Del dolor al recuerdo del dolor
H¨¦ctor Abad Faciolince evoca en 'El olvido que seremos' el asesinato de su padre y los a?os violentos en Colombia, desde la reivindicaci¨®n de la no venganza
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"Yo cre¨ªa que el dolor ya se hab¨ªa acabado, que s¨®lo quedaba el recuerdo del dolor. Borges dec¨ªa que no conven¨ªa escribir estando enamorado, que era mejor esperar a que pasara la cosa. Porque corres el riesgo de ser demasiado sentimental. Sab¨ªa que s¨®lo pod¨ªa contar lo que pas¨® con un lenguaje familiar, sin ninguna clase de artificio literario. Y seguir el hilo cronol¨®gico. Hab¨ªa encontrado una especie de distancia. As¨ª que empec¨¦. Pero hab¨ªa episodios que volv¨ªan a conmoverme, y ten¨ªa que levantarme del ordenador. Me pon¨ªa a gritar, sal¨ªa un alarido de lo m¨¢s profundo de mis entra?as. Luego volv¨ªa a sentarme, y segu¨ªa".
Habla H¨¦ctor Abad Faciolince, nacido en Medell¨ªn en 1958, escritor, columnista de la revista Semana de Bogot¨¢. Angosta es una de sus ¨²ltimas novelas y hace unas semanas apareci¨® en Espa?a El olvido que seremos (Seix Barral). El 26 de agosto de 1987, el m¨¦dico y profesor universitario H¨¦ctor Abad G¨®mez se acerc¨® con su amigo Leonardo Betancur a una asociaci¨®n de maestros para velar a una reciente v¨ªctima de la violencia de Medell¨ªn. Dos j¨®venes, "reci¨¦n peluqueados", se bajaron de una moto. Uno de ellos dispar¨® seis tiros al padre del escritor hasta confirmar que hab¨ªa muerto. El otro persigui¨® a su amigo, y tambi¨¦n lo mat¨®. En uno de los bolsillos de su chaqueta, el m¨¦dico colombiano llevaba copiado un soneto de Borges. El que empieza as¨ª: "Ya somos el olvido que seremos".
"El personaje del malo tiene prestigio literario, no genera burlas. La v¨ªctima, s¨ª"
Mario Jursich, subdirector de la revista literaria colombiana El malpensante, fue el editor de la primera novela de H¨¦ctor Abad Faciolince. "Ya hab¨ªa all¨ª un cap¨ªtulo donde contaba el asesinato de su padre y no pegaba con el resto". Tuvo que convencerlo para que lo quitara (y lo hizo). "Llevo a?os con la historia de este crimen a cuestas, y muchas veces descubr¨ª que a¨²n no pod¨ªa contarla", explica el escritor. "Tienes que hurgar en la herida, y eso sigue doliendo. Pero voy a cumplir 50 a?os y no pod¨ªa esperar a que la cicatriz se volviera un callo. Por eso me levantaba y gritaba. Me guardaba las l¨¢grimas dentro y pod¨ªa recuperar la serenidad y no regodearme en la sangre".
El olvido que seremos se public¨® en Colombia en 2006. Ha vendido m¨¢s de 70.000 ejemplares, unas cifras vertiginosas en un pa¨ªs que no tiene demasiados lectores. A Abad la gente lo para en la calle, lo abraza, no deja de recibir cartas y cartas de elogio y complicidad y de puro af¨¢n de compartir el dolor. "Se hacen muchas novelas sobre la violencia colombiana", explica Mario Jursich, "pero la de H¨¦ctor conecta muy bien con esas amplias capas urbanas de clase media que ya no soportan tanto horror". "La violencia es lo m¨¢s abominable", explica Abad. "Quienes no la han padecido pueden regodearse con ella, describir con todo detalle los cr¨ªmenes de los sicarios, hacer espect¨¢culo. Ah¨ª est¨¢ Tarantino, y en Colombia hay muchos que han novelado las andanzas de los asesinos, no s¨®lo Fernando Vallejo. El personaje del malo tiene mucho prestigio literario, nunca hace el rid¨ªculo, nunca genera burlas. La v¨ªctima, s¨ª. Pero yo ten¨ªa que contar ese horror y para hacerlo ten¨ªa que superar el pudor de la v¨ªctima, su fragilidad. Mi mirada es distinta: no me detengo a describir los detalles del acto violento, sino a dar cuenta del dolor producido. Escribo desde el lado del que recibe las balas porque no va a empu?ar una pistola. Cuento desde la pasividad, de una pasividad tr¨¢gica, del que no quiere venganza".
En El olvido que seremos han participado con sus recuerdos y sugerencias la madre y las hermanas del escritor. El libro cuenta la vida de esa familia. La infancia, el colegio, los trabajos del padre y la madre, las salidas al campo, la experiencia de montar a caballo, el terrible conflicto que padece un adolescente escindido entre las creencias cat¨®licas de su madre y el talante ilustrado de su padre, las fiestas en la adolescencia, la guerra sucia entre conservadores y liberales. Un d¨ªa de agosto de 1972, el padre de H¨¦ctor Abad los llam¨® a ¨¦l y a su hermana peque?a, los meti¨® en el coche, dio miles de vueltas laber¨ªnticas y par¨® en un callej¨®n. Les dijo entonces que su hermana Marta, la cuarta de los seis hijos que eran, ten¨ªa c¨¢ncer de piel. El escritor cuenta que "entonces empezaron cuatro meses de un dolor lacerante". Hasta que muri¨®. Ten¨ªa 16 a?os.
"Es tan grande el dolor por la muerte de una hija con esos a?os que cualquier reacci¨®n es posible. Te puedes deprimir, suicidar, pero yo creo que mi padre decidi¨® ofrecer su propia vida por una causa justa", comenta Abad. "Siempre hab¨ªa criticado la violencia, pero entonces se volc¨® a luchar contra ella de manera pac¨ªfica: marchas de silencio, marchas de pa?uelos blancos. Fue injusto con nosotros, los h¨¦roes siempre son injustos, porque era consciente de que lo iban a matar, y lo mataron y todo ha sido in¨²til. La violencia sigui¨® adelante. Pero s¨®lo puedes combatirla con palabras. Contar lo que es. Que quede mal, que sea tan repugnante que, alg¨²n d¨ªa, quienes la practican decidan evitarla al haber comprendido su total repugnancia".
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