La noche madrile?a se llena de cenas de empresa
Les ha entrado hambre tras 10 horas de juerga. Olga Lamas, 31 a?os, aterriza con sus compa?eros de trabajo en un bar con olor a frito de Atocha. Al filo de las 10 de la noche, su fiesta oficial ha terminado. Tracsa, la empresa de consultor¨ªa para la que trabaja desde hace siete a?os, organiza una jornada entera de fiesta para sus empleados por Navidad. El viernes a mediod¨ªa cerraron la discoteca Kapital de Atocha para los trabajadores. "Hemos desayunado fuerte porque en estas fiestas se come poco", cuenta Olga con una ca?a sujeta por la axila. Canap¨¦s, cuatro tiques de bebida y reggaeton. Empieza el fin de semana con m¨¢s cenas de empresa concertadas, seg¨²n la Asociaci¨®n de Empresarios de Hosteler¨ªa de la Comunidad de Madrid La Vi?a. Olga y sus amigos llenan el buche para quemar Madrid. "?Eh, tenemos un bote de cinco euros!", r¨ªe un colega. Hasta que el cuerpo aguante. "Ahora mismo voy pedo", confiesa Olga. Todo "buen rollito".
Algunas firmas a?aden extras, como una carrera de 'karts'
Una encargada se queja de que muchas reservas fallan a ¨²ltima hora
No es el a?o m¨¢s boyante. "Se nota el Eur¨ªbor", resume un camarero
"Como el jefe no viene, lo ponemos a parir", cuenta un trabajador
Casi dos kil¨®metros al norte, hay que tener paciencia. Cola en el aparcamiento subterr¨¢neo de la plaza de V¨¢zquez de Mella (Centro). El luminoso indica "completo" en rojo. Por delante, cinco coches. Un empleado sube por la rampa y pide a un conductor que se aparte. "Hay mucha gente por las fiestas de empresas", comenta con acento latino. A la media hora, el coche entra. Son las 11 de la noche.
-?Qu¨¦ postre acompa?a al men¨² 1?
-Crema y helado, con dos bolas de colores, que quede bonito.
Charla veloz entre camareros. No hay respiro en la barra. Almohada de patatas en rodajas, solomillo al punto y dulces que entran por el rabillo del ojo. En El Mercado de la Reina, en Gran V¨ªa, no cabe un alma. Men¨²s navide?os a doble turno por 42 euros, con "mucho vino" y platos para picar: croquetas, "jamoncito del bueno", pulpo...
Una decena de empleados de seguros de El Corte Ingl¨¦s comparte mesa y cena de empresa. La mayor¨ªa son mujeres. S¨®lo un trabajador: I?aki, centro de todas las bromas. Y ¨¦l, encantado de la vida. Yolanda y Marisa aseguran que la comida est¨¢ estupenda y que se llevan "muy bien". Posan para la foto entre un mont¨®n de risas de sorpresa y contin¨²an a lo suyo. Al filete.
La encargada, Raquel Mart¨ªn, asegura en la barra que no nota m¨¢s gente que otra semana. La ¨²nica diferencia es la reserva con antelaci¨®n. Y no siempre cumplen, claro. "Fallan much¨ªsimo, hemos llegado a tener mesas para 90 que se han quedado luego en 40", asegura.
Al otro lado de la Gran V¨ªa, el restaurante Gula Gula est¨¢ hasta los topes. Reservas desde hace dos meses. Diciembre est¨¢ ya completo, explica Jorge Torres, uno de los encargados. La locura: 500 clientes diarios en un doble turno. El doble que el resto del a?o. Por unos 30 euros se puede cenar de bufet, con derecho a un segundo plato y copa. Y no s¨®lo dan de comer. Es un espect¨¢culo, dice Torres, en el que "un camarero se te puede sentar encima para tomarte nota" y donde se es "muy permisivo" con los clientes. Esos camareros visten "como les da la gana", explica el encargado. Y as¨ª es. Hay hombres drag queens y mujeres en biquini. M¨²sica a todo volumen. Mucho ambiente ibicenco. La cena es un espect¨¢culo. Como el que llega despu¨¦s, el show Prizila el regreso, con la televisiva Deborah Ombres. Las empleadas de una residencia de ancianos buscan un poco de contraste entre los tangas y las pelucas. "Hay muy buen rollo, venimos a desinhibirnos", coinciden la directora, Virginia Miguel y su empleada, Blanca ?lvarez. Antonio, otro responsable, viste tacones de aguja, pantalones ajustados y un top con la espalda al aire. "?Por qu¨¦ me gusta mi trabajo?". Sonr¨ªe. Extiende los brazos y se se?ala a s¨ª mismo. Su cuerpo dice: M¨ªrame. Todo pasi¨®n.
La cena nunca es suficiente. La tradici¨®n marca que despu¨¦s toca copa. A medianoche, Ricardo y sus compa?eros de la empresa de material elevador aguardan para una mesa en la cocteler¨ªa de Del Diego. Entre brindis de caipirinha y mojito, Antonio -bautizado Resines por su parecido f¨ªsico con el actor- protesta por la cena: "Hemos comido mucho verde". A esas alturas de la velada, la ventaja ha quedado bastante clara. "El jefe no viene. Aprovechamos que no est¨¢ para ponerlo a parir". Comentario celebrado por todos.
Este a?o la cuesti¨®n cenas no est¨¢ muy boyante. "No es un buen momento para el sector, estamos viviendo un par¨®n econ¨®mico", explica Francisco Javier V¨¢zquez, de la Federaci¨®n La Vi?a. El camarero del De Diego lo resume: "Se nota el Euribor". Resines y compa?¨ªa no conf¨ªan en aguantar m¨¢s all¨¢ de las tres de la ma?ana. Temen que les tocar¨¢ volver andando. O esperar hasta que abra el metro a las 6.00, como otros a?os. No conf¨ªan en encontrar un taxi.
A la una de la ma?ana resulta f¨¢cil. "Es pronto", responde escueto el taxista preguntado por c¨®mo va a ir la noche. La flota nocturna es de unos 4.000 veh¨ªculos, seg¨²n estimaciones del sector. Como cualquier viernes. O casi. El taxista sentencia que cuando hay fiesta de empresa la gente conduce peor. Y otro detalle: la gente que se mueve por el centro es mayor. Poca litrona y mucha chaqueta.
En la empresa de Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez la etiqueta es lo de menos. Trabaja en Trek Bycicles. "S¨ª, hombre, la de Alberto Contador [ganador del Tour de Francia de este a?o]", explica apoyado en la columna del pub irland¨¦s Molly Malone's con una copa a medias. Sus compa?eros ocupan el ¨²nico rinc¨®n tranquilo del bar, hasta los topes. Empezaron 21 y quedan menos de 10. "Los de festejos", bromea Joaqu¨ªn. En su cena s¨ª ha habido jefe, Gonzalo. Y generoso. La empresa ha pagado la cena -47 euros por barba por un gran chulet¨®n- y no s¨®lo eso. Comieron todos juntos -tambi¨¦n abon¨® Trek- y se fueron a un circuito de karts. Para dormir, la empresa reserva un hotel a un par de calles. "No se debe conducir y no hay taxis", a?ade Gonzalo.
Por fortuna para Miguel Cano, no todos cierran igual las cenas de empresa. Es taxista, aunque podr¨ªa ganarse la vida como c¨®mico. Cuando se le pregunta por la caja que espera hacer se pone serio y dice: "En noches as¨ª, nosotros, los taxistas, facturamos alrededor de 2.000 euros". No pasa ni un segundo que se empieza a morir de la risa. Entre carcajadas aclara que entre 350 y 400 euros. Y m¨¢s importante: "Volver a casa sin sustos y sin problemas". Pasadas las tres, s¨®lo ha visto un peque?o accidente. Ni un control de alcoholemia.
Pero s¨ª los hay. Nueve equipos de la Polic¨ªa Municipal controlaron 80 puntos por la ciudad el viernes por la noche, m¨¢s que ning¨²n otro fin de semana. En la plaza de Lima, al filo de las cuatro, los agentes califican la velada como "tranquila". Han parado a una treintena de conductores. S¨®lo un positivo "y por muy poquito". Uno de los agentes entiende que los conductores est¨¢n "m¨¢s concienciados" por el carn¨¦ por puntos y las penas de c¨¢rcel del nuevo C¨®digo Penal. Ellos est¨¢n de guardia por las cenas de Navidad. Y ya se sabe, "todav¨ªa hay quienes beben y cogen el coche". Otros no lo hacen. En Cibeles, a las 4.30, centenares de personas esperan junto a tres marquesinas para coger el autob¨²s... Vuelven a casa. El lunes, de vuelta a la empresa, habr¨¢ an¨¦cdotas que comentar.
Informaci¨®n de Pilar ?lvarez, ?lvaro Corcuera y Guillermo Abril.
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