La noche de los secuestrados
La mujer sale al descansillo. Hace unos segundos, un desconocido ha llamado al portero autom¨¢tico y ha preguntado primero por su hijo Iker y luego por ella. No le ha dicho para qu¨¦ les busca, pero amablemente ha abierto la puerta. Hablan a media voz de aquello que pas¨® hace ahora un a?o. No hace falta decir qu¨¦, ni siquiera conviene. Nunca se sabe qui¨¦n puede estar escuchando, qui¨¦n observando desde detr¨¢s de una mirilla. Se apaga la luz de la escalera y Pilar y el desconocido siguen cuchicheando en penumbra.
-No creo que mi hijo quiera hablar con usted de aquello. Desde entonces lleva encerrado en el silencio. Digo yo que ser¨¢ para protegernos.
Cuando terminan de hablar, ya ha anochecido en O?ate, uno de los pueblos m¨¢s pr¨®speros del interior de Guip¨²zcoa. El desconocido alcanza la calle y se gira para observar el piso donde viven Iker y Pilar. Se percata de que el vecino de arriba tiene colgada en el balc¨®n una pancarta a favor del acercamiento de los presos de ETA al Pa¨ªs Vasco. Y entonces comprende todav¨ªa mejor el silencio de Iker, la angustia alojada en el rostro de su madre, el fr¨ªo que empez¨® a tejerse en torno a ellos desde que, aquella tarde de hace ahora un a?o, Pilar se acercara al cuartelillo de la Guardia Civil y un agente de la Brigada de Informaci¨®n tecleara en el ordenador: "En O?ate, Guip¨²zcoa, siendo las 19.00 horas del d¨ªa 30 de diciembre de 2006. Se persona en este acuartelamiento do?a Pilar (...) participando que ha recibido una llamada telef¨®nica en la que su hijo Iker (...) le comunica que ha sido secuestrado por la banda terrorista ETA durante tres d¨ªas, habiendo sido liberado en la ma?ana de hoy en la localidad francesa de Arant o Asant, encontr¨¢ndose en este momento en el bar Sport. A?ade que le han sustra¨ªdo la furgoneta de su propiedad matr¨ªcula 6054 DKY, marca Renault, modelo Trafic, color granate oscuro...".
"Me ataron las manos y los pies con esposas. Me pusieron una capucha en la cabeza para que no pudiera ver nada"
Sobre los rehenes de ETA cae enseguida la doble sospecha. La polic¨ªa investiga su posible conexi¨®n con la banda
La misma furgoneta que esa misma ma?ana hab¨ªa estallado en uno de los aparcamientos de la terminal T-4 del aeropuerto de Barajas, asesinando a dos j¨®venes ecuatorianos y llev¨¢ndose por delante, una vez m¨¢s, todas las esperanzas de paz.
Desde entonces hasta ahora, ETA ha retenido a cinco personas para utilizar sus veh¨ªculos con distintos fines. El primer caso fue el de Iker. M¨¢s tarde, a finales de agosto, una pareja de Orio (Guip¨²zcoa) y su hijo de cuatro a?os fueron secuestrados en el departamento franc¨¦s de Las Landas. Su furgoneta, al igual que la de Iker, fue cargada de explosivos y conducida hacia Espa?a para cometer un atentado, aunque los terroristas -al sentirse cercados por la polic¨ªa- la hicieron estallar en mitad de un olivar a las afueras de Castell¨®n. La quinta persona retenida por terroristas de ETA en el plazo de un a?o se llama Fanny Tilhet y tiene 31 a?os.
S¨®lo el hecho de que su nombre pueda ser registrado aqu¨ª, que su rostro sonriente haya salido en los peri¨®dicos y en las televisiones francesas, hace muy diferente su caso al de los anteriores. Fanny, secuestrada durante unas horas por los terroristas que acababan de atentar en Capbreton contra los dos guardias civiles, ha contado lo que le pas¨® por la cabeza -"pens¨¦ que eran de ETA y que me iban a matar"-, qui¨¦n es su abuelo y qu¨¦ edad tienen sus hijos, y hasta las palabras que lleg¨® a cruzar con sus captores, dos hombres y una mujer... Ni Iker ni la pareja de Orio han contado nada. Lo primero que hicieron tras ser liberados fue desaparecer, hacerse invisibles. Y todav¨ªa hoy -unos y otros- le ruegan al desconocido que desaparezca, que se busque otro asunto del que escribir, que todav¨ªa hoy en Euskadi es m¨¢s f¨¢cil ser verdugo que v¨ªctima, que cuando un terrorista regresa a su pueblo despu¨¦s de haber pasado a?os en la c¨¢rcel lo reciben con estruendo y guirnaldas en las calles, pero que ellos, al regreso de sus respectivas pesadillas, lo mejor que recibieron fue el silencio.
-Y es que te conviertes en un sospechoso. Para unos y para otros. Pero olv¨ªdese de m¨ª y de mi nombre. Yo no le he dicho nada.
La doble sospecha. Lo primero que hizo la polic¨ªa tras la liberaci¨®n de Iker y de la pareja de Orio fue investigarlos. Por arriba y por abajo. A ellos y a sus familiares. Descartar que, en vez de una detenci¨®n ilegal, se tratara de un apa?o, de un teatro macabro. Yo os dejo la furgoneta y digo que me hab¨¦is secuestrado. El interrogatorio al reci¨¦n liberado es exhaustivo. Se vuelve una y otra vez sobre las mismas preguntas hasta llegar a la conclusi¨®n de que s¨ª, de que se trata de una detenci¨®n ilegal, de que verdugo y v¨ªctima s¨®lo tienen en com¨²n el lugar de procedencia, tal vez la lengua materna.
-S¨®lo uno de los tres secuestradores -explic¨® Iker- se dirig¨ªa a m¨ª. Era el que ocupaba la plaza del copiloto. Siempre me hablaba en espa?ol. Yo le hablaba continuamente en vasco, pero ¨¦l me respond¨ªa: "Yo te hablo en espa?ol para que no puedas reconocer de qu¨¦ parte de Euskadi soy".
Iker, de 23 a?os, hab¨ªa salido de O?ate la tarde del 26 de diciembre. Aunque normalmente iba a esquiar en compa?¨ªa de un amigo, esta vez lo hizo solo. Los polic¨ªas le preguntaron la ruta que sigui¨®, los pueblos por donde pas¨®, el tiempo que tard¨®, hasta si hab¨ªa pendiente o no en el aparcamiento de la estaci¨®n de esqu¨ª de Luz Ardiden.
-Todo fue bien durante la primera jornada del viaje. No vi nada raro.
El relato de Iker -tedioso por los detalles- se torna dram¨¢tico a las 20.30 del mi¨¦rcoles 27 de diciembre. "Empec¨¦ a prepararme la cena en la furgoneta cuando, s¨²bitamente, sobre las nueve de la noche, la puerta lateral se abri¨® y tres personas saltaron arriba. Llevaban pasamonta?as. S¨®lo se les ve¨ªan los ojos. Iban vestidos con ropas oscuras y guantes. Me di cuenta de que uno de ellos llevaba un arma. Se parec¨ªa m¨¢s a una pistola que a un rev¨®lver, pero no estoy seguro. Me tiraron al suelo. Me ataron las manos y los pies con esposas met¨¢licas. Me pusieron una capucha en la cabeza para que no pudiera ver nada. Mientras me ataban, uno de ellos me dijo que eran de ETA y que necesitaban el coche. No me acuerdo de las palabras exactas. Me preguntaron que de d¨®nde ven¨ªa, y yo le dije que del Pa¨ªs Vasco, de O?ate...".
Los polic¨ªas franceses escuchan la declaraci¨®n de Iker. Junto a ellos, un oficial de la Guardia Civil reci¨¦n llegado del cuartel de Intxaurrondo, en San Sebasti¨¢n. "Uno de ellos se puso al volante de la furgoneta". Iker no ve nada. No sabe ad¨®nde le llevan. Piensa que la acci¨®n ha sido tan r¨¢pida que nadie puede haberla advertido desde el exterior. Al rato le trasladan a un coche. Escucha el rumor de su furgoneta alej¨¢ndose por un camino de tierra. Iker y sus tres captores pasan la noche en el veh¨ªculo.
-El jueves 28 de diciembre por la ma?ana me dejan salir del coche para que vaya a orinar. En ning¨²n momento me retiran la capucha. No puedo ver d¨®nde nos encontramos, s¨®lo que camino sobre hierba y tierra, tal vez en un bosque. Les pido que me quiten las esposas de los pies. Me dejan las manos atadas. No almuerzo nada. Pierdo la noci¨®n del tiempo.
Sobre el mediod¨ªa, el ¨²nico terrorista que se dirige a Iker le pregunta si alguien le puede echar de menos. ?l responde que sus padres. Le pide entonces la clave para encender el tel¨¦fono m¨®vil y que teclee un mensaje dirigido a su madre. Y, efectivamente, a las 16.14 del 28 de diciembre, Pilar recibe un mensaje en su m¨®vil escrito en euskera: "Hola, mam¨¢. Como siempre, me estoy quedando sin bater¨ªa. As¨ª que ma?ana te mandar¨¦ otro mensaje. Y una cosita: me he juntado con unos amigos de Bergara [una localidad cercana a O?ate] y me quedar¨¦ un d¨ªa m¨¢s. ?OK? Mejor con compa?¨ªa, ?no? Hoy la bajada ha sido perfecta. Besos".
Por la respuesta de la madre, los terroristas comprueban que no ha sospechado nada. Apagan el m¨®vil. La tensi¨®n se relaja.
"Mi interlocutor me pregunta sobre mi vida, sobre mi familia, sobre mis aficiones, sobre la monta?a... S¨®lo hablamos de cosas sin importancia, nunca de pol¨ªtica o de la causa vasca".
Ya a esas horas, tarde del 28 de diciembre, la furgoneta de Iker ha llegado a Cahors. Es all¨ª, en un laboratorio de ETA que la polic¨ªa descubrir¨ªa meses despu¨¦s, donde es cargada con centenares de kilos de explosivos. Desde Luz Ardiden hasta Cahors hay 328 kil¨®metros, y de Cahors a Madrid, 918. La Renault Trafic con su carga mortal es dejada por los terroristas en la T-4 de Barajas al anochecer del 29 de diciembre. M¨¢s de 1.200 kil¨®metros en tres d¨ªas.
-?Polic¨ªa! ?Abran la puerta! ?Polic¨ªa!
El matrimonio de Orio y su hijo de cuatro a?os se despiertan sobresaltados. Est¨¢ amaneciendo. Es viernes 24 de agosto y llevan todo el mes recorriendo la costa Atl¨¢ntica de Francia. Ahora est¨¢n en un c¨¢mping de Messanges, en Las Landas. Los gritos arrecian. El padre decide abrir la puerta de su Mercedes Vito de color amarillo. Un turista alem¨¢n lo observa todo. Ve c¨®mo tres o cuatro personas encapuchadas suben al veh¨ªculo. Enseguida se identifican como miembros de ETA. Los terroristas vendan los ojos de sus v¨ªctimas y salen del c¨¢mping -reservado para autocaravanas- a toda prisa. Unos kil¨®metros despu¨¦s se deshacen de las dos tablas de surf del matrimonio y de las tres bicicletas. Los rehenes son llevados a un chalet de las inmediaciones. All¨ª permanecen durante tres d¨ªas. Hasta que su furgoneta estalla en Castell¨®n.
-No nos trataron mal.
Al igual que Iker, la pareja de Orio sostiene que jam¨¢s vieron el rostro de sus captores, y que en ning¨²n momento fueron maltratados... Que no ser¨ªan capaces de reconocer una voz o un rostro, que desde el lugar donde permanecieron retenidos no escucharon ning¨²n sonido peculiar, ni de trenes, ni de coches, ni de aviones. Su historia nada tiene que ver con la de Fanny Tilhet, la mujer retenida en Francia el pasado s¨¢bado cuando sal¨ªa de la peluquer¨ªa. La diferencia no est¨¢ en el tiempo que permaneci¨® retenida ni en la naturaleza de su miedo, sino en una cuesti¨®n aparentemente m¨¢s sencilla.
Fanny puede contarlo.
Cuando los periodistas llegaron a preguntarle por su pesadilla no les habl¨® en voz baja ni dej¨® apagada la luz del descansillo. Ni el vecino de arriba tiene colgada del balc¨®n una pancarta en solidaridad con los terroristas de ETA. -
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