Violencia, f¨²tbol y Estado
Otro fin de semana sin f¨²tbol en Italia. Al igual que el a?o pasado somos tristes espectadores del pat¨¦tico espect¨¢culo que da la violencia. Las consecuencias se repiten y parece la misma pel¨ªcula vista una y otra vez. Una minor¨ªa atenta contra el orden p¨²blico y desencadena el caos. Se suspende la fecha pero el problema sigue sin soluci¨®n.
Cada vez que esto sucede Italia asiste al t¨ªpico debate de desplazamiento de culpas, acusaciones cruzadas y mensajes demag¨®gicos que llenan p¨¢ginas de peri¨®dicos y terminan por concretarse en la nada. El f¨²tbol agoniza pero... ?Es el f¨²tbol el enfermo?
A cada uno de nosotros, los que estamos en este ambiente, nos toca reflexionar sobre la manera de colaborar desde nuestros respectivos roles. Corresponde al mundo del f¨²tbol maximizar los esfuerzos para alejar a los violentos de los estadios. Todos los que amamos el deporte sabemos que los verdaderos valores que ¨¦ste representa est¨¢n en las ant¨ªpodas de cualquier acto de violencia. El deporte cumple de por s¨ª un rol importante como elemento de inserci¨®n social y valores de desarrollo personal: integraci¨®n, respeto, tolerancia, aceptaci¨®n de las reglas, perseverancia, trabajo en equipo, autodisciplina, responsabilidad, honestidad... Lo que no podemos pedirle al f¨²tbol es que supla el rol del Estado o el de la familia.
El f¨²tbol no puede resolver problemas sociales, ni es culpable de ellos. Estas minor¨ªas fan¨¢ticas utilizan los estadios como lugar de reuni¨®n y las banderas de los equipos como s¨ªmbolo, con el solo pretexto de canalizar su agresividad y su ira. El violento no es ni m¨¢s apasionado, ni m¨¢s aficionado a un equipo por agredir a un rival o quemar un estadio. De no existir el f¨²tbol encontrar¨ªan otro ¨¢mbito para manifestarse. El f¨²tbol para ellos es s¨®lo una excusa.
El calcio merece una imagen diferente. Su historia, sus victorias, su proyecci¨®n internacional, necesitan reflejarse de una manera positiva, m¨¢s acorde con la realidad de un f¨²tbol plagado de estrellas.
Otros pa¨ªses como Espa?a e Inglaterra han logrado controlar el problema, permitiendo que el aficionado se acerque al estadio con la tranquilidad y seguridad con la que acude a otro tipo de espect¨¢culos. Las tribunas y los alrededores de los estadios no pueden ser un lugar sin ley.
Tenemos mucho que perder. Yo no quiero un f¨²tbol enlatado, a consumirse s¨®lo a trav¨¦s de la televisi¨®n. No quiero una hinchada de adultos, los ni?os en casa por precauci¨®n. No quiero el estadio vac¨ªo con goles que hacen eco en las gradas.
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