El precio de la pasi¨®n
Sorprende el camaleonismo de ese taiwan¨¦s err¨¢tico llamado Ang Lee para hablar con profundidad, matices y verismo de culturas y formas de vida que le son ajenas, transmiti¨¦ndote la sensaci¨®n de que ha mamado de mundos tan dispares. Desde la Inglaterra victoriana de Sentido y sensibilidad a las miserias de la burgues¨ªa ilustrada norteamericana en La tormenta de hielo, desde la osad¨ªa de retratar un amor homosexual en el m¨¢s rancio universo country en Brokeback Mountain a adaptar con tono tenebroso el c¨®mic Hulk. Si no existieran los t¨ªtulos de cr¨¦dito resultar¨ªa muy complicado para la infalible pol¨ªtica del cine de autor deducir que esas pel¨ªculas las firma el mismo hombre.
Aunque la obra de Ang Lee desconozca afortunadamente los problemas de adaptaci¨®n y la impostura, siempre resulta curioso para el que sigue su cine que el inteligente y penetrante vagabundo retorne a sus chinas ra¨ªces, a esas se?as de identidad expresadas inmejorablemente en comedias memorables como Comer, beber, amar y El banquete de bodas.
DESEO, PELIGRO
Director: Ang Lee
Int¨¦rpretes: Tony Leung, Tang Wei,
Joan Chen, Wang Leehom
G¨¦nero: drama, Estados Unidos / China/ Taiwan, 2007
Duraci¨®n: 160 minutos
El t¨ªtulo de este retorno es Deseo, peligro y resulta muy expl¨ªcito sobre lo que nos va a contar, una densa y perturbadora historia sobre el riesgo mortal de frecuentar los volcanes, de que los espasmos de la carne y de la pasi¨®n se impongan a las obligaciones que dicta el cerebro. Ambientada en la China de 1938, ocupada por el ej¨¦rcito japon¨¦s, describe inicialmente la dolorosa p¨¦rdida de la inocencia de un grupo de estudiantes patriotas dispuestos a cargarse a un poderoso colaboracionista y que descubren el irreparable desgarro emocional que implica matar a un ser humano, el v¨¦rtigo que acompa?a al paso de la revolucionaria teor¨ªa a la siempre tr¨¢gica ejecuci¨®n. El largo arranque de Deseo, peligro, retratando la iniciaci¨®n en la conjura y en la violencia de esos idealistas con hambre de acci¨®n, se hace ligeramente moroso y puede desanimar al espectador sobre lo que puede dar de s¨ª el amenazador metraje de 160 minutos, pero hay una secuencia que te despierta y te revuelve. Ang Lee se empe?a en describir con realismo minucioso y estremecedor, s¨®lo comparable en su horror al asesinato del polic¨ªa y del taxista que filmaban Hitchcock en Cortina rasgada y Kieslowski en No matar¨¢s, las innumerables heridas que puede soportar un cuerpo antes de extinguirse.
A partir de ese momento, la historia toma cuerpo y crece. La cr¨®nica de esa relaci¨®n sin futuro, basada al principio en el enga?o y de consecuencias imprevisibles, entre esa mujer que debe seducir a su enemigo para tenderle la trampa letal y el villano que se detesta a s¨ª mismo y al que el sexo violento le sirve de catarsis, alcanza una intensidad, una fascinaci¨®n y una veracidad que asustan y conmueven.
Ese erotismo abrasivo no es fingido, no pretende actuar como reclamo morboso para la taquilla, te hace comprender lo que sienten los personajes, la complejidad de lo que les est¨¢ ocurriendo, la batalla entre su racionalidad y su deseo. Esa carnalidad desesperada posee tensi¨®n y clima, riesgo y autenticidad.
Es una pel¨ªcula a la que se le pueden disculpar los baches, ya que te compensa con explosiones de gran cine, con una est¨¦tica notable, con la enorme capacidad de su director para hacer emocionantes y cre¨ªbles los amores m¨¢s tortuosos y torturados, las flores del mal. A ello contribuye el admirable Tony Leung, herm¨¦tico, cruel, atormentado y pragm¨¢tico.
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