Las vidas de Mutis
La escritura no rige la vida del creador de Maqroll, es un fen¨®meno natural. El autor colombiano recibe ma?ana un homenaje en la Feria de Guadalajara.
Un homenaje, cuando funciona, invoca lecturas y produce lectores. Un homenaje refrenda, en efecto, pero sobre todo invita al encuentro con nuevas generaciones. ?lvaro Mutis (Bogot¨¢, 1923), autor de poes¨ªa y prosa, y de formas colindantes entre una y la otra, se niega a formar parte del mundo electr¨®nico y mec¨¢nico por donde ahora sigue transitando, sin embargo, Maqroll el Gaviero -ese personaje que, como dijera Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, no es Mutis, somos todos-. ?C¨®mo bordear¨¢ el siglo XXI ese gaviero crepuscular y reflexivo acostumbrado a largas traves¨ªas -ya por mar, ya por tierra- en zonas extremas de la condici¨®n humana? Las respuestas les corresponden a esos lectores que, no por estar adiestrados en la navegaci¨®n por el ciberespacio y curtidos por la luz de las pantallas de sus ordenadores, no albergan acaso las mismas grandes interrogantes acerca de los misterios de la vida, los avatares del cuerpo, el encuentro con el otro, el dominio de la naturaleza, la fragilidad de toda creaci¨®n. Los premios que ha recibido la obra de ?lvaro Mutis son muchos y son conocidos: el Nacional de Letras de Colombia en 1974; el Xavier Villaurrutia, en M¨¦xico, en 1988; el M¨¦dicis, en Francia, en 1989; el Pr¨ªncipe de Asturias en 1997; el Reina Sof¨ªa de Poes¨ªa Iberoamericana en 1997, y el Premio Cervantes en 2001. Sus entrevistas abundan. Los an¨¢lisis sobre su obra han dado pie a la publicaci¨®n de innumerables ensayos -en los que se analizan influencias y genealog¨ªas varias- en m¨¢s de un continente.
"A mis libros los vivo de la misma manera en que he vivido a mis hijos: ah¨ª est¨¢n, afuera. Que vivan, les digo"
"Los personajes traen la vida que han vivido consigo. Traen lo que son. No hay lecci¨®n. No hay mensaje"
"La poes¨ªa es una prueba m¨¢s intensa que la narrativa, es un continuo testimonio del mundo, de la vida y de la muerte"
"No hay que pasarse de listo con el mundo. El que es listo es el mundo, eso nunca hay que olvidarlo"
Todo eso es cierto. Pero algo sucede, como el mismo Mutis lo aclara en esta conversaci¨®n, cuando se entra en contacto directo con la voz de un escritor: una especie de confirmaci¨®n que es una forma palpitante de continuidad de la obra. M¨¢s de un desencantado del presente, m¨¢s de una suspicaz habitante del nuevo siglo, m¨¢s de un errante, creo yo, encontrar¨¢ un eco propio en la voz cadenciosa y esc¨¦ptica, en la actitud de bienvenida y alerta, de este escritor colombiano afincado en M¨¦xico desde 1956, un pa¨ªs que, en el contexto de la 21? Feria Internacional del libro de Guadalajara, le organiza ahora un homenaje no s¨®lo en tanto escritor colombiano sino tambi¨¦n, acaso sobre todo, como a uno de casa.
1 Un hecho natural
Uno no sabe lo que busca sino hasta que lo encuentra: es una ley de la vida. Uno se despierta una ma?ana de noviembre, por ejemplo, murmurando "hace tanto tiempo que no sal¨ªa el sol as¨ª", y luego, sin m¨¢s, sin sospechar que ese d¨ªa de magn¨ªfica luz oto?al alguien le dir¨¢, horas m¨¢s tarde, escribir es un hecho natural, uno se levanta, estornudando, con tos. Uno vive y ve pasar las cosas y camina. Uno cavila. El d¨ªa pasa. Uno lo piensa constantemente, eso: el acto de escribir. Es una obsesi¨®n. Uno se pregunta (sin saber que se lo pregunta porque de otra manera no ser¨ªa una obsesi¨®n) si lo que vive y lo que ve pasar y lo que camina s¨®lo puede existir a partir de la escritura. Dentro de ella. Uno se irrita. Se acongoja. Se rebela. Un vampiro triste: la escritura. Una dama feroz. Un grillete. Las definiciones abundan. Pero luego, apenas un par de horas m¨¢s tarde, frente a un hombre que naci¨® en un lugar de Tierras Altas en 1923, justo en el centro de una salita rodeada de libros y ba?ada, tambi¨¦n, por esa luz oto?al que de ahora en adelante deletrear¨¦, y de eso estoy segura, con el ritmo del verbo estar, las vocales de la palabra placer, la definitividad del locativo aqu¨ª, uno las escucha. Es el momento ¨¦se escandaloso en que uno sabe que ha encontrado lo que no sab¨ªa que buscaba. Pocas veces en la vida. Estas palabras: "La escritura es un hecho natural. No es un deber. No es una profesi¨®n. No es, ni siquiera, un destino. Tengo cinco a?os sin escribir y no me ha pasado nada. Ocurre y luego, un d¨ªa, deja de ocurrir. Hay notas por ah¨ª. Pedazos de cosas, poemas.
A veces los quemo. Los leo y los tiro. Pero cinco a?os sin eso. Es que es un ritmo como el de la vida. Exactamente como el de la vida. Es que es parte del cuerpo. Uno lo acepta y sigue respirando. No es para tanto escribir. Uno le sigue cambiando el agua al canario. Y se puede ser feliz sin eso, sin escribir. No hay que ponerle a la escritura nimbo alguno. ?No, por dios! Es lo mismo nuestro de todos los d¨ªas. Escribir es".
La luz oto?al. La paz alrededor. El fin de una lucha.
Supongo que tengo el rostro del alucinado cuando le agradezco a ?lvaro Mutis esas palabras. "Son un regalo", le digo en voz baja, con esa lentitud en que se enuncian a veces las cosas sagradas: "No sabe lo que acaba de darme". Tengo la sensaci¨®n, incluso, de que en ese momento bajo la mirada. Le digo, adem¨¢s: "Esto es para m¨ª. Esto me lo llevo yo. Esto no es para el peri¨®dico". Y ¨¦l, que ha ido a tomar algo a escondidas en el rellano de la biblioteca, regresa como si viniera del mar, hay ese tipo de aire alrededor de su cabeza. "Ahora s¨ª vamos a platicar", asegura, sonriendo. "Y, por cierto, yo tampoco leo los peri¨®dicos".
Asumo, pues, que no leer¨¢ los art¨ªculos ni las entrevistas que saldr¨¢n en la prensa con motivo del homenaje que le rinde la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) este a?o. En lugar de reconocer en los diarios los muchos t¨ªtulos de sus novelas, reunidas algunas en los dos vol¨²menes de Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, o de identificar los versos que han pasado de sus libros a las p¨¢ginas de los peri¨®dicos, se volver¨¢ a ver el rostro del hijo o del nieto o del amigo con quien conversar¨¢ sobre los trasuntos del aire o las tribulaciones de Cervantes o la calidad de la pimienta. Se repetir¨¢n en todos lados la larga lista de premios recibidos y ?lvaro Mutis, de espaldas a las computadoras, continuar¨¢ sonriendo frente a los suyos sin prisa alguna, con la actitud de quien tiene todo el tiempo por delante y curiosidad por conocer. Tampoco constatar¨¢ ese gesto en las fotograf¨ªas para las que ha posado de buen humor: se trata de la mirada ¨¦sa, abierta y en paz, de quien est¨¢ donde est¨¢, por completo. Implicado. Respondiendo a.
"No hay que ponerle nimbo alguno a la escritura", recuerdo que ha dicho. "Escribir es".
2 El cuerpo es lo que escribe
Cuando empezamos a platicar, despu¨¦s de ese rato extra?o que hemos pasado en el terreno m¨¢s bien pantanoso de la entrevista, vamos directo al tema de los hijos. Interesantes las maneras, pienso, en que uno siempre regresa al cuerpo. Lo que el cuerpo da. Lo que quita. La naturaleza abarcadora, imperial. ?lvaro Mutis coloca a los de carne y hueso y a los de papel en el mismo rubro: todos son sus hijos. "A mis libros", confiesa, "los vivo de la misma manera en que he vivido a mis hijos: ah¨ª est¨¢n, afuera, en la vida, en su ¨¢mbito propio. Que vivan, les digo". A todos ellos los ha dado a luz. Salen de aqu¨ª, asegura, se?al¨¢ndose el vientre. No iba a decirlo pero, como estamos platicando y estoy tomando caf¨¦ 100% colombiano y la tos amaina, le digo: "Es una visi¨®n bastante femenina del proceso creativo, ?no le parece?".
Un gui?o apenas.
"Aunque no lo parezca", asegura mientras se inclina, aproxim¨¢ndose, "yo soy feminista".
En ese momento no s¨¦ qui¨¦n le hace el gui?o a qui¨¦n.
"Las mujeres lo saben todo ya. Lo que creo sinceramente es que la mujer es la que sabe conducir el destino de los hombres y la que sabe mucho m¨¢s que los hombres del mundo y de la naturaleza del mundo. La mujer al ser la que prolonga la especie tiene una vinculaci¨®n con la naturaleza que los hombres no tenemos: nosotros moriremos siendo unos eternos adolescentes. Mucho cuidado con eso. Cuando una mujer me dice: esa persona no me gusta, inmediatamente le hago caso. No le pregunto por qu¨¦, no la cuestiono, pero siempre me doy cuenta, a menudo apenas unas horas despu¨¦s, de que ten¨ªa raz¨®n. Ella vio m¨¢s que yo porque es mujer. El destino terrible de todas las mujeres es tener que aguantar a los hombres".
Tengo la impresi¨®n de que Mutis podr¨ªa hablar largo rato con H¨¦l¨¨ne Cixious, y que yo podr¨ªa escucharlos de cerca, tambi¨¦n por mucho rato, descre¨ªda. Y me acuerdo, justo entonces, de las palabras que usaba Margaret Atwood para asegurar, en contra del feminismo de la diferencia, que en realidad hombres y mujeres no somos tan distintos. Ni naturalmente virtuosas, ni esencialmente malditas: hist¨®ricas y culturales como todos, las mujeres. El feminismo de la igualdad. Su pol¨ªtica. Supongo que algo en el rostro me delata porque, despu¨¦s de carraspear un poco, ?lvaro Mutis contin¨²a: "Adem¨¢s ustedes, ustedes las de ustedes que producen libros, ya lo saben todo y con ventaja. Nos llevan, definitivamente, una gran ventaja".
Guardo silencio. Pienso: acaso. Pienso: aj¨¢. El asunto es, por supuesto, el cuerpo. Eso a lo que uno regresa siempre cuando en realidad empieza a platicar; eso de lo que uno nunca se va. Eso de lo que no se puede escapar. El cuerpo y su relaci¨®n con la naturaleza y la relaci¨®n de esa relaci¨®n, a la vez, con la cultura. "Cuando estoy escribiendo estoy muy consciente de mis manos", dice, enumera, "estoy muy consciente de mis codos, de la posici¨®n de mi cuerpo, del estado de mi cuerpo. Estoy ah¨ª, completo, oyendo el ruido de la Smith Corona, tarareando incluso. Se nota en la escritura lo que el cuerpo pasa. Y lo que le pasa. Lo que yo le exijo a lo que escribo es que sea como lo que he hecho antes en t¨¦rminos de ritmo, de verdad, de interioridad. No pienso en rigor ni sabidur¨ªa ni en genialidad: pienso en t¨¦rminos de verdad. La verdad m¨ªa es ¨¦sta: este testimonio, esta confesi¨®n".
Se trata de la verdad del cuerpo, no me cabe la menor duda. Se trata de esa sustancia que va de la naturaleza hacia la p¨¢gina a trav¨¦s del pasadizo del m¨²sculo y de la cicatriz, del esqueleto y de la memoria. Se trata, en resumidas cuentas, de la vida.
"Los personajes traen la vida que han vivido consigo y me la van pasando de acuerdo con su edad y sus impresiones y su visi¨®n del mundo en ese momento. Traen lo que son. No hay lecci¨®n. No hay mensaje. No hay teor¨ªa. Respecto a la poes¨ªa, ah¨ª todo es distinto. Yo escrib¨ª poes¨ªa, ¨²nicamente poes¨ªa, por 40 a?os. Las novelas las he escrito a partir de los 45. La poes¨ªa, por cierto, es una prueba m¨¢s intensa que la narrativa porque la poes¨ªa es la confesi¨®n de nuestro m¨¢s profundo ser y un continuo testimonio del mundo, de la vida y tambi¨¦n de la muerte puesto que en el instante de nacer, empezamos a morir. La muerte nos acompa?a siempre y por eso no hay que autocompadecerse ni crear ninguna clase de fantasmas ni tragedias".
Maqroll lo dec¨ªa igual pero de otra manera. Dec¨ªa: "La caravana agota su significado en su mismo desplazamiento. Lo saben las bestias que la componen, lo ignoran los caravaneros. Siempre ser¨¢ as¨ª".
"No, un momento, ?lvaro, no te hagas", esto se lo dice ¨¦l a ¨¦l mismo. Recapitulando: "Uno ya lo sabe dentro: en la parte m¨¢s secreta, en la m¨¢s profunda. Al convertirlo en palabra escrita, adquiere de pronto una verdad, una presencia que a veces lo sorprende a uno. Ah, claro, qu¨¦ tonto soy, me digo a veces. ?C¨®mo es que no me di cuenta? Entonces queda uno satisfecho y contin¨²a. Esto tiene su ritmo que es el mismo ritmo de la vida. Uno va escribiendo como una parte de su vida, y va pasando su vida tal cual a las p¨¢ginas. De pronto hay lagos, hay ausencias, hay cosas que hubiera podido elaborar mucho m¨¢s, pero bueno, no tiene remedio. Est¨¢ bien. Uno contin¨²a y ya".
3 la m¨¢s ¨ªntima palpitaci¨®n
Transcribo ahora lo que le oigo decir a ?lvaro Mutis sobre el proceso de la escritura: "Escribir y crear es estar en medio del mundo que se est¨¢ creando, en medio de los personajes, siendo m¨¢s nosotros que nadie y m¨¢s nosotros que nunca. La escritura es el m¨¢ximo testimonio que tenemos de nosotros mismos, de nuestro ser. Es la comprobaci¨®n de que somos humanos. No le doy a eso, sin embargo, ning¨²n destino de fatalidad: est¨¢ bien. Yo nunca escribo ni en prosa ni en poes¨ªa para dejar una especie de teor¨ªa o visi¨®n del mundo y del hombre: yo paso lo m¨ªo, mi interior, mi m¨¢s ¨ªntima palpitaci¨®n con la vida y ah¨ª queda. No le doy ninguna trascendencia m¨¢s. Ninguna significaci¨®n ni ning¨²n mensaje ni ninguna doctrina. Nunca jam¨¢s. Cuando escribo, fluyo. Cuando escribo, estoy ah¨ª".
Transcribo ahora lo que le oigo decir a ?lvaro Mutis sobre el proceso de la reescritura: "Pero corregir, ¨¦se es un infierno. La novela Amirbar, por ejemplo, la tuve que escribir completa cuatro veces. La misma novela, por supuesto, pero con distintos rumbos, momentos de los personajes. Y en la poes¨ªa: ?la cantidad de poemas que he quemado! Reescribir es una tortura como todo lo que hay en la vida y que tiene que ver con la existencia y el paso del tiempo en nosotros. ?Quiere que le diga algo? Es pura mec¨¢nica de la narrativa: que no quede rueda sin usar en el aparato de la narrativa, de eso se trata reescribir".
"Mirado desde dentro", le digo entre un par de estornudos, "no hay nada glamouroso en el oficio, ?verdad?". Y ¨¦l dice, a carcajada batiente, que suscribe eso. "Puede decirlo exactamente as¨ª: que lo suscribo todo: s¨ª, en efecto, no hay nada de glamour en el oficio". Le advierto que lo trascribir¨¦ tal cual y ahora lo cumplo. "Est¨¢s dando la esencia misma de tu ser. Ah¨ª no se puede hacer trampas porque el lector lo nota. Algunas caracter¨ªsticas impostadas del personaje o ciertas insistencias que no son aut¨¦nticas sino m¨¢s bien pasajeras. Todo eso se nota".
Y ah¨ª, justo detr¨¢s de m¨ª, est¨¢ la Smith Corona 2200 Cronomatic para atestiguar lo dicho. Lo acompa?a desde hace 40 a?os y no tiene ning¨²n deseo ni inter¨¦s de cambiarla, mucho menos por computadora. "Ni vivir¨¦ ese mundo para nada", asegura, vehemente. "En lo m¨¢s m¨ªnimo. Lo rechazo por completo. A ese mundo electr¨®nico y mec¨¢nico, por lo dem¨¢s, nos lo estamos acabando. ?Sab¨ªa que est¨¢ desapareciendo el libro?".
No escribe a mano. Nunca lo ha hecho. Cuenta que la primera vez que Gabo vio su letra exclam¨® "?pero si escribe usted como Dr¨¢cula!". Algunas frases, s¨ª, algunos momentos de los poemas, s¨ª, pero tiene, dice, muy mala letra. Observo el temblor de las manos y ¨¦l me observa, observ¨¢ndolo: es, en efecto, un temblor en las manos, algo de familia, explica. Por eso le queda la letra as¨ª.
4 El ni?o que todav¨ªa mira el mar
"Lo que hay que hacer es tratar de rescatar esos momentos de la ni?ez, integr¨¢ndolos a este presente, a esta otra persona que ha perdido cierta ligereza, cierta rapidez, cierto automatismo para pescar al mundo y a las llamadas de ese mundo", eso es lo que me dice ?lvaro Mutis cuando le pregunto por su presente y sus v¨ªnculos con el pasado. Cuando le pregunto, con verdadera curiosidad, "?en realidad se aprende algo?". En las palabras que le son dirigidas al lector de Ilona llega con la lluvia antes de que propiamente inicie el relato es posible leer esto: "No paraba en mientes lo que pudiera depararle el futuro por trasgresiones que olvidaba con facilidad; ni las que hubiese cometido en el pasado gravitaban para nada en su conciencia. Pasado y futuro no eran, dicho sea de paso, nociones que pesaran mucho en el ¨¢nimo de nuestro hombre. Siempre daba la impresi¨®n de que su exclusivo y absorbente prop¨®sito era enriquecer el presente con todo lo que se le iba presentando en el camino". Mutis no va a la infancia, pero la trae, toda entera, con sus palabras. Sus ecos. "Yo no considero que estoy yendo hacia atr¨¢s o hacia delante", asegura. "Soy yo. ?sa es mi vida. Mi vida es un bloque. No hay antes ni despu¨¦s. Todo est¨¢ presente en todo momento". Otra manera de decir lo mismo a la manera de Gertrude Stein ser¨ªa decir que de lo que se trata, tanto en la vida como en la escritura, es de volverlo a todo contempor¨¢neo. De traer, como se dice, todo a casa. "Sumar esas experiencias fundamentales de la ni?ez, ah¨ª es donde se hacen las visiones del mundo y de la gente que son de una verdad enorme". Se trata, lo entiendo as¨ª, de rescatar las visiones fundamentales de la infancia, y todo en la infancia lo es, y de sumarlo a las visiones actuales, al ritmo de nuestra vida. No es una superaci¨®n o una a?adidura, sino una verdadera incorporaci¨®n.
Le pido, por supuesto, ejemplos. "En la ni?ez entend¨ª que jam¨¢s iba a tener ning¨²n inter¨¦s o fe en la pol¨ªtica, en la mec¨¢nica de la pol¨ªtica. Todo eso es una gran mentira del hombre en donde est¨¢n escondidas s¨®lo ambiciones. Desde el comienzo hab¨ªa algo ah¨ª que me molestaba, sin definirlo exactamente, pero sinti¨¦ndolo igual. Por eso la pol¨ªtica no existe para m¨ª. Existe, bien, como historia: en la Revoluci¨®n Francesa, en la Edad Media". Pero lo que yo quiero son escenas, le digo eso. La necesidad de la narradora. Un contexto. Algo que pasa ah¨ª.
"Me acuerdo una vez que iba con mi padre y mi madre en barco desde Bruselas a Colombia -de ah¨ª mi afici¨®n al mar y a los barcos-, estaba viendo el agua y me qued¨¦ literalmente lelo. Se me acerc¨® mi padre y me pregunt¨®: '?Qu¨¦ ves en el mar?'. S¨®lo atin¨¦ a contestarle: 'Que es muy grande. Eso veo'. Fue entonces que ¨¦l me dijo: 'El mar es infinito'. Esa palabra se me qued¨®. Infinito. En ese momento. Poco a poco me fue trabajando. La palabra. Y claro, esa extensi¨®n del mar que termina all¨¢ en el cielo, donde se cruza con el cielo. ??sa es una definici¨®n del infinito maravillosa! Esa frase de mi padre me entreg¨® el mar. Me lo regal¨®. Por eso lo menciono tanto en mis libros".
5 No pasarse de listo con el mundo
Le cuento, con absoluta sinceridad, que no s¨¦ lo que busca la gente cuando va a o¨ªr a un escritor, cuando lee sus entrevistas. No hay nada, en sentido estricto, que no est¨¦ en los libros. No hay nada, y esto tambi¨¦n lo creo, que el escritor pueda aclarar o a?adir a esos libros. Pero tambi¨¦n le cuento, mi af¨¢n por la contradicci¨®n es legendario, que, hace apenas un par de d¨ªas, justo unas horas antes de caer enferma, asist¨ª a un gran recinto lleno de gente s¨®lo para tener la oportunidad de escuchar a uno de mis escritores favoritos. "No s¨¦ lo que buscaba ah¨ª", le confieso. "Pero estar ah¨ª, escuchar las palabras que he le¨ªdo, me provoc¨® algo que todav¨ªa no puedo nombrar pero que me cimbra".
?lvaro Mutis suelta una carcajada que atraviesa el tiempo: podr¨ªamos estar en la corte de Felipe II o en ese futuro que ¨¦l avizora sin libro alguno. Podr¨ªa, en una de ¨¦sas, tratarse de ahora mismo. Dice: "En el momento en que se entra en contacto f¨ªsico, verbal, directo, con un escritor, todo lo que viene de sus libros empieza a tener una firmeza y una continuidad. Recuerdo, por ejemplo, una conversaci¨®n que tuve con Saramago. Terminamos habl¨¢ndonos a gritos, no con violencia, sino al contrario, con gran pasi¨®n. Y, de pronto, pensaba, estoy discutiendo con Jos¨¦ Saramago. ?Estoy d¨¢ndome de gritos con Jos¨¦ Saramago! Eso es una continuaci¨®n de la vida, una confirmaci¨®n de la continuaci¨®n de la vida en el sentido, Cristina, en que todo contin¨²a".
Tengo la impresi¨®n de que ?lvaro Mutis siempre ha sido as¨ª. Y de que ese "siempre haber sido as¨ª" es a lo que se refer¨ªa Garc¨ªa M¨¢rquez cuando lo describi¨® como "fabulosamente simp¨¢tico". En el presente por entero, en franca actitud de bienvenida, es f¨¢cil imagin¨¢rselo con los brazos abiertos. Mutis muta en ?lvaro. Hay, en todo caso, una aceptaci¨®n del mundo tal cual es, tal como se presenta, con sus ritmos y sus quiebres, con sus desgracias y sus sombras, con sus amabilidades, sus honduras, con sus Lecumberris, que me parece francamente escandalosa. Algo radical. ?lvaro no hace mutis.
"No hay que pasarse de listo con el mundo", advierte. "El que es listo es el mundo, eso nunca hay que olvidarlo". Asiento y recuerdo lo que le o¨ª decir a la poeta Mar¨ªa Negroni hace tiempo, un verano: "La escritura es siempre m¨¢s inteligente que nosotros".
Entonces, ?hay que aceptarlo todo?, le pregunto, insistente, deseosa de creer.
"Ac¨¦ptelo o no, el mundo ya es una lecci¨®n. No hay que aceptarla o rechazarla. Hay que irla asimilando, integrando a tu ser, conociendo mejor para que forme parte de tu pensamiento".
Se ha vuelto a ver algo por la ventana y, cuando me ve otra vez, s¨¦ que viene de regreso de la selva. "Esto", me dice con una alegr¨ªa que parece tan infinita como el mar que nunca ha dejado de observar, lelo, "esto te va a quitar la gripe".
"Los d¨ªas pasan como han pasado todos los d¨ªas de la vida. La escritura no rige la vida. La escritura es un fen¨®meno natural. Cumple con funciones naturales: si tienes que ir al ba?o, vas. Y ya. Le das agua al canario. Hace cinco a?os que no. Da la sensaci¨®n de que quedan unos a?os en vac¨ªo, pero no es as¨ª. Est¨¢s conociendo gente, viendo crecer a tus nietos. Tengo un hijo que es escritor (bastante mejor que yo, por cierto). Ah¨ª est¨¢ la vida de todos los d¨ªas. El escribir no es ser. El ser, el otro ser, es estar con y en el mundo. Entonces no te preocupes nunca del tiempo que uno le dedica a la escritura y del tiempo que, sin escribir, uno se dedica a vivir: las dos cosas son lo mismo. Escribes, vives, no escribes, escribes despu¨¦s, vives igual. Recuerda: no es un deber. Cuando lees a los grandes cl¨¢sicos te das cuenta de que escribieron cuando pudieron y, sobre todo, cuando se les dio la gana. La historia de Cervantes es un gran ejemplo. ?Pobre hombre! Con tantos problemas de orden pr¨¢ctico y tambi¨¦n de orden espiritual uno se pregunta ?y a qu¨¦ horas escribi¨® el Quijote? ?l lo escribi¨® y escribi¨® algo que no admiro m¨¢s pero que s¨ª disfruto m¨¢s que el Quijote: hablo, por supuesto, de las Novelas ejemplares, que son perfectas. Ah, este pobre escribiendo esto, esta maravilla, mientras espera si llega un dinero para poder comer".
Escribo esto un par de d¨ªas despu¨¦s, sin tos ni fiebre ni estornudos, frente a un iBookG4 y frente al mundo. Escribo como quien ha encontrado lo que no sab¨ªa que buscaba: es una ley de la vida. Hay cosas que ocurren; hay cosas que dejan de ocurrir. Escribo con un regalo sobre el regazo. No es un deber. No es una profesi¨®n. No es un destino. Es la vida de todos los d¨ªas. Escribir es.
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