Emilio Sanz de Soto, hombre de letras y de cine
Fue c¨®mplice de Bowles, Bu?uel, Capote, Haro y Saura
Un genio oral. Emilio Sanz de Soto muere sin que esos t¨¦rminos que a menudo se le aplicaban por quienes le conoc¨ªan hayan podido extenderse y quedar en letra impresa. La insistencia de amigos y admiradores hab¨ªa logrado al menos vencer su reticencia inicial a abordar sus memorias.
Un genio oral. Emilio Sanz de Soto muere sin que esos t¨¦rminos que a menudo se le aplicaban por quienes le conoc¨ªan hayan podido extenderse y quedar en letra impresa. La insistencia de amigos y admiradores hab¨ªa logrado al menos vencer su reticencia inicial a abordar sus memorias, y en los dos ¨²ltimos a?os Emilio se mostraba dispuesto a redactarlas con alguien que le escuchara "a partir de las seis de la tarde", que le siguiera en sus excursiones verbales, que pusiera orden en sus fabulosos archivos y tuviera el talento de reproducir su extraordinaria persona y la novela que hab¨ªa detr¨¢s. La labor era tan dif¨ªcil, y el casting al que el propio Emilio somet¨ªa a los aspirantes tan exigente, que la plaza no lleg¨® a cubrirse, pese al inter¨¦s previo de dos de los mejores editores de este pa¨ªs.
O¨ªr a Emilio ha sido uno de los mayores lujos de mi vida, pero no quiero decir con ello que ¨¦l s¨®lo fuera un gran hablador. Tuvo una larga y plena existencia, localizada principalmente en dos ciudades, T¨¢nger y Madrid, con un fondo cosmopolita y m¨¢s que otra cosa afrancesado en el que pululan grandes figuras que le tuvieron de amigo, de confidente, de consejero: Jane Bowles (y Paul tambi¨¦n), Truman Capote, Gore Vidal, Carmen Laforet, Tennessee Williams, Eduardo Haro Tecglen y su hijo Eduardo Haro Ibars, Pablo Runyan, Cecil Beaton, Vivien Leigh, Rafael Neville (el hijo de Edgar), ?ngel V¨¢zquez, Geraldine Chaplin, Pepe Carleton, Jos¨¦ Hern¨¢ndez, Carlos Saura, por citar s¨®lo algunas. Guionista para Bardem y Bu?uel (en dos proyectos que no se filmaron pero "por ah¨ª estar¨¢n, en alguna carpeta", me dijo una vez), director art¨ªstico de seis pel¨ªculas de Saura (incluyendo Peppermint frapp¨¦ y El jard¨ªn de las delicias), profesor de cine en diversas universidades norteamericanas, escritor culto y torrencial de numerosos textos desperdigados en peri¨®dicos y libros colectivos (como Paul Bowles visto por sus amigos, Alfaguara), Sanz de Soto ha sido v¨ªctima de una paradoja: su ilimitada curiosidad de lector y espectador. Bu?uel le dijo un d¨ªa: "T¨² tienes compartimientos", y Emilio le daba la raz¨®n, reconociendo que esa diversificaci¨®n cultural y art¨ªstica le hab¨ªa impedido obras m¨¢s sustanciales.
Pero sus palabras escritas, el caudal de su sabidur¨ªa, el archivo de sus mementos, no se van a perder del todo. Emilio deja, aparte de una estela imborrable y unos amigos agradecidos a su generosa disposici¨®n a compartir las inmateriales riquezas acumuladas en vida, las famosas "carpetas", de las que es ahora depositaria la Residencia de Estudiantes. ?Y qu¨¦ hay en ellas? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Habi¨¦ndolas curioseado un poco (con permiso) en mis visitas regulares a sus dos pisos sucesivos en el barrio de Salamanca, ambos atiborrados de libros y cuadros, presiento que hay ah¨ª algo m¨¢s de lo que Al¨ª Bab¨¢ guardaba en su alcanc¨ªa. Desde adolescente, Sanz de Soto iba anotando, recortando, pegando en meticulosos aunque no siempre pulcros collages y comentando cuanto sus ojos imparables le¨ªan y ve¨ªan, y ese yacimiento que nunca tuvo la vanidad de espigar y publicar bien podr¨ªa contener, aparte de su autorretrato, la historia de un pa¨ªs reinventado desde el deseo de algo mejor y m¨¢s civilizado.
Conservo como tesoros unos pocos retales de esa crestomat¨ªa emiliense. Fichas de gu¨ªa para la lectura (como la que me llev¨® a descubrir El rival de su mujer, la comedia claramente gay de Jacinto Benavente nunca estrenada en Espa?a), el extenso y fascinante texto sobre el compositor Franz Leh¨¢r y sus conexiones judaico-tangerinas, un regalo en mi m¨¢s reciente visita a su casa de la calle Alc¨¢ntara, y una enigm¨¢tica tarjeta copiada por ¨¦l a mano con estos versos sical¨ªpticos que dan prueba tambi¨¦n de sus conocimientos de la cultura popular y su picante sentido del humor: "Todas las gitanas tienen / debajo del delantal / un civil con un bigote / y en medio una pu?al¨¢".
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