Las farmac¨¦uticas ceden a la presi¨®n
Los laboratorios empiezan a vender f¨¢rmacos del sida m¨¢s baratos a pa¨ªses pobres - Responden al desaf¨ªo de los gen¨¦ricos y a la cr¨ªtica social
Novedades en el panorama del sida: las grandes farmac¨¦uticas han empezado a ceder y est¨¢n facilitando tratamientos a precio de coste en pa¨ªses pobres. El objetivo es frenar a los gen¨¦ricos -que se han implantado ya en India y Brasil- y responder a la creciente presi¨®n de una opini¨®n p¨²blica que ya no queda muda ante una enfermedad de contrastes dram¨¢ticos: es cr¨®nica en el mundo rico, pero sigue matando a 2,1 millones de personas al a?o en el pobre.
El tratamiento cuesta 8.000 euros en Espa?a y 400 en ?frica
La intervenci¨®n de ONG y fil¨¢ntropos consigue precios inferiores
Los laboratorios afirman que no invertir¨¢n en pa¨ªses que usen gen¨¦ricos
La OMC permite saltarse las patentes si hay "emergencia sanitaria"
El objetivo de dar tratamiento al 100% de los afectados est¨¢ a¨²n muy lejos
EE UU vincula su ayuda a que se promueva la castidad
Tres pastillas al d¨ªa son la diferencia entre sufrir un sida cr¨®nico o una sentencia de muerte. Pero decidir qui¨¦n accede a ellas no est¨¢ en la mano de los afectados. Vivir en un pa¨ªs u otro marca la diferencia. En la mayor¨ªa del mundo, no hay opci¨®n. Cada d¨ªa, m¨¢s de cinco millones de personas se van a la cama sin esperanzas. Deber¨ªan tomar tratamiento, pero ¨¦ste es muy caro y ni ellos ni sus gobiernos pueden pagarlo. Son el 70% de los siete millones de personas con sida cuyo expectativa es s¨®lo la de empeorar. Y morir.
Pero dos millones de personas que viven en pa¨ªses pobres s¨ª tienen acceso a los antivirales. Son uno de cada tres infectados. Una cifra muy superior a los 700.000 que recib¨ªan tratamiento en 2005, aunque proporcionalmente el ascenso haya sido de cinco puntos: del 23% de quienes lo necesitaban entonces al 28% actual. Su futuro es mucho mejor. Viven una situaci¨®n similar a la de los pa¨ªses ricos, que ha llevado a que cient¨ªficos y administraciones hablen sin tapujos de la cronificaci¨®n de la enfermedad. En Espa?a, por ejemplo, el tratamiento es universal, pero a un elevado precio (m¨¢s de 8.000 euros al a?o por persona) que paga la sanidad p¨²blica.
Hace 10 a?os que se conocen los tratamientos necesarios para que la mayor¨ªa de enfermos de sida puedan llevar una vida casi normal. ?Por qu¨¦ no hemos sido capaces de d¨¢rselos? Si se pregunta a las ONG, hay un culpable principal: la industria farmac¨¦utica, con su defensa de las patentes. Pero esta visi¨®n admite matices. Los laboratorios siguen una pol¨ªtica de palo y zanahoria. Las presiones de las ONG y la competencia de los gen¨¦ricos han logrado que cedan y rebajen los precios: de los 8.000 euros que cuesta en Occidente un tratamiento anual, a menos de 300 euros al a?o.
Gracias a la movilizaci¨®n de activistas y gobiernos, se ha conseguido un sistema de dobles y triples precios. A cambio de mantener las ganancias que consiguen en los pa¨ªses ricos, los laboratorios han accedido a rebajar sus medicamentos en los pobres. Seg¨²n afirman los fabricantes, los venden a precio de coste.
Un art¨ªculo publicado el 15 de noviembre en la revista New England Journal of Medicine refleja esta situaci¨®n. Una terapia de primera l¨ªnea (la que se da a un paciente reci¨¦n diagnosticado) se vende en un pa¨ªs de ingresos medios por unos 700 euros al a?o. Si el pa¨ªs es pobre, los medicamentos de marca pueden conseguirse por algo m¨¢s de 400. Estas cifras pueden ser incluso inferiores. Para ello basta con que los gobiernos, en vez de usar el producto de marca, utilicen un gen¨¦rico. Entonces, el precio puede caer hasta los 330 euros, menos de uno al d¨ªa.
El problema est¨¢ en que muchos gobiernos no pueden optar por los gen¨¦ricos. Para hacerlo tendr¨ªan que romper las patentes que protegen los f¨¢rmacos de marca durante 20 a?os. Y una decisi¨®n as¨ª no est¨¢ exenta de riesgos. Los pa¨ªses m¨¢s pobres dependen en gran parte de la ayuda internacional. Y muchas veces ¨¦sta queda condicionada a su respeto a las patentes.
Es lo que sucede con los m¨¢s pobres entre los pobres. Aparte de los fondos de la ONU, reciben una importante aportaci¨®n del Programa Especial del Presidente de EE UU para el Sida (Pepfar en ingl¨¦s). Esta iniciativa cuenta con 1.000 millones de d¨®lares (673 millones de euros). Pero no es una ayuda desinteresada. Para recibir la aportaci¨®n, los gobiernos tienen que comprometerse a respetar las patentes -aparte de a dedicar una parte de la ayuda a programas que fomenten la castidad-. Y el poder de EE UU, sede de gran parte de los laboratorios que fabrican antivirales, es incontestable.
Una soluci¨®n est¨¢ en la intervenci¨®n de algunas organizaciones sin ¨¢nimo de lucro pero con gran poder medi¨¢tico. En el art¨ªculo mencionado se muestra que cuando interviene la Fundaci¨®n del ex presidente de EE UU Bill Clinton, el precio baja hasta los 259 euros. Excesivo para muchas econom¨ªas, pero considerablemente inferior al ofertado inicialmente por los laboratorios.
Lo peor es que, legalmente, esos pa¨ªses no tendr¨ªan que esperar a la beneficencia -lo que, por un lado, no garantiza un suministro continuo y, por otro, impide que se desarrolle una industria propia-. El derecho a la propiedad intelectual de los f¨¢rmacos est¨¢ protegido por la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC) por el llamado acuerdo ADPIC (TRIPS en ingl¨¦s) de 1995. Pero en 2003, en Doha (Qatar), se acord¨® una excepci¨®n: un pa¨ªs podr¨ªa emitir una licencia obligatoria -es decir, saltarse la patente y fabricar o importar gen¨¦ricos sin sufrir represalias- si vive una situaci¨®n de "emergencia sanitaria". Y pocos pueden poner en duda que el sida, en pa¨ªses con tasas de infecci¨®n en adultos de m¨¢s del 20% (el extremo sur de ?frica), lo es.
Pero s¨®lo algunos pa¨ªses se han atrevido a usar gen¨¦ricos. Los grandes laboratorios mantienen una constante campa?a de desprestigio contra estos productos. En un reciente encuentro organizado para periodistas por la patronal espa?ola de los fabricantes de medicamentos de marca, Farmaindustria, Ic¨ªar Sanz, directora del departamento Internacional, mencion¨® la posible diferencia de calidad y de eficacia; el riesgo de que se comercialicen medicamentos falsos con la etiqueta de gen¨¦rico y la falta de control comercial. Este ¨²ltimo aspecto es especialmente grave para la industria, que teme que los productos destinados a los pa¨ªses pobres se desv¨ªen y acaben socavando los mercados de los pa¨ªses ricos. La tentaci¨®n para que esto ocurra es obvia vista la diferencia de precios. En el ejemplo del tratamiento contra el sida, el precio de venta en Europa de la misma combinaci¨®n multiplica por 20 el precio a que se facilitan a los pa¨ªses pobres. Ya ha habido alg¨²n caso de un medicamento vendido a ?frica a precio de coste que ha aparecido en Holanda.
Sanz insiste en que el problema no son los laboratorios. "El 95% de los medicamentos considerados esenciales por la OMS est¨¢ fuera de las patentes", afirma. Una realidad que, seg¨²n un reciente estudio de Interm¨®n Oxfam, no puede aplicarse al sida, donde hasta hace dos a?os s¨®lo un producto, el AZT, estaba fuera del periodo de protecci¨®n.
Adem¨¢s, se repite insistentemente que los f¨¢rmacos est¨¢n ah¨ª, pero que los pa¨ªses pobres carecen de estructuras sanitarias para repartirlos. Una realidad, contestan algunas ONG, que se agrava cuando un laboratorio -Abbott- s¨®lo da a precio reducido un f¨¢rmaco que necesita refrigeraci¨®n, y deja la versi¨®n moderna, que no la requiere, a precio de rico. Algunas ONG han propuesto utilizar otras redes, como la de Coca-Cola, para distribuirlos.
Tambi¨¦n se pone constantemente en duda la seguridad de los gen¨¦ricos (ayudados a veces por la OMS, que hace un par de a?os desaconsej¨® temporalmente algunos indios por problemas burocr¨¢ticos que fueron publicitados como falta de calidad).
Los laboratorios refuerzan su posici¨®n directamente con amenazas. En el ¨²ltimo a?o ha habido pa¨ªses emergentes -India, Tailandia, Malaisia y Brasil- que se han atrevido a decretar el uso de gen¨¦ricos contra el sida. La respuesta de los fabricantes ha sido advertirles de que con ello retrasar¨¢n la llegada al pa¨ªs de futuras innovaciones, o de que retirar¨¢n las inversiones que realizan.
Aunque este ¨²ltimo aspecto no parece muy preocupante. Los laboratorios, seg¨²n Interm¨®n Oxfam, ignoran las necesidades de los pa¨ªses pobres. De las 160 mol¨¦culas aprobadas entre 1999 y 2004, s¨®lo tres eran para enfermedades olvidadas, de acuerdo con un estudio que present¨® el martes la ONG. Farmaindustria aporta otros datos. En 2005 hab¨ªa 32 medicamentos y 3 vacunas para enfermedades tropicales en ensayos; en 2006, eran 43 f¨¢rmacos y 6; en 2007, 50 y 8, seg¨²n Sanz. Ello no quiere decir que todos vayan a comercializarse, pero s¨ª muestran el inter¨¦s de la industria, afirma Sanz.
Pero las relaciones entre laboratorios y pa¨ªses pobres no se basan s¨®lo en los palos. Tambi¨¦n hay zanahorias. Casi todos los fabricantes tienen fundaciones o programas de apoyo. Estas ayudas corren el riesgo de perderse si un Gobierno se enfrenta directamente al laboratorio que los financia. Entre estos proyectos hay uno de erradicaci¨®n de la oncocercosis (o ceguera de r¨ªo), financiado por Merck, que dona su f¨¢rmaco Mectizan a varios pa¨ªses de Am¨¦rica y ?frica; el de creaci¨®n de hospitales pedi¨¢tricos contra el sida en Suazilandia, Lesoto, Botsuana y Kenia, los mayores de su especialidad en el mundo, que financia la Fundaci¨®n Secure the Future (tras la que est¨¢ Bristol-Myers Squibb) o el programa de investigaci¨®n en una vacuna contra la malaria que dirige el espa?ol Pedro Alonso y que cuenta con el apoyo de Glaxo SmithKline.
El futuro, insisten los laboratorios, es la creaci¨®n de grupos mixtos entre administraciones, industrias y ONG, como la que est¨¢ impulsando el proyecto de Alonso. Pero hay otras posibilidades. La favorita, en estos momentos, es el compromiso anticipado de mercado. Este sistema, que puede cobrar un gran impulso desde la irrupci¨®n de magnates como los Gates, Clinton, Rockefeller y otros en el mundillo sanitario. Consiste en que estos socios garantizan a los laboratorios que van a comprar el resultado de una investigaci¨®n y un tratamiento nuevo. De esta manera, el riesgo se reparte: el laboratorio invierte sin estar seguro de conseguir el objetivo; los donantes se comprometen a pagar si hay resultados.
Estas propuestas son la v¨ªa de futuro. Pero todav¨ªa quedan muy lejos. Mientras tanto, las ONG afirman que debe actuarse de una manera m¨¢s radical: ofrecer f¨¢rmacos a precio de coste o inferior para las dolencias m¨¢s graves a los pa¨ªses pobres, y dejar que la industria recupere sus costes de investigaci¨®n en los pa¨ªses ricos. Y, si no, retirar las patentes y dejar que laboratorios de otros pa¨ªses -India, Brasil, Sur¨¢frica- fabriquen los medicamentos. S¨®lo as¨ª podr¨¢ llegar el d¨ªa en que el 100% de las personas que lo necesitan reciban tratamiento antiviral. Y reducir la cifra de 2,1 millones de fallecimientos anuales por sida -de los que 330.000 son ni?os de menos de 15 a?os- a las mismas proporciones que han permitido que en pa¨ªses como Espa?a los propios m¨¦dicos califiquen ya la enfermedad como cr¨®nica.
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