Los seis meses de Nicolas Sarkozy
Hace seis meses, los franceses colocaban a Nicolas Sarkozy al frente de su pa¨ªs, un pa¨ªs sumido en la duda. La elecci¨®n de Sarkozy represent¨®, ante todo, la ambici¨®n de recobrar el aliento, la energ¨ªa vital, el impulso, las ganas de actuar que parec¨ªan haber desaparecido del palacio del El¨ªseo y, por consiguiente, de todo el pa¨ªs. Desde ese punto de vista, los franceses pueden estar satisfechos, puesto que cuentan con un presidente vivo, activo, incluso hiperactivo, y siempre en movimiento. Un ejemplo es la semana pasada: el domingo, visita rel¨¢mpago a Chad para recuperar a los periodistas y las azafatas que acompa?aban al desastroso equipo "humanitario" de una asociaci¨®n de iluminados, El Arca de Zo¨¦; el martes por la ma?ana, reuni¨®n con los pescadores bretones en huelga; el martes por la tarde, Washington, para proclamar su amor a Estados Unidos; el jueves, de vuelta en Francia, donde se encuentra con un frente social que empieza a perfilarse en su contra. En resumen, a la hora de actuar, ninguna decepci¨®n, sino, m¨¢s bien, todo lo contrario, cierta admiraci¨®n y una sola pregunta (muy francesa; cuando hace buen tiempo, el reflejo nacional consiste en decir "s¨ª, pero ma?ana llover¨¢"): ?durante cu¨¢nto tiempo podr¨¢ mantener este ritmo? En cualquier caso, Sarkozy opina que se le eligi¨® precisamente para eso, para estar lo m¨¢s cerca posible de los franceses y sus problemas y, por tanto, en primera l¨ªnea y en todos los frentes. Como dice Bernard Kouchner: "??l es as¨ª, habr¨¢ que acostumbrarse!".
Los franceses se enfrentan a una tremenda oleada de alzas de precios
Esta actividad de Sarkozy hace que la oposici¨®n, sobre todo la izquierda, reivindique el modelo mon¨¢rquico practicado por sus predecesores, que consist¨ªa en refugiarse en el El¨ªseo y dejar que fuera el primer ministro quien se quemara. Y es verdad que, en el plano institucional, la lecci¨®n de estos seis meses es la desaparici¨®n del jefe de Gobierno.
No obstante, si los franceses tuvieran que volver a votar hoy, repetir¨ªan su veredicto. Es un resultado l¨®gico, porque, a lo largo de los seis primeros meses -al contrario de lo que hizo Jacques Chirac en 2002 y, sobre todo, en 1995-, ha cumplido muchas de sus promesas (sobre todo en el terreno fiscal). Sin embargo, aunque Sarkozy puede estar tranquilo por la actitud de la opini¨®n p¨²blica, tampoco debe sentirse satisfecho. Porque esta promesa de repetici¨®n de los resultados va acompa?ada de una decepci¨®n que podr¨ªa transformarse r¨¢pidamente en descontento.
La decepci¨®n (como en otros pa¨ªses de la Uni¨®n) est¨¢ relacionada con la cuesti¨®n del poder adquisitivo. Sarkozy, como otros antes que ¨¦l, hab¨ªa recalcado este lema en la campa?a: "Trabajar m¨¢s para ganar m¨¢s". Es cierto que ha eximido las horas extra de impuestos, pero esa medida afecta a pocas personas y todav¨ªa no se ha hecho sentir; en cambio, adem¨¢s del petr¨®leo, cuyo valor est¨¢ que arde, los franceses se enfrentan a una tremenda oleada de alzas de precios, en vez de la tranquilidad salarial en la que se les hab¨ªa hecho creer.
El poder adquisitivo, pues, se ha convertido en la principal preocupaci¨®n de los franceses, cuando, desde hac¨ªa 30 a?os, la prioridad era siempre el desempleo. El paro ha bajado y sigue bajando. Los precios siguen subiendo. Aunque es cierto que Sarkozy ha emprendido numerosas reformas, empieza a extenderse la idea de que no sirve de mucho que aborde todos los problemas a la vez, que vaya personalmente a cubrir todos los frentes, si se olvida o no es capaz de ocuparse del ¨²nico asunto que se considera prioritario. Ello no quiere decir que los franceses est¨¦n descontentos. Pero ya no est¨¢n confiados.
Estos d¨ªas son decisivos tanto para el clima pol¨ªtico como para la capacidad de Sarkozy de reformar el pa¨ªs como desea. Tras la huelga del 13 de noviembre en el transporte (la causa: la reforma del r¨¦gimen especial de jubilaciones en los ferrocarriles y otros servicios p¨²blicos) viene, el 20 de noviembre, una huelga de toda la funci¨®n p¨²blica (el motivo es la no sustituci¨®n de una parte de los funcionarios que se jubilan). Algunos opositores esperan, y el gobierno teme, que uno y otro movimiento confluyan y desemboquen en una par¨¢lisis del pa¨ªs an¨¢loga a la de diciembre de 1995. Adem¨¢s, la UNEF, principal sindicato de estudiantes (muy vinculado al PS y, en una peque?a parte, a la extrema izquierda), ha comenzado ya movilizaciones en las universidades y ha provocado el bloqueo de algunas de ellas.
Nos encontramos ante dos fen¨®menos mezclados. Uno es cl¨¢sico: en Francia, desde hace medio siglo, la debilidad de los ¨®rganos de intermediaci¨®n (Parlamento, sindicatos) hace que la salida a la calle, las presiones que representan las huelgas y las manifestaciones, se hayan convertido en servidumbre obligada para cualquier reforma. Es decir, vuelve a producirse el mismo mecanismo: la situaci¨®n se bloquea, o avanza, s¨®lo despu¨¦s de haber constatado cu¨¢l es la correlaci¨®n de fuerzas. El otro fen¨®meno es coyuntural: seis meses despu¨¦s de la elecci¨®n de Nicolas Sarkozy, con el PS esencialmente dedicado a sus disputas internas, los sindicatos tienen la tentaci¨®n de ocupar el terreno del antisarkozismo, y corren el riesgo de ir demasiado lejos.
Para Nicolas Sarkozy, por el contrario, lo importante es mostrar que la reforma negociada es posible, que ¨¦l es capaz de triunfar donde Jacques Chirac fracas¨®. Esa capacidad -o esa impotencia- depender¨¢ de lo que ocurra en los pr¨®ximos d¨ªas.
Jean-Marie Colombani, periodista franc¨¦s, ha sido director de Le Monde.Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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