Tenerife, el invierno m¨¢s c¨¢lido
Un tentador recorrido por Santa Cruz, La Laguna y la costa norte
Chocos en El Puntero o conejo en un guachinche. Subida al Teide y paseo por La Orotava. Los vinos de Icod y playas de andar por casa como El Bollullo. Un plan perfecto para estas navidades.
La primera imagen que muchos evocan de Tenerife, en realidad de cualquiera de las Canarias, es el mar azul intenso. En efecto, nuestros sentidos, al pensar en las islas como destino vacacional, quedan salpicados inevitablemente de salitre, de extensas playas y de una larga y deliciosa holganza diurna y nocturna que gira en torno a un Atl¨¢ntico festivo y bullicioso, de vagas reminiscencias caribe?as. Y aunque Tenerife tiene una amplia oferta para los amantes de un ocio acu¨¢tico y fiestero -adem¨¢s de su espectacular carnaval, este invierno del 14 de enero al 10 de febrero-, tambi¨¦n es mucho m¨¢s que eso. Si el turista enfila hacia el norte de la isla y abandona el ¨¢rido sur erizado de complejos hoteleros, spas, clubes nocturnos, windsurfistas y miles de litros de cerveza diarios, se encontrar¨¢ con un horizonte radicalmente distinto, m¨¢s encerrado en s¨ª mismo, verde y tradicional, amable y socarr¨®n, que parece crecer a otro ritmo y que tiene al Teide como epicentro de su belleza.
Nada m¨¢s salir de la capital, Santa Cruz, y subir hasta la universitaria ciudad de La Laguna, el clima puede cambiar tanto como su paisaje: todo se vuelve de una frondosidad intensa y jugosa, todo adquiere una calma y un disfrute pleno de historia, de peque?os pueblos que trepan ariscos por las monta?as y que invitan al encuentro con los paisanos, con el sabor del queso y de la carne de cabra, de su vino aut¨®ctono y azufrado. Incluso las playas parecen mucho m¨¢s ¨ªntimas en esta parte de Tenerife, como si fueran peque?as calas donde resulta f¨¢cil resguardarse del bullicio que se levanta insomne y fren¨¦tico al otro extremo de la isla: desde playa Jard¨ªn, en el Puerto de la Cruz (la zona m¨¢s tur¨ªstica del norte), hasta El Bollullo, El Socorro, Castro, los Roques o La Fajana, los visitantes podr¨¢n regocijarse con las limpias aguas que todo el a?o oscilan entre los 18 y 23 grados, y que casi siempre disfrutan los canarios como una liturgia dominical y aut¨®ctona.
El norte de Tenerife, de esta isla que en la particular nomenclatura de los tinerfe?os s¨®lo tiene norte y sur, como si su divisi¨®n resultara m¨¢s emocional que topogr¨¢fica, es un universo remoto que tiene algo de primordial: se puede disfrutar todo el a?o, ya sea bajo el sol del est¨ªo o bajo las brumas del invierno, que le procuran a su relieve un cierto perfume de ensue?o, sobre todo cuando el trayecto serpentea, se angosta y asciende con dificultad hacia el Teide. Con una altura de 3.718 metros sobre el nivel de mar, el volc¨¢n y sus alrededores ofrecen senderos escarpados entre el frondoso boscaje de laurisilva, el tipo de selva subtropical que cubr¨ªa Europa hace 20 millones de a?os y que en Canarias ha quedado como un f¨®sil viviente, una reliquia antediluviana. Si aquellos ¨¢rboles fueran animales, ser¨ªa como caminar entre dinosaurios. La ruta hacia el Teide brinda estampas impresionantes, a menudo suspendidas sobre bancos esponjosos de nubes, un fen¨®meno que colm¨® de sorpresa a visitantes ilustres de todas las ¨¦pocas, como el escritor Andr¨¦ Breton, para quien el Teide se convirti¨® en la monta?a surrealista por excelencia.
Bajando del parque nacional, y ya camino hacia La Orotava, el visitante puede regalarse con despaciosos trayectos por sus callejuelas adoquinadas y tranquilas, o visitar las innumerables iglesias de pleno sabor colonial, como la iglesia de la Concepci¨®n o la de San Juan Bautista del Farrobo. Vale la pena dar una vuelta por el pueblo durante la celebraci¨®n del Corpus Christi para contemplar la minuciosa elaboraci¨®n de los tapices de flores que confeccionan los vecinos, as¨ª como el gran tapiz central de arena volc¨¢nica que cubre la calle principal. Se trate de romer¨ªas, bailes de magos y dem¨¢s fiestas folcl¨®ricas, los lugare?os se entregan a ellas con una gustosa aquiescencia, con una alegr¨ªa exultante y llena de vino, comida t¨ªpica y bailes. Particularmente interesante es la romer¨ªa de San Marcos, en el municipio de Tegueste, o la fiesta de los corazones de Tejina, o la de San Andr¨¦s, en Icod de los Vinos, peque?o pueblo norte?o donde tambi¨¦n se puede ver el drago milenario, el m¨¢s grande y tambi¨¦n el m¨¢s longevo que se conoce. Aunque exageradamente se ha llegado a decir que tiene dos mil a?os, en realidad tiene alrededor de 600, que ya es decir.
Pero si el visitante quiere colmar el placer de lo aut¨®ctono, debe buscar alg¨²n guachinche donde saborear unas papas arrugadas con arom¨¢tico mojo de cilantro, un magn¨ªfico conejo en salmorejo, un contundente escald¨®n, unas jugosas costillas saladas con millo o, en fin, cualquiera de las delicias gastron¨®micas que nos aguardan como sorpresa en cada uno de estos tenderetes t¨ªpicos que originalmente montaban los hombres del campo en determinadas fechas para vender el vino de producci¨®n propia. Por eso, todo el norte vitivin¨ªcola de la isla, desde La Orotava hasta La Matanza, pasando por Santa ?rsula, El Sauzal o Tacoronte, est¨¢ festoneado de estos peque?os locales caseros, festivos, de comida deliciosa, donde no es raro escuchar el rasgueo de alg¨²n timple, el t¨ªpico instrumento de cuatro (a veces cinco) cuerdas con el que los canarios acompa?an su m¨²sica folcl¨®rica.
- Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Per¨², 1964) es autor de las novelas Los a?os in¨²tiles y El a?o que romp¨ª contigo (editorial Alfaguara).
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