Los sonidos de la marcha turca
Lo que molesta de Turqu¨ªa en la UE no es que sea "distinta", sino su deseo de ser como nosotros. Mientras, en la "nueva" Europa del Este florecen el populismo, el fundamentalismo cristiano y la xenofobia
Hace tres meses, el ministro franc¨¦s de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, aconsej¨® al mundo que se preparase para la guerra contra el supuesto programa nuclear de Ir¨¢n. Esta afirmaci¨®n caus¨® enorme revuelo, y las mayores cr¨ªticas se centraron en lo que sir John Holmes, responsable del organismo de Naciones Unidas para los refugiados, llam¨® el "estigma iraqu¨ª": el esc¨¢ndalo de haber utilizado las inexistentes armas de destrucci¨®n masiva de Irak como excusa para la invasi¨®n de ese pa¨ªs. ?Por qu¨¦ ¨ªbamos a creer ahora a Estados Unidos y sus aliados, que tan brutalmente nos hab¨ªan enga?ado entonces? Y de hecho, los servicios de inteligencia norteamericanos dicen ahora que no existe tal programa nuclear iran¨ª.
La ausencia de un sue?o de izquierdas despeja el camino al populismo fundamentalista
?El caso de Polonia no deber¨ªa obligar a redefinir Europa para excluir el integrismo cristiano?
Ahora bien, existe otro aspecto de la advertencia de Kouchner que es mucho m¨¢s preocupante. Cuando Sarkozy design¨® a Kouchner como jefe del Quai d'Orsay, incluso varios de quienes le criticaban elogiaron la medida y la consideraron una agradable sorpresa. Pronto qued¨® claro el significado de ese nombramiento: el regreso de la ideolog¨ªa del "humanismo militarista", o incluso el "pacifismo militarista". Lo malo de esta etiqueta no es que sea un ox¨ªmoron que nos recuerda el "la paz es la guerra" de 1984 de Orwell. Lo peor tampoco es que, como en el caso de Irak, Ir¨¢n se haya escogido como objetivo por intereses geopol¨ªticos y econ¨®micos. No, el principal problema del "humanismo militarista" no est¨¢ en lo de "militarista", sino en lo de "humanismo", en que una intervenci¨®n militar se presente como ayuda humanitaria, se justifique en funci¨®n de unos derechos humanos universales, por lo que cualquiera que se oponga a la misma es presentado como alguien que adopta una postura criminal que le excluye de la civilizaci¨®n.
Por eso, en el nuevo orden mundial, ya no tenemos guerras en el antiguo sentido de un conflicto entre Estados soberanos, regido por unas reglas determinadas (el trato a los prisioneros, la prohibici¨®n de ciertas armas, etc¨¦tera). Lo que hay ahora son conflictos "¨¦tnico-religiosos" que violan los derechos humanos universales y que requieren la intervenci¨®n "pacifista y humanitaria" de las potencias occidentales. En estos conflictos no es posible imaginar a una organizaci¨®n humanitaria neutral como la Cruz Roja mediando entre los dos bandos, porque una de las partes (la dirigida por Estados Unidos) ya asume ese papel, no se considera uno de los actores del conflicto sino un agente de la paz y el orden mundial.
La pregunta clave, pues, es: ?qui¨¦n es ese "nosotros" en nombre del cual suele hablar Kouchner, qui¨¦n est¨¢ incluido y qui¨¦n excluido de esta comunidad de gente civilizada que act¨²a en defensa de los derechos humanos? Tuvimos una respuesta inesperada (o, mejor dicho, una complicaci¨®n) un mes despu¨¦s de las declaraciones de Kouchner sobre Irak, cuando, en octubre, el Parlamento turco decidi¨® deso¨ªr las presiones de Estados Unidos y dio permiso a su Gobierno para emprender operaciones militares en territorio iraqu¨ª, con el fin de dar caza a los rebeldes kurdos. El presidente sirio Bashar Assad, de visita en Turqu¨ªa, a?adi¨® el toque definitivo al declarar que apoyaba el derecho de Turqu¨ªa a emprender acciones "contra el terrorismo".
Es como si un intruso (sin las debidas credenciales en materia de derechos humanos) hubiera irrumpido en el c¨ªrculo cerrado del "nosotros", de los que tienen el monopolio del humanitarismo militar. Nuestro malestar es el mismo que el del anfitri¨®n de una fiesta a la que llega alguien que no ha sido invitado y empieza a actuar como si fuera uno m¨¢s. Lo que hace desagradable la situaci¨®n no es que Turqu¨ªa sea "distinta", sino su pretensi¨®n de ser igual que nosotros, y esa circunstancia pone al descubierto una serie de reglas no escritas, prohibiciones silenciosas y exclusiones, que matiza el "nosotros" de la humanidad progresista.
La tremenda iron¨ªa de la situaci¨®n es que la perspectiva de que Turqu¨ªa marche sobre Irak ya tiene un precedente en el himno oficial de la Uni¨®n Europea, el Himno a la alegr¨ªa del ¨²ltimo movimiento de la Novena sinfon¨ªa de Beethoven. En la mitad del movimiento, despu¨¦s de o¨ªr la melod¨ªa principal en tres variaciones orquestales y tres vocales, llega el primer cl¨ªmax, en el que ocurre algo inesperado que preocupa a los cr¨ªticos desde que se interpret¨® por primera vez, hace 180 a?os: en el comp¨¢s 331, el tono cambia por completo y, en vez de la progresi¨®n solemne, el tema se repite al estilo de una marcia turca, la m¨²sica militar para viento y percusi¨®n que los ej¨¦rcitos europeos del siglo XVIII tomaron prestada de los jen¨ªzaros turcos. Es un aire de desfile popular carnavalesco; algunos cr¨ªticos incluso han comparado los "absurdos gru?idos" de los fagots y los bombos que acompa?an el inicio de la marcha con pedos. Y a partir de ese momento ya no se recupera la sencilla y solemne dignidad de la primera parte del movimiento.
?No ocurre lo mismo hoy en Europa? El s¨ªntoma m¨¢s destacado de la crisis actual de la Uni¨®n Europea es precisamente Turqu¨ªa: de acuerdo con la mayor¨ªa de los sondeos, el principal motivo de los que votaron "no" en los referendos de 2005 en Francia y Holanda fue su oposici¨®n a la incorporaci¨®n de Turqu¨ªa al club. El "no" puede justificarse con argumentos derechistas y populistas (no a la amenaza turca contra nuestra cultura, no a la mano de obra barata de los inmigrantes turcos), o progresistas y multiculturalistas (Turqu¨ªa no respeta los derechos humanos de los kurdos).
?Y qu¨¦ pasa si, como en el final de la Novena de Beethoven, el verdadero problema no es Turqu¨ªa, sino la melod¨ªa en s¨ª, la canci¨®n de la unidad europea que nos interpreta la ¨¦lite tecnocr¨¢tica de Bruselas? Lo que nos hace falta es una nueva melod¨ªa central, una nueva definici¨®n de Europa.
El problema turco, la perplejidad de la Uni¨®n Europea respecto a su posible incorporaci¨®n, no procede de Turqu¨ªa, sino de la confusi¨®n sobre qu¨¦ es Europa. El punto muerto experimentado por la Constituci¨®n europea es una se?al de que el proyecto busca su identidad.
En sus Notes Towards a Definition of Culture [Notas para la definici¨®n de la cultura], el gran conservador T. S. Eliot se?alaba que hay momentos en los que la ¨²nica forma de mantener viva una religi¨®n es crear una escisi¨®n sectaria y separarla del cad¨¢ver central. ?sa es hoy nuestra ¨²nica posibilidad: s¨®lo mediante una "escisi¨®n sectaria" del legado tradicional europeo, s¨®lo separ¨¢ndonos del cad¨¢ver en descomposici¨®n de la vieja Europa, podemos mantener vivo el legado de la Europa renovada.
Es una tarea dif¨ªcil, que nos obliga a asumir el peligro de lanzarnos a lo desconocido; pero la ¨²nica alternativa es pudrirse poco a poco, la transformaci¨®n gradual de Europa en lo que fue Grecia para el Imperio Romano en su ¨¦poca de madurez, un destino para el turismo cultural nost¨¢lgico sin ninguna importancia real.
Se suele calificar el dilema de Europa como una lucha entre los conservadores cristianos euroc¨¦ntricos y los multiculturalistas progresistas que quieren abrir las puertas de la Uni¨®n a Turqu¨ªa y m¨¢s all¨¢. ?No ser¨¢ un conflicto falso? En Polonia hemos visto en los ¨²ltimos tiempos una fuerte reacci¨®n contra la modernidad. Los llamamientos a la prohibici¨®n del aborto, la "limpieza" anticomunista, la exclusi¨®n del darwinismo de la ense?anza, incluso la extravagante idea de abolir el cargo de presidente de la rep¨²blica y proclamar a Jesucristo como eterno rey de Polonia, forman una propuesta para constituir una nueva Polonia inequ¨ªvocamente basada en valores cristianos y antimodernos.
La lecci¨®n est¨¢ muy clara: el populismo fundamentalista est¨¢ llenando el vac¨ªo creado por la ausencia de un sue?o de izquierdas. Las famosas palabras de Donald Rumsfeld sobre la vieja y la nueva Europa est¨¢n plasm¨¢ndose en una realidad inesperada: los perfiles incipientes de la "nueva" Europa formada por la mayor¨ªa de los pa¨ªses poscomunistas (Polonia, Pa¨ªses B¨¢lticos, Ruman¨ªa, Hungr¨ªa...), con su fundamentalismo populista cristiano, su anticomunismo tard¨ªo, su xenofobia, su homofobia, etc¨¦tera. ?Acaso ejemplos como el de Polonia no deber¨ªan obligarnos a redefinir Europa de tal forma que excluya el fundamentalismo cristiano?
Slavoj Zizek es fil¨®sofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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