Desapego
Ante el empate t¨¦cnico entre PSOE y PP que predice el CIS como tendencia, Catalu?a va a resultar una vez m¨¢s decisiva. Es lo que tanto satisfac¨ªa a Pujol, cuando ante la oportunidad de arbitrar el bipartidismo espa?ol proclamaba: "Ahora decidiremos". Y en efecto, la suerte de las pr¨®ximas elecciones generales la decidir¨¢n los catalanes. Esto es as¨ª porque el tama?o importa, ya que la catalana es la segunda comunidad demogr¨¢fica en orden de magnitud. Recordemos en trazo grueso las cifras que encabezan el ranking: ocho millones de andaluces, siete de catalanes, seis de madrile?os y cinco de valencianos (entre los cuatro, el 60% de Espa?a). Pero el voto de andaluces, madrile?os y valencianos ya est¨¢ pr¨¢cticamente asegurado de antemano: el primero para el PSOE y los otros dos para el PP. Mientras que, en cambio, el voto de los catalanes es incierto, sin que pueda saberse c¨®mo se repartir¨¢ ni cu¨¢ntos votar¨¢n.
Ante el empate entre PSOE y PP que predice el CIS, Catalu?a va a resultar una vez m¨¢s decisiva
En las elecciones locales de Catalu?a el triunfo suele favorecer al socialismo catal¨¢n (PSC), en las auton¨®micas al nacionalismo y en las generales al socialismo espa?ol (PSOE). Y tambi¨¦n la participaci¨®n electoral difiere mucho de unas elecciones a otras en Catalu?a, con r¨¦cord de abstenci¨®n en las ¨²ltimas auton¨®micas y sobre todo en el refer¨¦ndum del nuevo Estatuto catal¨¢n, donde no lleg¨® a votar la mitad del censo. Por eso no se sabe qu¨¦ pasar¨¢ el 9 de marzo. A juzgar por los precedentes, en Catalu?a deber¨ªa darse una amplia victoria del PSOE. Pero dado todo lo que ha pasado en esta legislatura (debate del Estatut, defenestraci¨®n de Maragall, gran apag¨®n de agosto, obras del AVE, cierre de cercan¨ªas...), los catalanes podr¨ªan pasar factura a los socialistas. Y no necesariamente votando a sus rivales catalanes sino quiz¨¢s absteni¨¦ndose, lo que por defecto favorecer¨ªa al PP.
Todo depende del humor de los catalanes, que en este momento no es optimista ni entusiasta, precisamente. El president Montilla ha bautizado ese humor hace poco con la etiqueta de "desapego", pero podr¨ªan ponerse otras: desafecto, desencaje, renuencia, reticencia..., todo ello con respecto a Espa?a, naturalmente, a la que se culpa como ¨²nica responsable del actual malestar catal¨¢n. Y razones para ello no faltan, desde luego. Ya he repasado antes el rosario de quejas victimistas, hoy agudizadas por la debacle ferroviaria personificada en la figura de la ministra de Fomento contra la que el Parlament catal¨¢n acaba de aprobar su reprobaci¨®n formal. Pero en la lista de agravios comparativos hay m¨¢s pruebas de cargo: catalanofobia, d¨¦ficit de inversiones en infraestructuras, ocultaci¨®n de las balanzas tributarias, el llamado expolio fiscal... Pues bien, es verdad, reconozc¨¢moslo: el malestar catal¨¢n se debe al maltrato o la desatenci¨®n de los espa?oles. Pero no es su ¨²nica causa, pues a¨²n hay otra, que me parece m¨¢s significativa.
Y es el declive relativo que ha experimentado la posici¨®n ocupada por los catalanes en el concierto espa?ol. Hace quince a?os, esa posici¨®n era de dominio indiscutible, pues Catalu?a estaba situada en solitario a la cabeza de todas las vanguardias econ¨®micas y sociales, por lo que se sent¨ªa envidiada por las dem¨¢s regiones como prima inter pares. Y hoy ya no es as¨ª. Ahora Madrid y Valencia han alcanzado a Catalu?a, y en muchos aspectos la est¨¢n sobrepasando si es que no lo han hecho ya. En consecuencia, Catalu?a se siente destronada y desde?ada al ver que ya no puede ser envidiada por los dem¨¢s, quedando incluida en el mismo pelot¨®n del caf¨¦ para todos. De ah¨ª el malestar catal¨¢n respecto a su encaje en el marco espa?ol, an¨¢logo al que experimentaban los franceses antes de Sarkozy respecto al marco europeo. Un deprimente malestar que se traduce en un sentimiento colectivo de declive y decadencia, de pesimismo y ensimismamiento.
Este clima de agobio, marasmo y melancol¨ªa que aqueja a los catalanes es el que va a ser explotado por Artur Mas, aspirante a erigirse en el Sarkozy catal¨¢n capaz de reactivar a su pa¨ªs para volver a colocarlo a la cabeza de Espa?a. Pero, a diferencia del presidente franc¨¦s, que es un h¨ªbrido de Aznar y Blair, Artur Mas ha elegido como modelo a emular otra fuente de inspiraci¨®n, tambi¨¦n basada en el presidencialismo plebiscitario: es el modelo Ibarretxe que propugna la autodeterminaci¨®n de Euskadi. Y aqu¨ª es donde Artur Mas se equivoca de medio a medio. Lo que para Euskadi tiene alg¨²n sentido, pues su peque?o tama?o la sit¨²a en la escala de islotes autosuficientes como Luxemburgo, Gibraltar o Andorra, para Catalu?a no tendr¨ªa ning¨²n sentido, pues su gran peso demogr¨¢fico la destina a ser la locomotora de los dem¨¢s (como Alemania para Europa), y no un simple furg¨®n de cola (como si fuera la Suiza de Espa?a). Por eso, su apuesta por el "derecho a decidir" demuestra que Artur Mas no es Sarkozy.
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