Estamos mal..., pero vamos bien
No hay nada que favorezca tanto la creaci¨®n de riqueza y el progreso social como la confianza en el ¨¦xito. Las historias del desarrollo de los pa¨ªses confirman este aserto. De forma m¨¢s pedestre nos lo dec¨ªa nuestro entrenador de f¨²tbol en el instituto: si cuando vas a tirar el penalti piensas que fallar¨¢s, seguro que fallas.
El pesimismo, por el contrario, dificulta el dinamismo emprendedor y la creaci¨®n de riqueza. Los derrotistas se comportan como el que lanza piedras contra el propio tejado; o el que escupe al cielo. Se perjudican a s¨ª mismos y a los que est¨¢n a su lado.
Por eso, es preocupante el pesimismo y el derrotismo que difunde una parte de nuestros responsables pol¨ªticos y algunos representantes corporativos apoy¨¢ndose en las incomodidades y molestias que causan las nuevas infraestructuras de Barcelona.
El C¨ªrculo de Econom¨ªa realiza autocr¨ªtica en su documento, algo que no es usual
Ese pesimismo tendr¨ªa alguna raz¨®n de ser si las molestias fuesen producidas por t¨²neles, aeropuertos o v¨ªas que se caen de viejas. Pero no, como es el caso, cuando las incomodidades son producidas por inversiones en nuevas infraestructuras que favorecer¨¢n el progreso econ¨®mico y mejorar¨¢n nuestro bienestar.
Se tendr¨ªan que haber planificado mejor. Sin duda. Por eso hay que exigir responsabilidades a todos los niveles. Pero, no lo olvidemos, siempre se hubiesen producido molestias e incomodidades. Porque construir nuevas infraestructuras en una ciudad densamente poblada y construida como es Barcelona es como meterse a hacer obras de mejora en la vivienda propia: las incomodidades y molestias son inevitables. Pero las soportamos porque son el precio que hay que pagar para tener mayores comodidades futuras.
Las ciudades din¨¢micas, emprendedoras, exitosas, son ciudades inc¨®modas. La incomodidad es un componente del progreso, del cambio. El que quiera comodidad que se vaya a vivir a ciudades-balneario, como Alicante o Miami.
Las incomodidades que sufrimos son m¨¢s intensas debido a que Barcelona qued¨® olvidada por el Estado desde 1992. Pero tambi¨¦n porque el poder auton¨®mico recel¨® de Barcelona, olvidando que la Barcelona metropolitana es el coraz¨®n del pa¨ªs, y que si falla, dejar¨¢ de bombear la riqueza que circula por el resto de arterias y venas de Catalu?a.
Quiz¨¢ es por ser conscientes de esto que los ciudadanos, aun estando irritados, se muestran m¨¢s comprensivos con las incomodidades que los propios pol¨ªticos. Saben que el que algo quiere algo le cuesta. De ah¨ª que, al final, premien al que tuvo los arrestos de hacer lo que era necesario, aunque fuese molesto.
Perm¨ªtanme un ejemplo. Cuando el alcalde Ruiz-Gallard¨®n emprendi¨® en Madrid una serie de obras de mejora, con t¨²neles por toda la ciudad, fue duramente criticado por las molestias e inconvenientes que causaban. Pero, en vez de amilanarse, lanz¨® una eficaz campa?a informativa con el lema imagina que nada cambiase, recordando a los madrile?os que las obras eran para mejorar. Al final le premiaron con la mayor¨ªa absoluta.
?Por qu¨¦ las fuerzas pol¨ªticas catalanas y algunos representantes corporativos se han puesto a liderar el malestar en vez de atemperarlo? ?Por qu¨¦ ese incitar a los ciudadanos a reclamar compensaciones y gratuidad, y ese amenazar con la rebeli¨®n fiscal? ?Son conscientes de que est¨¢n propiciando una cultura pedig¨¹e?a y querulante, que destruye el sentido de responsabilidad individual?
Posiblemente creen que encabezando el malestar obtendr¨¢n r¨¦ditos pol¨ªticos. Pero es la estrategia del "cuanto peor, mejor". Ser¨¢ bueno para ellos, aunque lo dudo, pero es malo para Barcelona, y para el pa¨ªs.
Pero las molestias de las infraestructuras no explican todo el pesimismo. Hay otras causas menos visibles. El pesimismo es el resultado de un virus que ha debilitado la confianza en el esp¨ªritu emprendedor catal¨¢n para afrontar el desaf¨ªo de la globalizaci¨®n. Tiene que ver con la psicolog¨ªa social y no con las infraestructuras. Erradicarlo exige una nueva cultura empresarial.
Por eso es importante la posici¨®n que ha adoptado el C¨ªrculo de Econom¨ªa en su reciente documento sobre la Responsabilidad social de los empresarios. Contiene dos novedades que cambiar¨¢n los t¨¦rminos del actual debate.
La primera es una autocr¨ªtica empresarial, algo que no es usual ni en este ni en ning¨²n otro colectivo. El no haber hecho esto con anterioridad ha llevado a las asociaciones empresariales a utilizar un mecanismo psicol¨®gico: el desplazamiento de la responsabilidad hacia los pol¨ªticos. Todo lo malo era culpa de los pol¨ªticos y/o de la falta de inversiones p¨²blicas. Reconocer la responsabilidad propia ayuda a formular una nueva cultura y, por otro lado, no impide mantener la exigencia de mayores inversiones p¨²blicas.
La segunda novedad es la defensa de una nueva cultura empresarial. Cultura entendida en su sentido antropol¨®gico: las actitudes y los valores necesarios para tener ¨¦xito en la nueva econom¨ªa global. El C¨ªrculo no dice que se haya perdido esp¨ªritu emprendedor, sino que alguno de los valores y conductas que en el pasado fueron exitosos (individualismo, santo temor al endeudamiento, el "no cambiar mientras las cosas funcionen") hoy son una r¨¦mora para el crecimiento.
No tengo hoy espacio para profundizar en los elementos de esta nueva cultura. Pero es alentador ver como empresarios que hasta ahora actuaban individualmente comienzan a asociarse para entrar en nuevos proyectos; y ver como empresas medianas exitosas se abren a nuevos inversores no para vender, como se hizo en el pasado, sino para crecer. Esto es importante. Porque cuando se deja de pensar en crecer se deja de ser empresario. Puede seguir siendo un buen gestor de su empresa, pero no un empresario.
Est¨¢ emergiendo una nueva cultura empresarial. Y esto es lo que me hace pensar que aunque estamos mal, vamos por el buen camino.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.