que habr¨ªa que pasarlo a una camilla o hacer el traslado por separado y por tanto sin los te¨®ricos beneficios del aparato.
Cuando le expuse a Vicente Gil mis preocupaciones, me dijo que me tranquilizara porque ¨¦l ya hab¨ªa tomado las disposiciones necesarias para que eso no pudiera ocurrir: en caso de emergencia se actuar¨ªa como estaba previsto trasladando a Franco al quir¨®fano.
- "Pero, ?Qu¨¦ pasa si los de Crist¨®bal act¨²an?", objet¨¦.
- "No actuar¨¢n", me respondi¨®. Y llamando al polic¨ªa de paisano que hab¨ªa en la puerta de la habitaci¨®n 609, le pregunt¨®:
- "Espad¨ªn, ?qu¨¦ ¨®rdenes tienes si alguien de la habitaci¨®n de enfrente trata de entrar en la del caudillo?".
El polic¨ªa se qued¨® en silencio, como sin atreverse a contestar. Vicente le insisti¨®:
- "Co?o, di las ¨®rdenes que tienes".
Y el otro, empu?ando la pistola y con acento muy andaluz respondi¨®:
- "Don Vicente, a la habitaci¨®n de Franco no entra ni Dios".
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