Un 'spa' para los golfistas

Indefinible en el horizonte abulense, el hotel del club de golf El Fresnillo suma argumentos en el fe¨ªsmo que la marea inmobiliaria ha generado en el paisaje en los ¨²ltimos a?os. Ni el incipiente pinar sembrado a su alrededor, ni el charol herb¨¢ceo del green de 18 hoyos, par 72, alivian el antojo de un edificio construido con m¨¢s idea de epatar que de emocionar. La carpa de pl¨¢sticoa un costado invita a mirar para otro lado con la esperanza de vislumbrar en d¨ªas despejados las torres de la ciudad que vio nacer a santa Teresa.

Pero, todo hay que decirlo, ¨¦ste es el ¨²nico hotel de cinco estrellas que tiene la provincia. Y eso merece especial consideraci¨®n por parte de las empresas que buscan un servicio de cierto lujo con auditorio, centro de negocios, salas polivalentes para convenciones, cine, spa, espacio fitness y restaurante gastron¨®mico. Un equipo entrenado vela para que todo funcione seg¨²n el gui¨®n. Un porche agradable da fluidez a las salidas al campo. M¨¢s de 60 hect¨¢reas para practicar a voluntad el swing.

Se puede disfrutar de los placeres del agua en una piscina din¨¢mica con camas de hidromasaje, o en las duchas bit¨¦rmicas y nebulizadas que siguen a la sesi¨®n de hamman. Eventualmente se imparten clases de yoga y de musicoterapia. Un spa peque?o, pero muy concurrido, dado que no existe otro igual en ?vila y alrededores.

El toque innovador de Jos¨¦ Urue?a, al frente del restaurante Zelai, reconcilia al hu¨¦sped con los placeres de la sobremesa. Otros dos comedores de menor categor¨ªa (Asador Vettonia y Snack La Vaquer¨ªa) prestan servicio en distintas zonas del complejo.

Salvo algunos detalles indisimulables de cursiler¨ªa, los dormitorios aten¨²an bastante el pastiche arquitect¨®nico y ornamental. Adem¨¢s de vistas al golf, sillones de abrigo, cojines mullidos y unas camas verdaderamente confortables, las 74 estancias exhiben en sus paredes grabados de pintores reconocidos (Gordillo, Bonifacio, Dar¨ªo Basso, Amaya Bozal...), que se pueden adquirir en la tienda del hotel junto a diversos complementos como estuches de ba?o y productos locales, yemas de Santa Teresa incluidas. Sin hacerse un roto en el bolsillo, las cuatro j¨²nior suites a?aden a sus generosas dimensiones el aliciente de una chimenea para soportar los rigurosos inviernos de ?vila. Y atemperar, de paso, la frialdad de algunos empleados que no dan abasto para atender todo el complejo.