El Atl¨¦tico es un esc¨¢ndalo
El equipo de Aguirre vuelve a protagonizar una locura de partido, del que sale indemne en el minuto 92
El Calder¨®n vive en un estado de juerga perpetua. Dicen las cifras oficiales que el Atl¨¦tico tiene unos 44.000 socios. Pocos son. Millones deber¨ªa tener. Tantos como aficionados al f¨²tbol hay en el planeta. Porque este equipo es un vicio. Juega a la ruleta rusa sin torcer el gesto. A veces se vuela la cabeza, como le ocurri¨® ante el Villarreal, pero sea cual sea el desenlace consigue convertir cada partido en un festival de goles. Ah¨ª el equipo de Aguirre es una m¨¢quina. De marcarlos y de recibirlos. En los siete partidos de Liga que ha acogido hasta ahora, el Calder¨®n ha visto 33 goles, casi a cinco por d¨ªa, algo ins¨®lito. El Atl¨¦tico ha logrado, desde la m¨¢s absoluta anarqu¨ªa, convertir cada cita en un acontecimiento, en un intercambio de golpes sin raz¨®n que lo explique. En un disparate, un maravilloso disparate.
ATL?TICO 4 - VALLADOLID 3
Al¨¦tico de Madrid: Leo Franco; Valera, Z¨¦ Castro (Forl¨¢n m. 58), Pablo, Pern¨ªa; Reyes (Jurado m.70), Maniche, Ra¨²l Garc¨ªa, Simao (Eller m.84); Maxi y Ag¨¹ero. No utilizados: Falc¨®n; A. L¨®pez, Cleber y Luis Garc¨ªa.
Valladolid: Butelle; Pedro L¨®pez, Rafa, Garc¨ªa Calvo, Marcos; Sisi (Kome m. 77), Vivar Dorado, Rubio, Sesma; V¨ªctor (Kike m. 86) y Llorente. No utilizados: Sergio; Alexis, Borja, Baraja y ?scar S¨¢nchez.
Goles: 1-0. M. 3. Maniche. 1-1. M. 40. V¨ªctor. 1-2. M. 47. Sisi. 2-2. M. 49. Maxi. 2-3. M. 54. Llorente. 3-3. M. 55. Maxi. 4-3. M. 92. Pedro L¨®pez, en propia puerta.
?rbitro: Delgado Ferreiro. Expuls¨® a Valera (m. 72). Amonest¨® a Pern¨ªa, Maniche, Sesma, Marcos, Pedro L¨®pez y Vivar Dorado.
Unos 47.000 espectadores en el Calder¨®n.
El Valladolid fue valiente, lo que aqu¨ª es f¨¢cil: el Atl¨¦tico te obliga a serlo
En siete encuentros de Liga, el Calder¨®n ha visto 33 goles, algo ins¨®lito
El resultado no lo firm¨® ninguno de los dos equipos. Lo hizo, otra vez, el azar
El Valladolid es un equipo valiente, sin duda. Pero no por lo demostrado ayer. Porque ser valiente en el Calder¨®n no tiene m¨¦rito. Lo ser¨ªa un equipo alev¨ªn. El Atl¨¦tico te obliga a serlo. En el Manzanares no hay t¨¢ctica que valga. Uno llega all¨ª y se dispone a recibir un gol antes de ponerse la camiseta. En lo que se lleva de torneo, el Atl¨¦tico ha marcado ocho goles antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora. Ayer le bastaron dos minutos y unos pocos segundos para estrenarse. Ag¨¹ero conect¨® con Maniche y Butelle, portero del Valladolid, no tuvo muy claras las medidas de la porter¨ªa. Porque el disparo del portugu¨¦s no era nada. Pero debi¨® pensar Butelle que el bal¨®n no iba hacia el palo que ¨¦l cubr¨ªa y se larg¨® de all¨ª, raudo, al otro.
Sin embargo, recibir un gol en este estadio al poco de pisar el c¨¦sped no es malo. Al contrario. Porque a uno le da tiempo a asentarse, tocar, empujar y esperar a que el Atl¨¦tico se suicide. Y se suicida. Dos, tres veces por partido. Por aqu¨ª ha pasado el Sevilla y ha marcado tres goles. Pero es el Sevilla, dir¨¢n algunos. Por aqu¨ª ha pasado el Villarreal y ha marcado cuatro goles. Pero es el Villarreal, dir¨¢n otros. En fin, que por aqu¨ª ha pasado el Valladolid, con toda su modestia, y ha marcado tres goles. Como pudo marcar siete.
Porque a este escenario se asoma Sesma y se convierte, no se sabe bien por qu¨¦, en el mejor extremo del mundo. O se asoma V¨ªctor y uno cree que ha vuelto el Torpedo M¨¹ller. Teniendo ellos m¨¦rito, m¨¢s lo tienen los defensas del Atl¨¦tico, tan dados a inmolarse. Recibi¨® Llorente dentro del ¨¢rea y ante ¨¦l se coloc¨® Pablo, al quite, con las piernas abiertas, tan abiertas que entre ellas rod¨® el bal¨®n direcci¨®n a V¨ªctor, que fusil¨®.
Y de repente, a la vuelta del descanso, ocurri¨® lo que ser¨ªa inimaginable en cualquier otro lugar. Sin raz¨®n alguna, comenzaron a caer goles: uno, dos, tres, cuatro en ocho minutos, dos por equipo, un ¨¦xtasis de ida y vuelta. Comenz¨® la org¨ªa en la bota izquierda de Sesma, enorme ayer. Envi¨® un centro que control¨® Llorente antes de que Z¨¦ Castro se la birlara de cabeza, lo que hubiera sido una magn¨ªfica idea de no ser porque su env¨ªo fue a parar a Sisi, al que cubr¨ªa Pern¨ªa, pero no del todo.
No le qued¨® a Sisi m¨¢s remedio que marcar. Igual que a Maxi al rato. Medio gol fue de Simao, que abri¨® las piernas ante el env¨ªo de Pern¨ªa, enga?ando a todos menos a Maxi, que ejecut¨®. Ni cinco minutos le dur¨® al Atl¨¦tico el jolgorio. Sesma regal¨® a Llorente una obra de arte y ¨¦ste cabece¨®. Al Atl¨¦tico, tan dado al llanto, no le dio tiempo a llorar. Sac¨® de centro, provoc¨® una falta en el carril derecho y el env¨ªo de Reyes lo caz¨® el inspirado Maxi. Ocho minutos, cuatro goles. Ni en el futbol¨ªn.
Al instante, Aguirre tom¨® medidas. Dado que el Atl¨¦tico encajar¨ªa menos goles si no tuviera defensas, prescindi¨® de Z¨¦ Castro y apost¨® por Forl¨¢n. Pero el Valladolid no se arredr¨®. Ni siquiera ante un par de acciones estelares de Ag¨¹ero. Vio claro que el Atl¨¦tico estaba partido en dos y se ech¨® en brazos de Sesma, que recibi¨® el agarr¨®n de Valera tras dejarle tirado por en¨¦sima vez. Fue expulsado el lateral. El partido estaba en manos del Valladolid, que no supo hacerse con ¨¦l. Y all¨¢ en el minuto 92, Maniche se invent¨® una jugada que acab¨® en pies de Forl¨¢n. ?ste centr¨® para que Pablo cabeceara desde el suelo, al segundo palo, donde estaba Pedro L¨®pez, que la toc¨®, tambi¨¦n de cabeza, hacia atr¨¢s, hacia su porter¨ªa, desastrosamente, colof¨®n de un partido que no fue un partido, que fue un frenes¨ª y en el que el resultado final no lo firm¨® el Atl¨¦tico, ni el Valladolid, sino un intruso que se ha alojado en el Calder¨®n. Se llama azar.
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