No siempre se puede
Mientras San Sebasti¨¢n nos deslumbra con un refinado banquete, digno de los paladares m¨¢s sibaritas y s¨®lo para bolsillos privilegiados, en el que el tartufo, esa variedad de la trufa italiana, estaba presente en cada uno de los platos, en Bilbao, nosotros, testarudos en sacar esta ciudad hacia adelante, padec¨ªamos incidentes dignos de Barcelona. En Euskadi desde hace tiempo se han repartido los papeles: Donostia es la hermana bella y Bilbao, la trabajadora e industriosa, fe¨ªlla, pero cada d¨ªa m¨¢s resultona, que envidiosa quiere ponerse guapa o propiciar fama de ello. Pero todo su esfuerzo se viene abajo cuando estallan sus ca?er¨ªas.
Hasta 200.000 bilba¨ªnos se quedaron sin agua una ma?ana porque se rompi¨® en unas obras de renovaci¨®n una tuber¨ªa principal en Rekalde, y el concejal, eso si que es cuidarse las espaldas, dice que con ¨¦l no van las cosas porque se trat¨® de un incidente. La gente volvi¨® a demostrar que es muy buena. No me cansar¨¦ de repetirlo: es buena de verdad; aguant¨® estoicamente esta calamidad, y, adem¨¢s, tendr¨¢ que soportar otra restricci¨®n de 18 horas para reparar las consecuencias de dicho incidente. San Sebasti¨¢n no seremos, pero nos vamos acercando a Barcelona, no s¨®lo por lo malo; tambi¨¦n con lo bueno, con la visita de Bruce Springsteen que da un recital en las dos ciudades.
San Sebasti¨¢n no seremos, pero nos vamos acercando a Barcelona
Es evidente que los vizca¨ªnos somos m¨¢s toscos, y la inmigraci¨®n, castellanos viejos en su mayor¨ªa, que nos conform¨® en lo que hoy somos, no dej¨® de favorecer esa reciedumbre casi met¨¢lica que convierte nuestra sinceridad y llaneza a veces en groser¨ªa. Esa llaneza, llamar pan al pan y al vino, vino, ir directos al asunto, que se puede considerar una virtud, puede encubrir en ocasiones una cierta brutalidad. Tendr¨¢n que observarnos con una cierta precauci¨®n porque esa pose puede encubrir tambi¨¦n alguna prepotencia desmedida.
Era discutible la voluntad del Ayuntamiento de Barakaldo de anunciar el nombre de todos los maltratadores de mujeres, para verg¨¹enza, escarnio y escarmiento de todos ellos, as¨ª como aviso de los que muestren tendencias a convertirse en lo mismo. Pero en estas cuestiones s¨®lo la buena voluntad no es suficiente para justificarlas, ni siquiera es buena consejera. Los pol¨ªticos debieran de vez en cuando dejarse guiar por fil¨®sofos y juristas a la hora de emprender acciones que pudieran soslayar la dignidad de la persona y pensar que alguna raz¨®n debi¨® de existir para que desaparecieran hace tiempo las picotas.
Recientemente, una magistral conferencia de Gregorio Peces Barba en unas jornadas organizadas por la Fundaci¨®n Fernando Buesa vers¨® sobre la dignidad humana, y puso un sugerente ejemplo. En una sala de fiestas de una ciudad francesa exist¨ªa un n¨²mero de variedades que se denominaba "Lanzamiento del Enano". Se pueden imaginar en qu¨¦ consist¨ªa el entretenimiento de los parroquianos a las dos de la ma?ana, y el enano feliz, porque nunca en su vida hab¨ªa ganado tanto dinero. Pero las autoridades locales lo denunciaron, lo suspendieron, y posteriormente fue prohibido por los tribunales, porque se estaba menoscabando la dignidad de la persona. Dignidad que, si queremos mantener nuestro nivel de civilizaci¨®n, no hay voluntad pol¨ªtica legitimada para abolirla.
Los maltratadores tambi¨¦n poseen la dignidad humana. Es todo un logro del humanismo en el Derecho, y, aunque atroces en su delito, no por ello se debe olvidar aquella frase que Victoria Kent colgara de todos los penales: "Odia el delito, pero no al delincuente". Afortunadamente, dicho Ayuntamiento ha retirado su pretensi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.