Un trombo por ver tanto f¨²tbol
El doctor Ramiro Rivera cuenta la enfermedad del dictador
Ramiro Rivera ten¨ªa 42 a?os en julio de 1974 y era profesor jefe del servicio de cirug¨ªa cardiovascular de la Ciudad Sanitaria Provincial Francisco Franco, hoy conocida como hospital Gregorio Mara?¨®n. Una noche, cuando se dispon¨ªa a comerse unos langostinos que le hab¨ªan regalado, le llam¨® un colega para comunicarle que deb¨ªa acompa?arle al d¨ªa siguiente al palacio de El Pardo, porque al jefe del Estado, Francisco Franco, le acababa de dar una tromboflebitis.
Rivera recuerda sobre todo "lo deprimente" de la habitaci¨®n del hombre con m¨¢s poder de Espa?a. "Con una televisi¨®n en una mesa bajita, con un silloncito bajo. ?l estaba en la cama, en una cama muy baja tambi¨¦n. De hecho, tuve que sentarme en el borde de la cama para explorar al enfermo porque de pie era muy inc¨®modo".
Rivera, que junto a tres colegas se ocup¨® de atender a Franco en la primera enfermedad grave que padeci¨®, guarda memoria de todo. No s¨®lo eso: ¨¦l y sus tres colegas elaboraron un informe del desarrollo de la enfermedad y de la curaci¨®n que, adem¨¢s de a la familia Franco, entregaron a un notario. Se prometieron hacerlo p¨²blico cuando s¨®lo quedara uno vivo. Ha llegado el momento y Rivera ha cumplido la promesa. Al informe y a sus recuerdos personales, Rivera a?ade las notas tomadas aquellos d¨ªas, porque casi cada vez que hablaba con el dictador, este m¨¦dico con sentido hist¨®rico escrib¨ªa apresuradamente en un cuaderno las palabras exactas de Franco.
Lo que sigue es un amplio extracto, que este peri¨®dico publicar¨¢ en dos entregas, de un art¨ªculo escrito por el doctor Rivera para la revista Torre de los Lujanes, de la Real Sociedad Matritense de Amigos del Pa¨ªs, donde el m¨¦dico revive con minuciosidad c¨®mo fueron esos d¨ªas fren¨¦ticos y algo surrealistas: las intrigas del Marqu¨¦s de Villaverde, que aport¨® un prototipo de m¨¢quina m¨¦dica tan novedosa que nadie hab¨ªa probado antes y que estaba dispuesto a experimentar con el mism¨ªsimo Franco; las atenciones que tuvo con el dictador una monja enfermera, hija de un comunista; las mentiras de los ministros, que aseguraban que Franco les hab¨ªa hablado mucho cuando ni siquiera entraban a verle...
Rivera, s¨ª entraba. Casi todos los d¨ªas. A las siete y media de la ma?ana. Y casi no hablaba con ¨¦l, porque Franco apenas hablaba con nadie. Ni hablaba ni se quejaba. "La verdad es que, como enfermo, era estupendo, las cosas como son. Pero a m¨ª me daba un poco de rabia estar ante un personaje hist¨®rico, preguntarle, y que no pudiera ni hablar".
Al final del informe, Rivera apunta la causa probable ("aunque siempre imposible de demostrar") de esta tromboflebitis de la que el dictador consigui¨® salir: "Le dio por haber estado tanto tiempo sentado en ese sill¨®n bajo, durante todo el fin de semana, viendo los partidos de f¨²tbol del Campeonato del Mundo de ese a?o, el que gan¨® la selecci¨®n alemana a la de Holanda en la final".
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