La moda italiana se queda al desnudo en televisi¨®n
Un programa de la RAI revela las entretelas del lujo
Prada, Gucci, Dolce & Gabbana y muchas otras grandes firmas de moda fabrican sus productos en grandes barracones donde comen, duermen y trabajan centenares de inmigrantes chinos, en situaci¨®n regular o en la clandestinidad. Los sueldos rondan los 800 euros al mes. La mano de obra necesaria para fabricar un bolso de Prada viene a costar entre 10 y 20 euros. ?sa es la realidad, seg¨²n el programa televisivo de investigaci¨®n Report, de la moda italiana, una industria que factura 70.000 millones de euros.
Las im¨¢genes resultaban expl¨ªcitas. Ocultos tras una falsa pared o amontonados en habitaciones llenas de basura, los inmigrantes trabajan hasta 12 horas diarias para satisfacer los pedidos de las empresas que, en teor¨ªa, deber¨ªan fabricar los productos. Porque algunas de las grandes casas de moda subcontratan la producci¨®n a talleres que, a su vez, subcontratan el trabajo a talleres clandestinos.
Durante el programa, varios portavoces de marcas prestigiosas, como el consejero delegado de Salvatore Ferragamo, explicaron que contaban con inspectores para vigilar c¨®mo se realizaban sus productos, y que se romp¨ªa autom¨¢ticamente la relaci¨®n con los talleres que no cumpl¨ªan la ley.
Report localiz¨®, sin embargo, varios de esos talleres antes que los inspectores de las marcas. La explotaci¨®n por parte de la industria del lujo ya fue denunciada en el libro Gomorra, de Roberto Saviano. En el caso de Gomorra se hablaba de los talleres clandestinos del sur, controlados por la mafia. Report se concentr¨® especialmente en la zona de Prato, cerca de Florencia.
En uno de los talleres, un encargado explicaba que, forzando un poco la ley italiana, bastaba realizar una parte del producto en Italia para poder lucir en la etiqueta el preciado Made in Italy. Y mostraba uno de los bolsos que realizaban para Dolce & Gabbana: estaba hecho en China, pero luego ellos a?ad¨ªan el forro, algunos adornos y las etiquetas, y ya era italiano.
En otro apartado, Report, de la cadena p¨²blica Rai Tre, se centraba en la complicidad entre las casas de moda y las revistas del sector. Casi todos los reportajes fotogr¨¢ficos de moda suponen un intercambio publicitario en el que, por supuesto, cualquier cr¨ªtica al producto ser¨ªa intolerable para el anunciante.
Vera Montanari, directora de la revista Grazia e Flair, explicaba as¨ª la falta de cr¨ªtica: "?Por qu¨¦ deber¨ªamos criticar a unos dise?adores que son estupendos y han hecho grande este pa¨ªs?". Sasha Gambaccini, de la revista A, admit¨ªa tener "interiorizado" el c¨®digo de conducta.
Pero las palabras no son tan expresivas como los hechos. Y es un hecho, seg¨²n Report, que Franca Sozzani, directora de Vogue Italia, la m¨¢s influyente revista del sector, ha simultaneado su trabajo con una consultor¨ªa para Cerruti. En cuanto al director de arte de Vogue Italia, Luca Stoppini, dirige campa?as publicitarias para firmas como Moschino.
Vogue es la revista m¨¢s influyente y su directora londinense, Anna Wintour (caricaturizada en la Miranda del libro y la pel¨ªcula El diablo viste Prada), ejerce un poder mundial y casi ilimitado. Este a?o ha impuesto que la Semana de la Moda de Mil¨¢n durara cuatro d¨ªas, en vez de los siete previstos: empez¨® el lunes con Armani y termin¨® el jueves con Versace. Los peque?os dise?adores quedaron fuera. A Wintour le conven¨ªa, simplemente, regresar antes a Nueva York.
La periodista de moda mejor pagada del mundo dej¨® una carta de agradecimiento, deliciosamente c¨ªnica, a los estilistas italianos: "Todo Vogue America os es grato por el calendario de esta semana, que nos ha permitido reducir al m¨ªnimo nuestra estancia, algo particularmente ¨²til dada la debilidad del d¨®lar".
Babelia
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