Hablar / escuchar
Hasta hace unos a?os no hab¨ªa podido escuchar a ?ngel Gabilondo. Cre¨ªa que con escuchar a un Gabilondo, I?aki; con jugar al mus y re¨ªr con otro, Ram¨®n, mi cuota Gabilondo ya estaba completa. S¨¦ que hay otros, s¨¦ que tambi¨¦n merecen la pena, pero uno debe convivir con sus limitaciones. No todos podemos ser de San Sebasti¨¢n. Ni siquiera de Bilbao. Como no todos podemos ser Gabilondo. Ser¨ªa demasiado. Y nunca nada demasiado. Adem¨¢s, las disidencias vienen bien -como se?ala ?ngel Gabilondo-, nos hacen mejores. Hay que tener la capacidad de diferir, ser distintos, considerar lo que dice el otro y escuchar incluso aquello que nos es lejano y diferente.
De eso hablaba el otro d¨ªa el rector, pensador y escritor Gabilondo en compa?¨ªa de Almudena Grandes y Juan Jos¨¦ Mill¨¢s. He le¨ªdo alguno de los libros de ?ngel Gabilondo y le he escuchado unas cuantas veces. Incluso hemos comido y bebido juntos esa forma cercana de celebraci¨®n de conversaci¨®n. De eso tambi¨¦n saben los Gabilondo. A su hermano I?aki le tientas con unos callos y un buen vino y la cosa va de pel¨ªcula, de final de Casablanca: "El principio de una gran amistad". Con ?ngel no he comido callos, todav¨ªa.
Hay que tener la capacidad de diferir, considerar lo que dice el otro y escuchar lo que nos es lejano y diferente
Escuchando sus pensamientos cercanos, leyendo su libro a la busca de un interlocutor, de alguien con quien hablar -muy diferente de alguien a quien hablar-, me doy cuenta de que dif¨ªcilmente podr¨ªamos haber coincidido en ese azar que facilitaba la noche para los encuentros. ?l es de los que creen que "madrugar ducha el alma".
Nosotros confundimos un bar con el ¨¢gora y pasamos muchas noches en lugares como El Cock. Un bar donde pod¨ªas encontrar un fil¨®sofo buscando la f¨®rmula en el fondo del vaso de c¨®mo ligar con alguna chica posmoderna. El mismo bar que sigue felicitando estas fiestas con un peque?o libro con dise?o del recordado Gonzalo Armero. Aquel intelectual, dise?ador, lector y charlista a pie de barra, con el que muy bien podr¨ªamos hablar de Francis Picabia -el autor elegido de este a?o- o del silencioso Juan Eduardo Z¨²?iga.
Ese excelente escritor que es Z¨²?iga, que presentaba, la misma tarde que Gabilondo, una edici¨®n anotada de su trilog¨ªa madrile?a. Una manera de hablarnos humanamente de un tiempo en que en esta ciudad de todos los fil¨®sofos -los nocturnos y los diurnos- hablaron las balas, hablaron las bombas. Y los mejores hombres se quedaron callados. O les mandaron a hablar fuera de casa, en el exilio. Z¨²?iga, hombre silencioso, supo hablar escribiendo. Un maestro en esa forma de conversaci¨®n. Hace tiempo que Madrid no es la capital de la gloria, pero mientras mantenga abierta esta traves¨ªa, este cruce de gentes que hablan, que escuchan, la derrota est¨¢ superada. -
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