Creyentes y no creyentes
Debemos ponernos de acuerdo sobre lo que una sociedad libre debe exigir a fieles y ateos
Uno de los grandes debates de nuestra ¨¦poca versa sobre c¨®mo lograr que individuos de distintas religiones, etnias y valores vivan juntos como ciudadanos de pleno derecho en unas sociedades libres. ?se es el hilo que tienen en com¨²n, cada d¨ªa, media docena de noticias. El otro d¨ªa, por ejemplo: una maestra detenida en Sud¨¢n por permitir que sus alumnos llamaran Mahoma a un oso de peluche; nuevos disturbios violentos en los barrios pobres y ¨¦tnicamente mezclados de las afueras de Par¨ªs; las conversaciones de paz entre Israel y Palestina, con sus repercusiones en las relaciones entre musulmanes y no musulmanes de todo el mundo; un colegio jud¨ªo de Londres criticado por insistir en que, para que un ni?o sea admitido, su madre debe ser jud¨ªa de nacimiento; escenas de indignaci¨®n en Oxford porque una sociedad estudiantil de debate ha dado la oportunidad de hablar a un personaje que niega el Holocausto.
Los ateos tienen derecho a decir a los creyentes: "Ser¨ªais m¨¢s libres si dejarais vuestra rid¨ªcula fe en Dios"
Y los creyentes pueden contestar: "Tendr¨ªais un sentido m¨¢s profundo de la libertad personal si tuvierais fe"
La situaci¨®n de los musulmanes en Europa constituye una parte significativa de este debate, pero es importante recordar que las cuestiones son mucho m¨¢s amplias. En los ¨²ltimos tiempos, la discusi¨®n sobre los musulmanes en Europa ha cristalizado en torno a unos cuantos personajes p¨²blicos, incluidas ciertas opiniones que se me atribuyen a m¨ª. Esta personalizaci¨®n del debate contribuye a darle m¨¢s visibilidad, pero tambi¨¦n corre el riesgo de que se deshaga en oscuros callejones pol¨¦micos del tipo de "qui¨¦n dijo o no dijo qu¨¦ sobre qui¨¦n". Seguramente es m¨¢s ¨²til dejar de lado a las individualidades, por el momento, y volver a formular algunos de los principios fundamentales de la posici¨®n liberal laica que yo propongo. Como es natural, no puedo detallarlos en un solo art¨ªculo -har¨ªa falta un libro-, pero he aqu¨ª unos cuantos elementos b¨¢sicos.
Los musulmanes parten del islam. Los liberales parten del liberalismo. Yo soy liberal, de modo que mi origen est¨¢ en el liberalismo; no en la parodia propagada por la derecha estadounidense, sino en el liberalismo debidamente interpretado como la b¨²squeda del m¨¢ximo grado posible de libertad individual, siempre que sea compatible con la libertad de los dem¨¢s. Creo que, ante los retos que supone una diversidad en aumento, los ciudadanos debemos ponernos de acuerdo y detallar con m¨¢s claridad los principios fundamentales de una sociedad libre. Una forma de avanzar en este sentido ser¨ªa una carta de los derechos y los deberes de los ciudadanos como la que propone el primer ministro brit¨¢nico, Gordon Brown.
Uno de esos principios fundamentales es la libertad de expresi¨®n, que se ha visto erosionada de manera alarmante por las amenazas de muerte de los extremistas y por la desacertada voluntad de apaciguarlos de antemano por parte de diversas instituciones p¨²blicas y privadas. La libertad de expresi¨®n incluye necesariamente el derecho a ofender; no el deber, sino el derecho. En especial, debemos ser libres de decir lo que queramos sobre las figuras hist¨®ricas, se trate de Mois¨¦s, Jes¨²s, Mahoma, Churchill, Hitler o Gandhi, y luego dejar que se contrasten nuestras afirmaciones con las pruebas documentales. Puede que no estemos de acuerdo con lo que digan quienes quieren levantar controversias sobre estas figuras, pero debemos defender hasta la muerte su derecho a decirlo. Por motivos obvios, debe haber l¨ªmites a lo que se puede decir sobre personas que a¨²n est¨¢n vivas, pero deben ser unos l¨ªmites muy precisos.
Otro principio fundamental del liberalismo es la igualdad ante la ley, que incluye la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Otro es la libertad religiosa. Como una de las ideas liberales por excelencia es que debemos ser libres -no s¨®lo de perseguir nuestra propia versi¨®n de lo que es una buena vida, sino de cuestionarla y revisarla-, se deduce que debemos ser libres para propagar, poner en tela de juicio, cambiar y abandonar nuestra religi¨®n. En una sociedad libre, el proselitismo, la herej¨ªa y la apostas¨ªa no son delitos. Eso es algo, especialmente en el caso de la apostas¨ªa, que muchas versiones tradicionales del islam -para no hablar de las extremistas- no aceptan, pero es una idea liberal fundamental a la que no podemos renunciar.
Para garantizar estas libertades necesitamos una esfera p¨²blica laica. ?Pero a qu¨¦ nos referimos exactamente cuando decimos eso? Si hablamos de "los valores de la Ilustraci¨®n", hay que preguntar: ?qu¨¦ Ilustraci¨®n? ?La Ilustraci¨®n de John Locke, que reivindicaba la libertad religiosa, o la de Voltaire, que aspiraba a que estuvi¨¦ramos libres de religi¨®n? (simplifico deliberadamente una historia m¨¢s compleja). ?Un orden liberal en el que los devotos de todos los dioses tengan libertad para intervenir en la vida p¨²blica, en igualdad de condiciones con quienes afirman -a mi juicio, con raz¨®n- que no existe Dios? ?O un orden liberal en el que se mantenga a todos los dioses lo m¨¢s lejos posible de la plaza p¨²blica? (El t¨¦rmino republicano franc¨¦s de laicit¨¦ se aproxima m¨¢s a la segunda modalidad, y la tradici¨®n de la primera enmienda estadounidense, a la primera). Yo me inclino m¨¢s hacia Locke, pero no creo que convenga realizar este debate en el nivel abstracto y te¨®rico de ?qu¨¦ Ilustraci¨®n? Es mejor abordar aspectos concretos: escuelas religiosas, nuevas mezquitas, la ense?anza de la evoluci¨®n, el hiyab, las caricaturas de Mahoma, y as¨ª sucesivamente.
No obstante, lo que s¨ª debemos dejar m¨¢s claro es la diferencia entre el laicismo y el ate¨ªsmo. En mi opini¨®n, el laicismo deber¨ªa consistir en una discusi¨®n sobre las normas para una vida social y p¨²blica com¨²n; el ate¨ªsmo es un debate sobre la verdad cient¨ªfica, la liberaci¨®n individual y la esencia de una buena vida. El debate actual sobre el islam est¨¢ pervertido por una confusi¨®n entre las dos cosas. Los ateos deben tener derecho a decir a los musulmanes, cristianos y jud¨ªos: "Ser¨ªais mucho m¨¢s libres de mente si abandonarais vuestra rid¨ªcula fe en Dios". Y los creyentes deben tener derecho a contestar: "Tendr¨ªais un sentido m¨¢s profundo de la libertad personal si tuvierais fe". Ahora bien, ninguno puede imponer su postura al otro ni convertirla en condici¨®n indispensable para participar como ciudadano en una sociedad libre. El debate pol¨ªtico sobre la libertad para la religi¨®n y el debate personal sobre la libertad de religi¨®n o de la religi¨®n tienen que producirse en planos distintos.
Esa distinci¨®n, por supuesto, perder¨ªa valor si ser un musulm¨¢n devoto fuera verdaderamente incompatible con ser un ciudadano de pleno derecho en una sociedad libre. Me da la impresi¨®n de que eso es lo que creen varios de quienes participan en el debate actual, tanto ateos como cristianos, aunque no suelen decirlo con todas las letras. Pero la idea asoma una y otra vez: por ejemplo, en la f¨®rmula de que "el islam es incompatible con la democracia". Sin embargo, yo, que no soy musulm¨¢n, no tengo m¨¢s remedio que coincidir con el autor Edward Mortimer, que en su estudio sobre la pol¨ªtica del islam, Faith and power, llegaba a la conclusi¨®n de que no existe un islam ¨²nico e inmutable -"no hay m¨¢s que lo que oigo decir y veo hacer a los musulmanes"-. Lo que dicen y hacen los musulmanes, en nombre del islam, ha variado enormemente a lo largo de la historia, y sigue variando hoy d¨ªa. Est¨¢n el Cor¨¢n y el Hadith (tradiciones orales sobre la vida y ense?anzas de Mahoma), desde luego, igual que est¨¢ la Biblia. Pero, como en todas las grandes religiones, se trata de textos complejos, sujetos a diversas interpretaciones.
Cuando, esta semana, en The Guardian, un musulm¨¢n escrib¨ªa una carta en la que dec¨ªa, apoy¨¢ndose en referencias del Cor¨¢n, que el islam, debidamente interpretado, apoya "el principio crucial de la libertad de expresi¨®n", ?qu¨¦ inter¨¦s podemos tener los liberales no musulmanes en discutirle esa afirmaci¨®n? Si un cristiano apoya el imperio de la ley, tal como lo entendemos en un Estado liberal y laico del siglo XXI, no se nos ocurre gritar: ?pero tu Antiguo Testamento dice "vida por vida, ojo por ojo, diente por diente!". A no ser que los intereses ateos -demostrar que la religi¨®n no s¨®lo es una tonter¨ªa, sino una tonter¨ªa peligrosa- puedan m¨¢s que los intereses laicos liberales, que consisten en ver c¨®mo puede convivir gente de distintas creencias en paz y libertad.
Se me acaba el espacio, y no he hecho m¨¢s que empezar. Hay mucho que decir todav¨ªa. Todos los comentarios ser¨¢n bien recibidos, y seguiremos con esta conversaci¨®n tan importante. -
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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