Taranc¨®n, el trono y el altar
Todo empez¨® tal d¨ªa como hoy hace 32 a?os. El 27 de noviembre de 1975 millones de espa?oles escuchamos, a trav¨¦s de la radio y de la televisi¨®n, las palabras del entonces presidente de la Conferencia Episcopal Espa?ola y arzobispo de Madrid, el recordado cardenal Vicente Enrique y Taranc¨®n, oficiante de la solemne ceremonia de entronizaci¨®n del nuevo Rey de Espa?a, don Juan Carlos I de Borb¨®n, que se celebr¨® en la iglesia de los Jer¨®nimos de Madrid. Tan s¨®lo siete d¨ªas antes hab¨ªa fallecido el general Franco y Espa?a entera viv¨ªa emociones dispares, prevaleciendo sobre todo un claro sentimiento de incertidumbre. M¨¢s que nunca pesaba sobre todos los espa?oles el recuerdo de nuestra historia m¨¢s reciente: la Rep¨²blica, la Guerra Civil, la dur¨ªsima posguerra y una larga dictadura de cuarenta a?os que, entre otras muchas culpas, tuvo la responsabilidad de mantener una cruel divisi¨®n entre vencedores y vencidos.
El 27 de noviembre de 1975, la homil¨ªa de Taranc¨®n hizo visible el fin del franquismo
Monse?or Bl¨¢zquez acaba de pronunciar palabras de perd¨®n y reconciliaci¨®n
La iglesia de los Jer¨®nimos no era solamente el escenario de la ceremonia religiosa tradicional de entronizaci¨®n de un nuevo Rey. Era la primera oportunidad para conocer cu¨¢l era la visi¨®n que dos instituciones tan claves en nuestra historia como la Corona y la Iglesia ten¨ªan sobre nuestro futuro. Cuando le lleg¨® el momento al arzobispo de Madrid de pronunciar su homil¨ªa, los espa?oles, oyendo su voz inconfundible de fumador empedernido, comprendimos el porqu¨¦ los ultras de entonces gritaban "Taranc¨®n al pared¨®n".
D¨ªas antes, el propio cardenal hab¨ªa anticipado su pensamiento con una gran valent¨ªa en la misa c¨®rpore insepulto que hab¨ªa oficiado en El Pardo ante el cad¨¢ver de Franco, en la presencia de sus allegados y sus m¨¢s ¨ªntimos colaboradores. All¨ª el cardenal dijo: "Debemos formular la promesa de borrar todo cuanto pueda separarnos y dividirnos". Esta frase pas¨® desapercibida, ahogada por la conmoci¨®n del fallecimiento de Franco, pero para algunos marc¨® una gran esperanza al ver que, en un escenario y en un momento tan dif¨ªcil, Taranc¨®n era consecuente con las actitudes y las posturas que bajo su presidencia hab¨ªa tomado la Iglesia espa?ola en los ¨²ltimos a?os de la dictadura, reclamando libertad y reconciliaci¨®n.
El cardenal Taranc¨®n, siguiendo las ense?anzas del Concilio Vaticano, reclam¨® libertad, pidi¨® participaci¨®n, demand¨® justicia y solidaridad y respald¨® al Rey para que lo fuera de todos los espa?oles porque, como dijo: "Espa?oles son todos los que se sienten hijos de la Madre Patria". En nombre de la Iglesia, el cardenal subray¨® que no ped¨ªa para ella ning¨²n tipo de privilegios, tan s¨®lo la libertad para predicar el Evangelio, pero siempre en beneficio de los interesesdel pa¨ªs y en la defensa de los m¨¢s necesitados, "aquellos a quienes nadie parece amar".
El futuro de Espa?a, seg¨²n el presidente de los obispos espa?oles, deb¨ªa nacer de la colaboraci¨®n y de la participaci¨®n de todos, sin exclusiones, para as¨ª construir un camino de paz, de progreso y de libertad nacido de la reconciliaci¨®n nacional. Conforme don Vicente hablaba, Espa?a entera se daba cuenta de que la dictadura hab¨ªa terminado y de que los nuevos tiempos nacer¨ªan desde la participaci¨®n y el acuerdo de todos los espa?oles y con el apoyo de la Iglesia.
La homil¨ªa del cardenal ser¨ªa posteriormente reforzada por las propias palabras del Rey de Espa?a, pronunciadas en el almuerzo del Palacio de Oriente, celebrado en honor de los altos dignatarios extranjeros asistentes a la ceremonia que romp¨ªan un aislamiento de cuarenta a?os y ven¨ªan a Espa?a en un gesto inigualable de solidaridad y de apoyo hacia el Rey y hacia los espa?oles. Juan Carlos I expres¨® en su alocuci¨®n rotunda y claramente su voluntad de trabajar para que Espa?a entrara a formar parte del concierto de naciones cuya convivencia se basa en los principios de la libertad y de la democracia, definiendo su voluntad de ser el Rey de todos.
Treinta y dos a?os despu¨¦s, es de justicia recordar aquel d¨ªa, el momento en el que se visualiz¨® el inicio de la ruptura con el r¨¦gimen anterior. El ejemplo y la toma de posici¨®n que "el trono y el altar" tomaron aquel jueves 27 de noviembre en la iglesia de los Jer¨®nimos fueron determinantes para sentar las bases de nuestra democracia.
Hace pocos d¨ªas, la Iglesia espa?ola, a trav¨¦s del presidente de su Conferencia Episcopal, monse?or Ricardo Bl¨¢zquez, pronunciaba nuevamente palabras de perd¨®n y de reconciliaci¨®n, gan¨¢ndose el respeto y la aquiescencia de todos. Continuaba el "serm¨®n de los Jer¨®nimos" en una apertura coincidente con el magisterio del actual papa Benedicto XVI, siempre preocupado por establecer puentes de di¨¢logo. Permanentemente en sus escritos y en sus discursos el Pont¨ªfice expresa su b¨²squeda de conciliaci¨®n entre la fe y la raz¨®n, su apertura al di¨¢logo con los sectores laicos y su defensa de los valores comunes que en nuestra cultura nacen de la integraci¨®n del pensamiento cristiano con el pensamiento cl¨¢sico, superando as¨ª cualquier tentaci¨®n de asentarse en la confrontaci¨®n y consiguientemente en el aislamiento. Hoy son momentos para el di¨¢logo y para el acuerdo, en Roma y en Madrid.
Pero tambi¨¦n hoy como ayer en las relaciones con la Iglesia no caben ni posturas preconcebidas ni lecturas sesgadas de la historia ni estereotipos decimon¨®nicos. La izquierda debe respetar la libertad de la Iglesia para defender y ense?ar sus principios y valores inamovibles, estrechando la colaboraci¨®n en el ideario com¨²n de solidaridad, justicia e igualdad. No se puede asociar el progresismo al repudio de la fe porque ello constituye una declaraci¨®n de incapacidad para entender el pluralismo de nuestra sociedad. La gran aportaci¨®n de la izquierda siempre fue la de tomar posiciones de una manera positiva, huyendo de manique¨ªsmos y generalizaciones. Resulta muy empobrecedor asumir un cat¨¢logo de rechazos para poder definir la propia identidad pol¨ªtica. En la Espa?a actual las identidades pol¨ªticas se definen las m¨¢s de las veces a la contra.
En las relaciones con la Iglesia olvidamos que muchos de los movimientos de oposici¨®n al franquismo e incluso dirigentes y cuadros de la actual izquierda surgieron de la militancia previa en organizaciones vinculadas a la Iglesia.
Cuando hace 32 a?os el cardenal Taranc¨®n hablaba en los Jer¨®nimos, lo hac¨ªa coincidiendo con el pensamiento de la gran mayor¨ªa de los espa?oles, y es bueno recordar hoy que sus palabras se convirtieron en hechos, hasta el punto de que con posterioridad, cuando llegaron las primeras elecciones democr¨¢ticas, se neg¨® rotundamente a que la Iglesia espa?ola apoyara la creaci¨®n de un partido pol¨ªtico confesional, defendiendo la neutralidad de la Iglesia para as¨ª garantizarse su independencia. Por eso es bueno recordar el protagonismo de la Iglesia en la recuperaci¨®n de las libertades. La historia es la que es.
Francisco V¨¢zquez y V¨¢zquez es embajador de Espa?a ante la Santa Sede
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