El ¨²ltimo refugio
La ¨²ltima vez que vi a Arun Rampa fue en la residencia de ancianos donde estuvo m¨¢s de un a?o. Siempre me intrig¨® por qu¨¦ hab¨ªa preferido vivir sus ¨²ltimos d¨ªas en Barcelona, casi en soledad, lejos de su familia en India.
Sol¨ªa viajar en metro de Travessera de Gr¨¤cia a Ciutat Vella. No le gustaba lanzarse a explorar nuevos rumbos. La Barcelona que dominaba y le pertenec¨ªa se encontraba en esa minigeograf¨ªa.
En 2002 decidi¨® vender sus propiedades en India y mudarse a Barcelona, impulsado quiz¨¢ por el nomadismo que le marc¨® desde peque?o, pues sus padres abandonaron Lahore en 1947 despu¨¦s de la partici¨®n de India y tuvieron que emigrar a Nueva Delhi. De su ciudad natal, Arun no recordaba nada porque sali¨® a la edad de un a?o; sin embargo, creci¨® escuchando miles de historias del antiguo Lahore.
Arun nunca se integr¨® en t¨¦rminos occidentales, pero sus cenizas reposan en su ¨²ltimo refugio
Su padre era gerente del peri¨®dico Delhi Newspapers antes de la partici¨®n y en su casa recib¨ªa frecuentemente a los mejores poetas y escritores de la ¨¦poca: Akhtar Shirani; Abdul Hamid, Adam; Hafiz Jahalandri, y Nadeem Kasmi. Arun se cr¨ªo en ese mundo cultural escuchando la dulzura de la lengua farsi que hablaba el padre, el punjabi hablado por la madre, el ingl¨¦s y el hindi que aprend¨ªa en la escuela, y el urdu que cultivaba en la calle. "Crec¨ª cuando se prohibi¨® en India hablar el urdu por ser el idioma de musulmanes, pero es nuestra lengua tambi¨¦n".
Criado en una familia de brahamanes, Arun se desarroll¨® adoptando las tradiciones de la religi¨®n hind¨². Desde su juventud se declar¨® agn¨®stico y decidi¨® estudiar filosof¨ªa y letras inglesas en Nueva Delhi, ciudad donde echaron ra¨ªces, aunque siempre sinti¨¦ndose refugiados, pues en casa s¨®lo se hablaba de regresar a Lahore.
Cuando Arun met¨ªa el billete del metro desde su casa en Travessera de Gr¨¤cia hasta la parada del metro de Drassanes, de alguna forma emprend¨ªa el viaje a su tierra natal. Se encontraba con un grupo de paquistan¨ªes provenientes de Lahore, quienes cada semana se reun¨ªan en una copister¨ªa para organizar los Musharah, reuniones de poes¨ªa que congregaban a muchos inmigrantes del Punjab que viv¨ªan en Barcelona. Aquellas reuniones estaban reservadas para ellos como un abrazo, como un cobijo. La tierra que los hab¨ªa partido era tambi¨¦n la que en Barcelona los un¨ªa.
Aunque Arun hab¨ªa escogido esta ciudad para conocer una cultura nueva, sucumbi¨® a la tentaci¨®n del inmigrante de refugiarse entre los suyos. Diariamente iba al Raval para comer con sus amigos asi¨¢ticos, que preparaban exquisitos manjares, y rara vez com¨ªa platillos occidentales. Sab¨ªa cocinar de manera prodigiosa a la usanza tradicional, moliendo ¨¦l mismo cada ingrediente; no utilizaba cuchillos o artefactos modernos para cortar los vegetales, "es muy violento y cambia el sabor", dec¨ªa.
Era un hombre sabio, extraordinario portador de su cultura: "Nuestra historia es oral, as¨ª transmitimos el conocimiento al resto de la sociedad, pero nunca buscamos imponernos a otras culturas, porque nuestra cultura es milenaria, no tenemos que demostrar qui¨¦nes somos".
Celebraba en Barcelona las festividades de India y le invitaban a las de Pakist¨¢n, pero no se rend¨ªa ante el fervor patri¨®tico: "Para m¨ª los nacionalismos representan la inseguridad de los pueblos".
Aunque amaba su cultura, Barcelona le hab¨ªa devuelto la libertad del anonimato, aqu¨ª no era nadie, s¨®lo un inmigrante m¨¢s, y eso lo apreciaba. Pensaba que es necesario que las culturas del mundo acepten su mestizaje para no vivir como extra?os. "Cualquiera que ¨¦ste sea, yo soy muy brit¨¢nico en mi forma de vestir, en mi puntualidad y algunas formalidades sociales, pero soy muy indio cuando se trata de sentimientos y de compartir", sol¨ªa explicar.
A los 62 a?os, sufri¨® una embolia y despu¨¦s un c¨¢ncer. Por alguna raz¨®n, se olvid¨® de su lengua materna, el punjabi, quiz¨¢ como un presagio que jam¨¢s regresar¨ªa a India. Arun nunca se integr¨® en la cultura catalana en los t¨¦rminos occidentales, pero lo hizo de la manera m¨¢s trascendental, reposando sus cenizas en este su ¨²ltimo refugio.
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