Guerra contra el clich¨¦
En octubre de 1999, despu¨¦s de haber pasado dos a?os y medio en Par¨ªs y un a?o en una casa escondida de las Ardenas belgas, llegu¨¦ a Barcelona. No llevaba ni siquiera una semana en la ciudad cuando alguien me hizo una pregunta que despu¨¦s me har¨ªan muchas veces: por qu¨¦ los escritores latinoamericanos siempre se van de Latinoam¨¦rica. Le contest¨¦ que esa apreciaci¨®n no era m¨¢s que un clich¨¦. No le di la respuesta que le hubiera dado ahora, porque una explicaci¨®n concienzuda del clich¨¦ nos hubiera obligado a remontarnos, como m¨ªnimo hasta el d¨ªa de 1900 en que a Rub¨¦n Dar¨ªo le dio por irse a Par¨ªs para ser el poeta que quer¨ªa ser.
Lo m¨¢s llamativo, por supuesto, es el hecho de que haya fracasado. Una de las mejores explicaciones que conozco sobre el caso se la o¨ª, hace un a?o y medio, a Gustavo Guerrero. El fracaso de Dar¨ªo en Par¨ªs, dec¨ªa Guerrero, se debi¨® b¨¢sicamente a su tardanza, pues cuando el poeta lleg¨® a la ciudad, la ciudad ya se hab¨ªa formado la idea de lo que deb¨ªa ser el poeta. En otras palabras: ya Par¨ªs hab¨ªa comenzado a exigirles a los escritores latinoamericanos que fueran tan latinoamericanos como se esperaba, y Dar¨ªo no estaba dispuesto a cumplir con ese prejuicio para ser le¨ªdo. Medio siglo despu¨¦s, las grandes novelas de una gran generaci¨®n —El coronel no tiene quien le escriba, La casa verde, Rayuela, Cambio de piel— est¨¢n firmadas en Par¨ªs. La diferencia es simple: donde fracas¨® Dar¨ªo, los novelistas del boom consiguieron el mayor triunfo posible: la creaci¨®n de un lector nuevo. En tiempos de Dar¨ªo, Am¨¦rica Latina, como la Espa?a de Carmen, parec¨ªa un invento de los franceses; los novelistas de los sesenta recuperaron la denominaci¨®n de origen, y la relaci¨®n que tuvieron con Par¨ªs se convirti¨® en uno de los clich¨¦s m¨¢s poderosos de nuestra mitolog¨ªa.
Y ¨¦sta es la compleja —por simplificada— visi¨®n que heredaron las generaciones siguientes. Yo puedo decir que la decisi¨®n de viajar en 1996 a Par¨ªs ten¨ªa como fondo de pantalla el grupo de novelas que he mencionado m¨¢s arriba. Pero mis querencias siempre se han encontrado en la literatura anglosajona (lo cual, tambi¨¦n, es una herencia del boom), y eso hubiera sugerido otros rumbos, de no haber sido Par¨ªs la ciudad donde se escribieron libros tan determinantes para m¨ª como el Ulises, por ejemplo, o Men without women. No me cost¨® ning¨²n esfuerzo descubrir que Par¨ªs ya no era una fiesta, y hoy entiendo que las razones que la convirtieron en ombligo de la literatura latinoamericana son menos literarias que pol¨ªticas: est¨¢n inevitablemente ligadas a la Revoluci¨®n cubana, a los manifiestos que todos los exiliados de todas las dictaduras latinoamericanas firmaban en Par¨ªs, a la escogencia de Par¨ªs como sede de las m¨¢s combativas revistas, de Mundo Nuevo a Libre.
De manera que en octubre de 1999, cuando llegu¨¦ a Barcelona, me encontr¨¦ con una situaci¨®n muy distinta. No porque la Revoluci¨®n cubana se haya transformado para muchos novelistas de mi generaci¨®n (entre los que me cuento) en un lamentable aborto de la historia. Ni porque la inmensa mayor¨ªa de estos novelistas expatriados (entre los que me cuento) pueden volver a sus pa¨ªses cuando les da la gana. La situaci¨®n es distinta porque la literatura latinoamericana es hoy como la naturaleza seg¨²n Pascal: una esfera cuyo centro est¨¢ en todas partes y su circunferencia en ninguna. No puedo negar que al llegar a Barcelona ten¨ªa en mente la sinton¨ªa que entre la ciudad y los novelistas latinoamericanos ha existido desde los a?os setenta; pero las razones por las que me he ido quedando son mucho m¨¢s abstractas, y, sobre todo, m¨¢s individuales.
En cualquier caso, lo que he visto en los mejores novelistas de mi generaci¨®n es la cuidadosa defenestraci¨®n de todos los lugares comunes que pesaban hasta hace muy poco sobre la literatura latinoamericana. Y no puedo no pensar en un ensayo de Mea Cuba donde Cabrera Infante recordaba a cierto director de Hollywood que dec¨ªa: "?Estoy que vomito todos esos clich¨¦s viejos! ?Lo que hace falta son nuevos clich¨¦s!". Nos tocar¨¢ a nosotros inventarlos.
Juan Gabriel V¨¢squez ha vivido en varios pa¨ªses de Europa y es autor de Historia secreta de Costaguana (Alfaguara).
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