Los 'neocon' se convierten al realismo
Los neoconservadores se hab¨ªan dedicado a cambiar el mundo. Ahora los realistas se van a limitar a gestionarlo. No es una duod¨¦cima tesis de Feuerbach para los tiempos actuales, sino una constataci¨®n. La Administraci¨®n Bush ha girado desde hace algunos meses hacia el realismo, pero tambi¨¦n otros gobiernos se han venido a sumar, como el de Sarkozy. Para el ex neocon reconvertido a realista Robert Kagan, "el mundo se ha vuelto de nuevo normal".
En el caso de la Administraci¨®n Bush, el giro ha sido un poco tard¨ªo, y viene forzado por su fracaso en Irak. En parte es el resultado de la presi¨®n de los realistas que aconsejaban al padre; en parte de los que aconsejaban al hijo, como la propia Condoleezza Rice; pero en parte tambi¨¦n de los propios ide¨®logos del neoconservadurismo, tornados ahora en neorrealistas. Fukuyama rompi¨® hace tiempo. Kagan, que acu?¨® la frase de que "los americanos son de Marte y los europeos de Venus" nos obsequi¨® el pasado verano con una defensa de un realismo en el que segu¨ªa viendo la predominancia (que no omnipotencia) de EE UU en casi todo, sin un esfuerzo concertado de los dem¨¢s para contrarrestarlo, en lo que no carece de raz¨®n. No ve un regreso al balance of power, pero s¨ª a un realismo basado en el poder, duro y blando, visi¨®n compartida por algunas de las potencias emergentes, desde luego China, que, seg¨²n Kagan, "no comparten la idea de que el poder est¨¦ obsoleto". Pero este nuevo realismo se ve tambi¨¦n en Rusia, que se reafirma, en el discurso nacional de Brown, y en la justificaci¨®n muy aireada en contratos millonarios para empresas francesas de la pol¨ªtica exterior de Sarkozy. Incluso se percibe este realismo en el nuevo discurso que emana ahora de muchos pa¨ªses africanos que tienen materias primas.
En aras del realismo y de contratos millonarios, Sarkozy y Zapatero reciben a Gaddafi
La defensa de los derechos humanos queda para las ONG y la sociedad civil global
Es lo que tambi¨¦n marcan las l¨ªneas de fuerza que parten de los intereses energ¨¦ticos. No es una novedad. La seguridad energ¨¦tica -tanto de suministros como de precios- ha estado siempre en la base de la pol¨ªtica realista. Aunque la propia realidad est¨¢ cambiando. V¨¦ase el giro geopol¨ªtico que puede suponer la construcci¨®n de un oleoducto de Kazajast¨¢n a China, con lo que por primera vez le llegar¨ªa petr¨®leo al gigante asi¨¢tico por tierra, reduciendo su dependencia en un mar controlado por Estados Unidos, como han puesto de relieve diversos analistas.
Ser realista en pol¨ªtica internacional no significa s¨®lo dedicarse a hacer lo que es posible, ni limitarse a ser pragm¨¢ticos. Realismo no es equivalente a pragmatismo. El gran te¨®rico de esta escuela, Hans J. Morgenthau, en su cl¨¢sico Politics Among Nations, cuya primera edici¨®n data de 1948, defini¨® unos principios del realismo pol¨ªtico, el central de los cuales es que "el principal poste de se?alizaci¨®n que ayuda al realismo pol¨ªtico a encontrar su camino en el paisaje de la pol¨ªtica internacional es el concepto de inter¨¦s definido en t¨¦rminos de poder". No significa que ignore la moral, o lo deseable. S¨®lo que rechaza "identificar las aspiraciones morales de una naci¨®n en particular con las leyes morales que gobiernan el universo", en las que cre¨ªa.
Pero esto puede significar que el regreso al realismo se va a hacer a costa, al menos en parte, de la defensa de los derechos humanos en la pol¨ªtica exterior e incluso en la interior. En nombre del realismo y de contratos millonarios Sarkozy y Zapatero han recibido a Gaddafi. Viene ocurriendo tambi¨¦n con la pol¨ªtica occidental hacia China, ante la que se impone tambi¨¦n con fuerza el realismo, dada la incapacidad de influir con efectividad sobre su evoluci¨®n pol¨ªtica interna. Quiz¨¢s el mayor impulso para la defensa de los derechos humanos quede en las ONGs y en esa sociedad civil global que se est¨¢ creando, pues aunque volvamos a un realismo de Estados, el mundo ha cambiado y los actores no estatales -algunos sumamente nocivos como los grupos terroristas o el crimen organizado- han ganado un protagonismo que tiene una dif¨ªcil vuelta atr¨¢s. El nuevo realismo va a resultar mucho m¨¢s complejo de llevar a cabo.
La pol¨ªtica exterior de Estados Unidos siempre ha oscilado entre el realismo y el idealismo. Los neocons -sin ignorar los intereses del pa¨ªs tal como ellos los ve¨ªan- se inscribieron en la segunda l¨ªnea. Aprovecharon el ataque del 11-S para intentar cambiar todo Oriente Medio a partir de Irak. Bush despreci¨® el conflicto entre israel¨ªes y palestinos para concentrarse en una invasi¨®n del pa¨ªs mesopot¨¢mico -en la que tambi¨¦n cont¨®, y cuenta, el control de petr¨®leo a largo plazo- que llevar¨ªa la democracia en Bagdad a irradiar sobre el conjunto de la regi¨®n, algo a lo que han sido reticentes reg¨ªmenes tan amigos como el egipcio o el saud¨ª. Afganist¨¢n es un caso diferente y m¨¢s realista: all¨ª no pretend¨ªa crear un Estado realmente manejable. Simplemente desalojar a Al Qaeda y a los talibanes y lograr un Afganist¨¢n m¨¢s o menos estable que no sirviera m¨¢s de santuario a una organizaci¨®n terrorista global. Ni siquiera esto est¨¢ garantizado. Y al final de su mandato, como se ha visto en la cumbre de Ann¨¢polis, Bush quiere salvar su alma, o al menos su paso a la historia, y vuelve a dar prioridad a un proceso de paz entre israel¨ªes y palestinos. Hay algo de realismo en ello -y ojal¨¢ tenga ¨¦xito, aunque lo m¨¢ximo que cabe esperar es volver a empezar, a encauzar, un proceso de paz eventual- pero tambi¨¦n de cinismo.
Estados Unidos ha pasado, pues, del idealismo neoconservador al realismo del pre-postBush que previsiblemente seguir¨¢n su sucesor o sucesora en la Casa Blanca. No es algo especialmente atractivo; el realismo nunca lo es. Pero quiz¨¢s es lo mejor, o lo menos malo, ante un mundo que, como se?ala Pierre Hassner, ha entrado en la era de la "potencia relativa" y en el que es "m¨¢s dif¨ªcil aplicar las categor¨ªas de amigo, enemigo o competidor" (por ejemplo de EE UU frente a China).
Como refleja en un magn¨ªfico libro el fil¨®sofo brit¨¢nico de la pol¨ªtica John Gray (Black Mass: apocalyptic religion and the death of Utopia, 2007), los neocons bebieron del pensamiento religioso apocal¨ªptico, que ha renacido en el mundo sea para Al Qaeda, sea para estos idealistas de la derecha americana. Para Gray, "los movimientos modernos revolucionarios son una continuaci¨®n de la religi¨®n por otros medios". Bush pensaba "no s¨®lo que el mal existe sino que puede ser destruido".
Para Gray, "Irak ha sido el primer experimento ut¨®pico del nuevo siglo y quiz¨¢s el ¨²ltimo". Efectivamente, los neoconsservadores intentaron usar la fuerza para imponer la utop¨ªa. Han fracasado, ignorando el prof¨¦tico aviso de Robespierre en 1792, dos a?os antes de ser guillotinado, contra los peligros de tratar de exportar la libertad por la fuerza de las armas.
?Qu¨¦ viene despu¨¦s? Gray, adelant¨¢ndose a lo ocurrido llamaba a recuperar la tradici¨®n perdida del realismo: "La consecuci¨®n de la Utop¨ªa debe ser reemplazada por un intento de tratar con la realidad", ya sea el terrorismo, la proliferaci¨®n de armas nucleares u otros desaf¨ªos. Implica otra forma, no fundamentalista y mucho m¨¢s pr¨¢ctica, de abordar estos problemas. Hay que insistir: no resultar¨¢ demasiado atractivo, pues "el realismo requiere una disciplina de pensamiento que puede ser demasiado austera para una cultura que premia el confort psicol¨®gico por encima de cualquier otra cosa". ?Ay el confort psicol¨®gico! O lo que otros llaman la "p¨¦rdida del gusto por el esfuerzo". Es algo que nos puede echar a perder a unos europeos comodones.
Este nuevo realismo debe ir contra los tres pilares del "optimismo social" occidental que denunci¨® el gran Isaiah Berlin: 1) creer que los problemas centrales de los hombres son siempre los mismos; 2) que son solubles, y 3) que sus posibles soluciones son armoniosas entre s¨ª. El realismo lleva a vivir en contradicciones permanentes o sucesivas. Lleva a renunciar no ya al fin de la historia -una "estupidez", como la calific¨® Margaret Thatcher-, sino incluso a toda visi¨®n teleol¨®gica. El mundo va, pero no sabe, ni sabemos, hacia d¨®nde. El realismo sirve para navegar, no para llegar a ning¨²n puerto ni para cambiar el mundo. Pero puede ser mejor no tener respuesta, a apasionarse por una equivocada.
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