En manos de Al¨¢ y los jueces
Capturado en Pakist¨¢n con 12 kilos de hero¨ªna de un 94% de pureza, Francisco del Pueblo puede ser condenado a muerte. Convertido al islam, y en espera de juicio, indulto o milagro, intenta sobrevivir en una c¨¢rcel de Karachi donde hasta respirar cuesta dinero
"Sigue habiendo ejecuciones, pero los ahorcamientos ya no son p¨²blicos. Esos d¨ªas no hay m¨²sica"
"Esto es un campo de concentraci¨®n, pero si tienes dinero eres el rey. Aqu¨ª todo se soluciona con sobornos"
"Mi fe me da m¨¢s seguridad en m¨ª mismo. Si estoy deprimido me voy a la mezquita. Es el ¨²nico rinc¨®n de paz"
"Si se han reinsertado etarras, ?por qu¨¦ no se le da una oportunidad a un insignificante tr¨¢ficante de droga?"
En la pared frontal del despacho del director de la Prisi¨®n Central de Karachi se destacan con orgullo los nombres y las fechas de los 62 directores que ha tenido esta temida c¨¢rcel, construida durante el imperio brit¨¢nico y en funcionamiento desde 1899. Son las 10.30 y el actual alcaide a¨²n no ha llegado. Al oficial de guardia le hace muy poca gracia que la periodista extranjera aparezca una hora y media antes de lo acordado, pero la invita a sentarse mientras examina el permiso.
La puerta de cristales deja ver lo que sucede en el patio cubierto que hay justo detr¨¢s del port¨®n de entrada, y el escalofr¨ªo es irreprimible. Vigilados por polic¨ªas, hombres sin uniforme van poniendo grilletes a grupos de 14 o 16 presos ligados a una cadena central.
Uno, dos, tres... Parece una macabra procesi¨®n interminable. "Van a los tribunales", asegura el oficial, que ha dado orden de que traigan a Francisco del Pueblo Mart¨ªnez, un preso espa?ol de 45 a?os que se enfrenta al riesgo de ser condenado a muerte o a cadena perpetua. El precio a pagar por ser capturado con 12 kilos de hero¨ªna. Hoy, convertido al islam, conf¨ªa en Al¨¢, en la clemencia del tribunal y en las gestiones de las autoridades espa?olas para obtener su indulto o, cuando menos, el permiso para cumplir en Espa?a la pena que se le imponga.
La Prisi¨®n Central de Karachi, construida a imitaci¨®n de un castillo, alberga a m¨¢s de 6.000 reclusos, incluidos tres espa?oles y varias decenas de africanos detenidos por narcotr¨¢fico. All¨ª "sigue habiendo ejecuciones, pero los ahorcamientos ya no son p¨²blicos". Sin embargo, los reos saben cu¨¢ndo le arrancan la vida a un compa?ero, y ese d¨ªa, con el est¨®mago encogido, viven una "jornada de luto sin m¨²sica y s¨®lo con los canales oficiales de televisi¨®n", cuentan los compa?eros de cautiverio de Francisco del Pueblo: Jos¨¦ Sequero, de 47 a?os, y Miguel Garc¨ªa Borr¨¢s, de 51, que ya llevan encerrados en esta c¨¢rcel cuatro a?os y siete meses. A estos dos amigos les pillaron, en su tercer viaje a Pakist¨¢n, con cuatro kilos de hero¨ªna cada uno. Su relativamente ben¨¦vola condena (seis a?os y medio de c¨¢rcel, y una multa) se debe a que en el laboratorio al que se llevaron la droga para analizarla les hicieron un favor: se quedaron con la mitad del alijo.
El funcionario advierte de que el recluso tardar¨¢ en llegar porque "no estaba preparado para tan temprano". Pasada la tensi¨®n del primer momento, se muestra amable. Coloca un platito de galletas y asegura que, aunque los presos pol¨ªticos se llevan a la Landi, la otra c¨¢rcel de esta ciudad paquistan¨ª, desde que el presidente Pervez Musharraf impuso el estado de emergencia, el pasado d¨ªa 3, unos 250 activistas pol¨ªticos y 35 abogados han pasado por la Prisi¨®n Central. "Los letrados estaban felices porque aqu¨ª se encontraban con sus clientes y pod¨ªan hablar con ellos sin restricciones", afirma con una sonrisa sarc¨¢stica.
El patio se ha quedado ya sin presos. Ahora la actividad consiste en un segundo registro de los paquetes, en su mayor¨ªa de comida, que los familiares de los cautivos entregaron fuera del recinto carcelario, en el c¨ªrculo exterior que le rodea. En esa especie de cintur¨®n de seguridad protegido por un gran muro exterior viven como en una aldea medieval los funcionarios de la prisi¨®n. La conexi¨®n al siglo XX la ponen los furgones para el traslado de los reos y un cartel publicitario de ne¨®n sobre una costrosa cafeter¨ªa. El siglo XXI a¨²n no ha hecho acto de presencia.
Nada hace sospechar que pueda ser Francisco el barbudo que entra tocado con un topi (el gorrito blanco que llevan los mul¨¢s y algunos fervientes musulmanes) y vestido con un conjunto azul marino de shalwar (la amplia camisola de algod¨®n hasta la rodilla, t¨ªpica paquistan¨ª) y pantalones bombachos.
Hechas las presentaciones, lo primero que dice es que quiere que la sociedad le perdone por el mal que hizo. Para conseguirlo se muestra dispuesto a dar a la polic¨ªa espa?ola "nombres y tel¨¦fonos" de los miembros de la red paquistan¨ª de narcotr¨¢fico en Barcelona, incluidos los locutorios en los que sabe que se lava el dinero de la droga. La entrevista con EL PA?S es como la primera parte de su confesi¨®n, aunque en lo referente a su vida carcelaria dice, con tono confidencial y tras una r¨¢pida ojeada a los tres polic¨ªas que hay en el despacho en ese momento, que "por motivos de seguridad" tendr¨¢ que cohibirse en las respuestas.
Cuando le apresaron, el 24 de junio de 2006, en el aeropuerto de Karachi, pretend¨ªa volar a Barcelona con una carga de 12 kilos de hero¨ªna de una pureza del 94%. Seg¨²n la ley paquistan¨ª, si la cantidad de droga aprehendida es superior a 10 kilos, la condena no podr¨¢ ser inferior a cadena perpetua, y aunque no hay constancia de que ning¨²n europeo haya sido condenado a muerte, la pena capital pende sobre su cabeza como una espada de Damocles.
"Yo sab¨ªa que me iban a meter algo, pero nunca imagin¨¦ que ser¨ªa tanto. Han arruinado mi vida", dice con un deje de amargura por la traici¨®n de Nadim, "un paquistan¨ª que reside legalmente en Barcelona porque se cas¨® por boda blanca [matrimonio por dinero para legalizar a extranjeros] con la hermana del padre de mi nieto".
Francisco asegura que, hasta conocer a Nadim, nunca hab¨ªa cometido delitos mayores. Hijo de padres alcoh¨®licos, que se separaron cuando ¨¦l ten¨ªa cuatro a?os, se cri¨® en centros de menores, hasta que a los 12 o 13 a?os empez¨® a ganarse la vida en la calle. "La droga es dinero f¨¢cil, y la calle te obliga a aprender. Trapicheaba y vend¨ªa para subsistir, pero nunca me drogu¨¦", sostiene.
Le detuvieron una docena de veces y cuatro de ellas pas¨® por la c¨¢rcel. "En Espa?a, el Codigo Penal es flexible, y cuando me pillaban con algo alegaba consumo personal, aunque los jueces no se lo creyeran".
En una rara mezcla de lenguaje culto y t¨¦rminos gramaticales incorrectos, cuenta que se cas¨® en 1989, pero que su matrimonio fue un desastre desde el primer d¨ªa. "Tuvimos una hija. La madre estaba relacionada con la prostituci¨®n, y la Generalitat nos retir¨® la custodia cuando ten¨ªa tres a?os. Yo me cog¨ª una depresi¨®n terrible, y en 1994 decid¨ª que no volver¨ªa a delinquir, que aquello no era vida. A partir de entonces viv¨ª en un albergue nocturno de la Cruz Roja y vend¨ªa en los mercadillos lo que encontraba rebuscando en los contenedores de basura".
La hija, que el pasado 30 de octubre cumpli¨® 18 a?os, se qued¨® embarazada a los 16 de uno de los amigos con los sal¨ªa desde hac¨ªa un a?o. Ese entorno fue el que conect¨® a Francisco con la red paquistan¨ª. "Nadim ten¨ªa correos a Londres, Suiza, Roma y otras ciudades. A m¨ª me pregunt¨® si quer¨ªa ganarme 3.000 euros y un viaje de tres d¨ªas a Italia con todos los gastos pagados. Le dije que s¨ª y vol¨¦ a Mil¨¢n. Desde el aeropuerto me cog¨ª un autob¨²s a la estaci¨®n central, y all¨ª me esperaba otro paquistan¨ª, que me entreg¨® una maleta. Era el 6 de octubre de 2005. Despu¨¦s me volv¨ª en tren a Barcelona. Es mucho m¨¢s f¨¢cil porque en los trenes no existen los controles de los aeropuertos. Yo llevaba la maleta conmigo y nadie me pregunt¨® nada. No la abr¨ª, pero sab¨ªa que ten¨ªa dos kilos de hero¨ªna porque Nadim me pregunt¨® directamente que si quer¨ªa recogerlos. Una vez en Barcelona, le llam¨¦ por tel¨¦fono, recogi¨® la carga y me pag¨®".
Fue tan f¨¢cil y el dinero parec¨ªa tan limpio que cuando el narcotraficante le propuso otro viaje a los 15 d¨ªas, tambi¨¦n a Mil¨¢n, no se lo pens¨® dos veces. De vuelta a Barcelona, reforzada la amistad entre ambos, tambi¨¦n colabor¨® con ¨¦l en el tr¨¢fico de personas, reclutando a espa?olas para bodas blancas con paquistan¨ªes. Francisco confiaba en Nadim porque era de su "entorno familiar".
Cuando habla asoman negruzcos y enfermizos los colmillos de su desdentada mand¨ªbula inferior, y de vez en cuando se sujeta la mano derecha, que le tiembla. Mucho antes de que le ingresaran, el 30 de junio de 2006, en esta tristemente famosa prisi¨®n de Karachi -la capital financiera de Pakist¨¢n, una ciudad portuaria de 12 millones de habitantes- le hab¨ªan diagnosticado principios de p¨¢rkinson, y la dura vida carcelaria empeor¨® su dolencia.
"Cuando me encerraron aqu¨ª, me asignaron a un barrac¨®n donde estaban, entre otros 60 presos, los dos espa?oles: Jos¨¦ Sequero y Miguel Garc¨ªa Borras. Luego lleg¨® una orden de separar a los sentenciados de los no juzgados. Yo me qued¨¦ en ese barrac¨®n y me hice amigo de dos paquistan¨ªes, pero los guardas quer¨ªan que les pagara y no ten¨ªa dinero. Todo lo que llevaba encima cuando me pillaron eran 200 euros. Entonces me trasladaron a un barrac¨®n horrible. ?ramos m¨¢s de 300 en un lugar para un m¨¢ximo de 60. No quiero ni recordarlo. Dorm¨ªa peor que los animales, en la puerta de las letrinas. Pagu¨¦ 1.000 rupias [un euro equivale a 85 rupias] para que me devolvieran al anterior barrac¨®n y volv¨ª a pagar por dormir en un sitio mejor. Tenemos por cama el suelo, pero si pagas puedes conseguir una manta. Yo la tengo".
"Aqu¨ª", contin¨²a, "est¨¢s obligado a pagar todo el tiempo. Ocupar las celdas en las que hay tres o cuatro presos cuesta 50.000 rupias. Nosotros, los tres presos espa?oles, sufrimos un acoso continuo porque saben que nos apoya la Embajada, a la que estoy muy agradecido. Yo sufr¨ªa crisis muy fuertes de mi enfermedad y por 6.000 rupias logr¨¦ pasar dos meses hospitalizado. El dinero se me acab¨®, me sacaron del hospital y me devolvieron al barrac¨®n en el que estaban mis amigos paquistan¨ªes".
Francisco, que apenas se relaciona con Miguel y Jos¨¦, dice que no come nada de la bazofia que dan en la c¨¢rcel. Con los 100 euros que entrega todos los meses a cada uno de los tres presos el representante consular espa?ol, la familia de sus amigos paquistan¨ªes le compra los alimentos que consume. "Hay que estar siempre vigilantes, porque los otros presos te roban la comida, la ropa o lo que tengas".
Y vuelve a la oscura historia que le hizo terminar con sus huesos en esta dura prisi¨®n, tan lejos de casa.
El dinero de los correos a Mil¨¢n se le acab¨® al a?o, mientras florec¨ªa el tr¨¢fico de drogas entre Espa?a y Pakist¨¢n. "Hab¨ªa mucha gente envuelta y pregunt¨¦ a Nadim cu¨¢nto ganar¨ªa. Me dijo que 5.000 euros y pens¨¦ que cargar¨ªa tres o cuatro kilos. Nos pusimos de acuerdo y volamos el 1 de mayo de 2006 los cuatro juntos: Nadim, Manoli [su mujer], la hija de ¨¦sta y yo. Aterrizamos en Peshawar [capital de la llamada Provincia Fronteriza del Noroeste] y de all¨ª nos fuimos a la casa de la familia de Nadim, que vive en un pueblo llamado Guyirat, de la provincia de Punjab [en el este de Pakist¨¢n]", relata Francisco.
"Ten¨ªamos billetes para volver el 8 de mayo, pero al llegar al aeropuerto de Peshawar se hizo evidente que hab¨ªa alg¨²n problema. No s¨¦ qu¨¦ pas¨®, pero creo que la carga fall¨®. Ellos se fueron y me dijeron que yo me ten¨ªa que quedar. Nadim me dio 5.000 rupias y me volv¨ª a Guyirat a la casa de sus hermanas. Como soy hombre no pod¨ªa verlas, ni a ellas, ni a sus hijas, s¨®lo a los cu?ados. Viv¨ªa en un cuarto en el que no entraban las mujeres, aunque a veces las ve¨ªa pasar de refil¨®n".
"Llam¨¦ por tel¨¦fono varias veces a Nadim. Me estaba poniendo nervioso porque mi visado era s¨®lo de un mes y me daba miedo que la polic¨ªa me detuviera. Finalmente volvi¨® ¨¦l solo el 9 de junio, y el 22 de ese mes volamos desde Lahore [capital de Punjab] hasta Karachi. Pasamos la noche en un hotel y al d¨ªa siguiente fuimos a la oficina de extranjer¨ªa para que extendieran el periodo de mi visado, que ya hab¨ªa caducado. Pagamos 150 euros y lo alargaron dos o tres d¨ªas m¨¢s. Sal¨ªamos el 24 de junio, pero esa ma?ana me dijo que vol¨¢bamos en compa?¨ªas diferentes porque no hab¨ªa plaza en la misma y en la que ¨¦l volaba hab¨ªa que pagar un suplemento".
La maniobra del narcotraficante desat¨® los temores de Francisco, que se templaron cuando le recogi¨® en un lujoso coche un hombre con pantal¨®n negro y camisa blanca con galones. "Parec¨ªa muy importante porque se saltaba todos los controles del aeropuerto. Se encarg¨® de que me dieran la tarjeta de embarque y me dijo que me tranquilizara". Especialistas europeos de lucha contra el crimen organizado consideran que "muy posiblemente se trate de un oficial de Aduanas".
Francisco estaba ya sentado en el avi¨®n cuando un azafato le pidi¨® el billete. De los dos hombres vestidos de civil que llegaban por detr¨¢s del sobrecargo, uno se sac¨® una pistola, la carg¨® y le enca?on¨®, mientras el otro le ped¨ªa el pasaporte. Le sacaron por una puerta de emergencia y le ense?aron una enorme maleta. Fue la primera vez que la vio. Supo que era suya aunque lo neg¨®, porque le hab¨ªan advertido que el equipaje que ten¨ªa que recoger en Barcelona era gris y llevaba una pegatina roja y amarilla de la compa?¨ªa de m¨®viles Jazz.
"Me ped¨ªan el tique y yo les dec¨ªa 'no tique', pero me lo hab¨ªan colocado en el billete. Del aeropuerto me llevaron a lo que ahora s¨¦ que es el distrito 1 de la fuerza antinarc¨®ticos. Me hablaban en urdu y en ingl¨¦s. No entend¨ªa nada, y ellos me pegaban, me chillaban y me zarandeaban. Al d¨ªa siguiente me trasladaron al distrito 2 y se repiti¨® el mismo interrogatorio a golpes. Luego, delante de un tal coronel Krall, aparecieron tres extranjeros que hablaban espa?ol. Me hicieron algunas preguntas, y como temblaba se interesaron por qu¨¦ me pasaba. Les dije que ten¨ªa principios de p¨¢rkinson. Creo que eran periodistas, porque me tomaron fotos que aparecieron en los peri¨®dicos y en la televisi¨®n paquistan¨ªes", se?ala. Sin embargo, los especialistas europeos consideran que se trat¨® de tres funcionarios de la Agencia Antinarc¨®rticos de Estados Unidos adscritos al consulado estadounidense en Karachi.
Los otros dos presos espa?oles saben tambi¨¦n "lo que es el triunfo y la derrota", en palabras de uno de ellos, Jos¨¦ Sequero, cuyos huesos asoman afilados por la camiseta. Alba?il de profesi¨®n, llevaba un mes en paro cuando decidi¨® volver a tentar su suerte, tras dos anteriores viajes a Pakist¨¢n en los que gan¨® unos 12.000 euros. Ahora, agotado por el empe?o de regresar vivo a Espa?a, s¨®lo sue?a con estar con dos de sus hijas.
Sobrevivir. La mismo ansia de su amigo Miguel Garc¨ªa Borr¨¢s. Una tarea dif¨ªcil. "Esto es un campo de concentraci¨®n. Una lucha diaria por subsistir, aunque reconozco que el r¨¦gimen carcelario es mucho m¨¢s duro para los paquistan¨ªes. Les pegan unas palizas terribles. Lo incre¨ªble es que si tienes dinero eres el rey. Aqu¨ª todo se soluciona con sobornos. El mismo director nos dijo el otro d¨ªa que si pag¨¢bamos las 100.000 rupias de la multa nos pod¨ªamos ir", afirma con la rabia marcada en su esquel¨¦tica cara.
Pese a todo, el final de su pesadilla parece cercano. M¨¢s incierto es el futuro de Francisco del Pueblo Mart¨ªnez. Tras ser detenido, no pudo llamar a la Embajada, pero el 27 de junio se present¨® en las dependencias policiales un representante consular. En Pakist¨¢n, Espa?a, adem¨¢s de la Embajada, tiene dos c¨®nsules honorarios, uno en Lahore y otro en Karachi. Ese representante le dijo que la maleta pesaba 40 kilos, de los que 12 eran de hero¨ªna con una pureza del 94%. "Lo ¨²nico que me vino a la mente fue la pel¨ªcula Expreso de medianoche [dirigida en 1978 por Alan Parker, y en la que se relatan las penalidades de un preso norteamericano detenido en Turqu¨ªa por narcotr¨¢fico]", dice para expresar el terror que sinti¨®.
Diecisiete meses despu¨¦s, Francisco sigue sin abogado. En teor¨ªa, Pakist¨¢n ofrece a los detenidos sin recursos una defensa penal de oficio, pero la pr¨¢ctica demuestra que no existe. El primer abogado que tuvo le pidi¨® 2.000 euros, y como no le pod¨ªa pagar se fue. Ahora est¨¢ en tratos con otro, que comenz¨® por pedirle 3.000 euros y que va ya por los 5.000. No sabe cu¨¢ndo se ver¨¢ su caso ante el tribunal ni cu¨¢l ser¨¢ la petici¨®n del fiscal, pero al preguntarle si teme que le condenen a muerte, reacciona como si hubiera visto al diablo y escupe la respuesta como un exorcismo: "Ning¨²n europeo ha sido condenado a muerte por un delito de drogas".
Luego, m¨¢s tranquilo, se?ala que la c¨®nsul espa?ola ha ido a visitarle y le ha dicho que le va a ayudar. "Hasta ahora los ¨²nicos contactos legales que tengo es que me llevan una vez al mes al juzgado. Vamos en grupos, esposados y enganchados a una cadena com¨²n. Si has pagado las 50 rupias correspondientes, los grilletes te los ponen flojos; si no es as¨ª, te dan dos o tres vueltas a la cadena y te duele a rabiar. S¨®lo se examinan los casos de los procesados que tienen defensa. Los dem¨¢s hacemos de simples comparsas, pero no me importa porque, mientras estamos all¨ª, al menos podemos alquilar el m¨®vil a los polic¨ªas y llamar a quien queramos", subraya, contento como un ni?o al que llevan de excursi¨®n.
Francisco insiste en que nadie le amenaz¨®, ni le forz¨®, ni le oblig¨® a convertirse al islam, sino que fue una decisi¨®n personal adoptada libremente. A mediados de junio se fue a ver al mul¨¢ de la prisi¨®n con sus dos amigos paquistan¨ªes. Con uno de ellos medio se entiende en el lenguaje com¨²n que han desarrollado, mezcla de urdu, ingl¨¦s y espa?ol. ?ste fue el que hizo de int¨¦rprete ante el mul¨¢. Abraz¨® la fe de Mahoma el 30 de junio, justo el d¨ªa en que cumpl¨ªa un a?o en el infierno. "La conversi¨®n es f¨¢cil, basta con saber los principios isl¨¢micos y seguirlos, pero no s¨¦ si soy sun¨ª o chi¨ª", se?ala.
El pasado 23 de noviembre, al d¨ªa siguiente de esta conversaci¨®n, Francisco ten¨ªa previsto recibir el certificado de las autoridades isl¨¢micas sobre su conversi¨®n, en el que se le acredita con un nuevo nombre: Mohamed Abdul¨¢ Abdul Rehm¨¢n. De momento, sin embargo, va a seguir utilizando sus nombres cristianos porque el consulado espa?ol le ha aconsejado que, ahora que se est¨¢ poniendo en marcha el indulto, no frene su proceso "con otro papeleo".
Con aire m¨ªstico, Francisco sostiene: "El pueblo musulm¨¢n me ha aceptado y me siento reconfortado por la fe. F¨ªsica y mentalmente estoy mejor. Tengo que aguantar mi pena, pero la fe me ha dado seguridad en m¨ª mismo y m¨¢s facilidad de palabra. Adem¨¢s, si estoy deprimido me voy a la mezquita, que es el ¨²nico rinc¨®n con paz dentro de este espanto".
A bote pronto, Francisco responde que no le importa no comer jam¨®n. Luego lo piensa mejor y matiza: "En realidad, Mahoma no quer¨ªa prohibir todo el cerdo, sino tan s¨®lo algunas partes da?inas; pero como no sab¨ªa muy bien cu¨¢les eran, lo prohibi¨® todo". En cuanto al alcohol, lo tiene a¨²n m¨¢s claro: "El Cor¨¢n permite beberlo si es con moderaci¨®n".
Al preguntarle cu¨¢l ha sido su d¨ªa m¨¢s duro en estos 17 meses no lo duda un momento. "Aqu¨ª el d¨ªa m¨¢s duro es cada d¨ªa. El contin¨²o acoso de todos para que pagues. El soborno interminable. La amenaza de mandarte al barrac¨®n de los africanos. No hay maltrato f¨ªsico, pero el da?o psicol¨®gico es insoportable".
"Quiero ser el ¨²ltimo preso espa?ol en Pakist¨¢n", dice exhibiendo su tormento para servir de ejemplo a otros y que no se les ocurra venir por este pa¨ªs. Al mismo tiempo, enarbola la bandera de la defensa de "otros presos espa?oles en otras c¨¢rceles extranjeras". Como sus dos compa?eros en la prisi¨®n de Karachi, que conf¨ªan en que prospere la petici¨®n de indulto del Gobierno por haber cumplido ya ambos dos tercios de la condena. Para Francisco, pendiente a¨²n de juicio, se aducen motivos humanitarios. Ya el a?o pasado se logr¨® la excarcelaci¨®n de otro preso espa?ol que ten¨ªa sida.
Francisco pide perd¨®n a la sociedad espa?ola por el da?o que haya podido causar a muchas familias la droga que iba a introducir, y ruega que, si no le indultan, le dejen al menos cumplir la condena en su propio pa¨ªs. El Gobierno espa?ol intenta llegar a un acuerdo sobre cumplimiento de condenas, como los firmados ya por algunos pa¨ªses europeos. Entre tanto, se pregunta: "Si se han reinsertado etarras, ?por qu¨¦ no se le da una oportunidad a un insignificante traficante?". ?sa es su ¨²ltima esperanza de dejar atr¨¢s el infierno.
1.547 espa?oles en c¨¢rceles extranjeras
SEG?N RECOGE la Fundaci¨®n Ram¨®n Rubial Espa?oles en el Mundo a partir de datos de la Direcci¨®n General de Asuntos y Asistencia Consulares de marzo de 2007, en esa fecha hab¨ªa 1.547 presos espa?oles en c¨¢rceles extranjeras. De ellos, 1.179 estaban encarcelados por delitos relacionados con las drogas.Los casos m¨¢s dram¨¢ticos son los de Pablo Ibar, que desde diciembre de 2000 se encuentra en un corredor de la muerte de Florida (EE UU), y Nabil Manakli, espa?ol de origen sirio encarcelado en Yemen en condiciones desconocidas y con un peligro de ejecuci¨®n que Amnist¨ªa Internacional consideraba ya hace un a?o como inminente. El caso del primero no est¨¢ cerrado y caben a¨²n apelaciones a la sentencia. En el caso de Manakli, la mediaci¨®n del ministro de Exteriores, Miguel ?ngel Moratinos, durante su viaje a Yemen en 2006, produjo la toma en consideraci¨®n de la petici¨®n espa?ola de conmutaci¨®n de la condena, aunque no ha habido cambios en su situaci¨®n.Hab¨ªa otro condenado a muerte en Filipinas desde 2004, Francisco Larra?aga, que se benefici¨® de la abolici¨®n de la pena capital en 2006 en ese pa¨ªs. El pasado mes de mayo se firm¨® un tratado por el que podr¨ªa cumplir en Espa?a la cadena perpetua por la que se le conmut¨® la pena capital.La mayor parte de los condenados espa?oles lo est¨¢ por delitos relacionados con el consumo y tr¨¢fico de drogas a peque?a escala. El Gobierno espa?ol ha alertado en repetidas ocasiones a los turistas del riesgo que contraen por viajar con drogas o comprarlas en el extranjero, tratando de evitar las consecuencias a las que pueden conducir la ignorancia y la imprudencia.Los pa¨ªses con mayor n¨²mero de espa?oles detenidos por asuntos de droga son Per¨², Portugal, Francia, Venezuela, Italia, Ecuador, Marruecos y Brasil, por este orden.El Gobierno de Espa?a ha firmado convenios bilaterales con m¨¢s de 20 pa¨ªses para que los reclusos puedan cumplir condena en su pa¨ªs. Es dif¨ªcil definir su perfil, pero la edad media de estos presos oscila entre 20 y 40 a?os. Hay 233 mujeres en total, y las comunidades con m¨¢s presos en el extranjero son Catalu?a y Madrid.
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