El dictado de la conciencia
Alexandr Solzhenitsin (Kislovodsk, Rusia, 1918), premio Nobel de Literatura en 1970 y escritor perseguido durante el r¨¦gimen comunista en la URSS, obtuvo el pasado mes de junio el Premio Nacional ruso en reconocimiento a toda su obra. Solzhenitsin fue privado de la ciudadan¨ªa sovi¨¦tica cuatro a?os despu¨¦s de ser galardonado con el Nobel -que no recogi¨® en Estocolmo por miedo a que el Gobierno de su pa¨ªs no le dejara regresar- y se exili¨® durante 20 a?os en Europa y Estados Unidos. En 1994 volvi¨® a Rusia. "Al ocaso de mi vida, oso esperar que el material hist¨®rico presentado al p¨²blico perdure en la conciencia de mis compatriotas", afirm¨® el autor con motivo de la entrega del Premio Nacional, a la que no pudo asistir por problemas de salud. El presidente Vlad¨ªmir Putin fue a su casa a entreg¨¢rselo.
"La Iglesia ortodoxa rusa ahora se pone en pie. Y el joven Estado pos-sovi¨¦tico aprende a respetarla como una instituci¨®n aut¨®noma"
"No le tengo miedo a la muerte. Es un hito natural, pero ni mucho menos marca el fin de la existencia de una persona"
"Las declaraciones de arrepentimiento de las personalidades pol¨ªticas son lo ¨²ltimo de todo. ?Qu¨¦ cabe esperar de ellas?"
"Putin se hizo cargo de un pa¨ªs saqueado. Se prepar¨® para hacer lo que fuera posible; y lo posible era una reconstrucci¨®n lenta"
Este oto?o, la editorial Tusquets ha culminado la edici¨®n de la obra m¨¢s conocida de Solzhenitsin, Archipi¨¦lago Gulag, y la editorial Styria ha publicado Agosto 1914, libro en el que narra la derrota del Ej¨¦rcito ruso y el surgimiento de la revoluci¨®n.
En esta entrevista, realizada unas semanas despu¨¦s de ser galardonado por Putin, el escritor ruso, que el pasado d¨ªa 11 cumpli¨® 89 a?os, habla sobre la historia de su pa¨ªs, el rechazo de Mija¨ªl Gorbachov y de Bor¨ªs Yeltsin, la decepci¨®n con la pol¨ªtica occidental y su postura respecto a la religi¨®n y la muerte.
PREGUNTA. Alexandr Is¨¢ievitch Solzhenitsin, le encontramos en pleno ajetreo. A sus a?os, parece usted desempe?ar sus obligaciones habituales, aunque su salud ya no le permita moverse libremente por su casa. ?De d¨®nde saca fuerzas?
RESPUESTA. Es un resorte interno de nacimiento. Siempre me he entregado al trabajo con placer; al trabajo y a la lucha.
P. ?Y esa fuerza no le ha abandonado en momentos de gran desesperaci¨®n?
R. Viene como tiene que venir. Y en ocasiones acababa saliendo algo bueno de ello.
P. Dif¨ªcilmente pensar¨ªa eso en febrero de 1945, cuando el servicio secreto militar detuvo al capit¨¢n Solzhenitsin en Prusia Oriental porque hab¨ªa escrito cartas que vert¨ªan opiniones desfavorables sobre Stalin. Eso le supuso ocho a?os de trabajos forzados.
R. Eso fue al sur de Wormditt. Ya hab¨ªamos escapado del cerco de los alemanes y nos dirig¨ªamos hacia K?nisberg. All¨ª me arrestaron. Pero ni el optimismo ni las convicciones que me impulsaban me hab¨ªan abandonado.
P. ?Qu¨¦ convicciones?
R. Han seguido desarroll¨¢ndose de manera natural con los a?os. Pero siempre estuve seguro de ellas, de lo que hac¨ªa, y siempre he actuado siguiendo el dictado de mi conciencia.
P. Cuando regres¨® del exilio, le decepcion¨® el progreso de la nueva Rusia. Rechaz¨® el Premio Nacional que le hab¨ªa ofrecido Mija¨ªl Gorbachov, al igual que la distinci¨®n con la que quiso honrarle Bor¨ªs Yeltsin. Sin embargo, ahora ha aceptado el Premio Nacional ruso que le brind¨® Vlad¨ªmir Putin, ex jefe de ese servicio secreto que persigui¨® y oprimi¨® tan brutalmente al escritor Solzhenitsin. ?C¨®mo cuadra eso?
R. Efectivamente, en 1990 me ofrecieron un premio por Archipi¨¦lago Gulag. Sin embargo, no fue Gorbachov, sino el Consejo de Ministros de la Rep¨²blica Socialista Federativa Sovi¨¦tica de Rusia, que entonces formaba parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Lo rechac¨¦. No pod¨ªa aceptar una manifestaci¨®n de reconocimiento personal por un libro que fue escrito con la sangre de millones de hombres. En 1998, en el punto m¨¢s bajo de la miseria nacional, apareci¨® mi libro El colapso de Rusia. Entonces, Yeltsin orden¨® personalmente que me impusieran la m¨¢s alta distinci¨®n nacional. Yo contest¨¦ que no pod¨ªa aceptar ninguna condecoraci¨®n de un poder estatal que hab¨ªa llevado a Rusia al borde de la ruina. Sin embargo, el Premio Nacional que me otorgaron recientemente no lo concede el presidente en persona, sino un grupo respetado de expertos al cual pertenecen investigadores y gente del mundo de la cultura con un prestigio intachable. El presidente, como primera personalidad del Estado, entrega este premio el d¨ªa de la fiesta nacional. Cuando acept¨¦ esta distinci¨®n, expres¨¦ mi esperanza de que las amargas experiencias de Rusia, a cuyo estudio y valoraci¨®n he consagrado toda mi vida, nos puedan proteger de nuevos abismos desastrosos. Y s¨ª, Putin fue un alto mando del servicio secreto; no obstante, no era informador del KGB ni intendente de campo en el Gulag. A los servicios de espionaje que se ocupan de las actividades en el extranjero no se les ha pasado a cuchillo en ning¨²n pa¨ªs, e incluso son liberados en algunos de ellos. A nadie se le ha ocurrido echar en cara a George Bush padre sus tempranas actividades en la c¨²pula de la CIA.
P. Toda su vida ha instado al poder estatal a manifestar su arrepentimiento ante los millones de v¨ªctimas de los gulags y el terror comunista. ?Han atendido realmente este llamamiento?
R. Me he acostumbrado a que las declaraciones de arrepentimiento de las personalidades pol¨ªticas en la actualidad sean lo ¨²ltimo de todo. ?Qu¨¦ cabe esperar de ellas?
P. ?Se podr¨ªa decir ahora lo mucho que ha contribuido Archipi¨¦lago Gulag al fracaso mundial del comunismo?
R. Esta pregunta no me la deber¨ªa dirigir a m¨ª; no es tarea del autor dictar ese tipo de sentencias.
P. La oscura experiencia del siglo XX fue algo -y aqu¨ª citamos literalmente a Alexandr Solzhenitsin- que hasta cierto punto Rusia deb¨ªa recorrer en representaci¨®n de la humanidad. ?Han podido extraer los rusos una lecci¨®n concreta de las dos revoluciones y sus consecuencias?
R. Mi impresi¨®n es que empiezan a hacerlo poco a poco. Est¨¢ apareciendo gran cantidad de textos y pel¨ªculas sobre la historia de Rusia en el siglo XX, de una calidad muy dispar, como es natural. Pero el inter¨¦s aumenta. Precisamente, la televisi¨®n estatal emiti¨® Rusia, una verdad espantosa, brutal y sobre todo no suavizada en una serie sobre la obra de Varlam Shalamov...
P. Deducimos de todas sus declaraciones recientes que usted ve que Rusia vuelve a ir lentamente por el buen camino. ?Qu¨¦ opini¨®n le merece la ¨¦poca del Gobierno de Putin en comparaci¨®n con sus predecesores, Gorbachov y Yeltsin?
R. Del estilo de gobierno de Gorbachov sorprend¨ªan la ingenuidad pol¨ªtica, la escasez de experiencia y la irresponsabilidad en relaci¨®n con su pa¨ªs. Eso no fue un ejercicio de poder, sino una renuncia sin sentido al poder. Gracias al entusiasmo de Occidente se sinti¨® confirmado en este comportamiento. Sin embargo, hay que reconocer que fue Gorbachov y no Yeltsin -como se afirma en todas partes- quien otorg¨® la libertad de opini¨®n y movimiento a nuestros ciudadanos. La irresponsabilidad de Yeltsin no fue en absoluto nimia. Se empe?¨® en dejar la propiedad estatal en manos privadas lo m¨¢s r¨¢pidamente posible y permiti¨® el asalto desenfrenado a las riquezas de Rusia, que rondaban varios miles de millones. Para asegurarse la protecci¨®n de los pr¨ªncipes regionales, les invit¨® al separatismo, permiti¨® que se aprobasen resoluciones que despedazar¨ªan el Estado ruso. Con ello se despojaba a Rusia de su bien merecido papel hist¨®rico y de su lugar en la escena internacional. Ello fue recibido en Occidente con un sonoro aplauso.
P. ?Y Putin?
R. Putin se hizo cargo de un pa¨ªs que hab¨ªa sido saqueado y totalmente desequilibrado, con una poblaci¨®n en gran parte desanimada y empobrecida. ?l se prepar¨® para hacer lo que fuera posible; y lo posible era precisamente una reconstrucci¨®n lenta y paso a paso. Estos esfuerzos no se percibieron de igual manera y al principio tampoco se valoraron debidamente. Despu¨¦s de todo, ?podr¨ªa usted mencionar ejemplos de la historia en los que los esfuerzos para el restablecimiento de un gobierno fuerte fueran bien recibidos desde el exterior?
P. A Occidente le interesa una Rusia estable. El discernimiento de lo anterior se ha interpuesto. Sin embargo, nos sorprendi¨® sobre todo esto otro: cuando estaba en juego la forma correcta de gobierno en Rusia, usted siempre defendi¨® la autonom¨ªa administrativa de los ciudadanos rusos y lo compar¨® con la democracia occidental. Lo que vemos despu¨¦s de siete a?os de gobierno de Putin es precisamente el resultado contrario: el presidente posee el poder exclusivo, todo gira en torno a ¨¦l.
R. ?Pues claro! Ya he insistido repetidamente y sigo insistiendo en que Rusia necesita una administraci¨®n aut¨®noma local. Con esto no quiero decir que esta soluci¨®n se contraponga al modelo occidental de democracia. Al contrario. Quiero convencer a mis conciudadanos con ejemplos de administraci¨®n aut¨®noma muy eficaces en Suiza y en Nueva Inglaterra, que yo he visto con mis propios ojos. No obstante, usted confunde la administraci¨®n aut¨®noma local -en la que la gente conoce personalmente a los administradores elegidos- con aquellas estructuras regionales de poder de una docena de gobernadores que, junto al poder central de Mosc¨², exterminaron los diminutos g¨¦rmenes de administraci¨®n aut¨®noma local en tiempos de Yeltsin.
P. Eso nos resulta dif¨ªcil de comprender. Nunca se pregunta a las voces cr¨ªticas en este pa¨ªs. Apenas existe oposici¨®n.
R. Sin duda, una oposici¨®n es indispensable y todo el mundo anhela un progreso saludable para Rusia. Como en tiempos de Yeltsin, s¨®lo los comunistas representan una oposici¨®n apta. Cuando usted habla de que apenas hay oposici¨®n, se refiere seguramente a aquellos partidos democr¨¢ticos que se dieron en los a?os noventa. No obstante, debe verse con imparcialidad: en el transcurso de los a?os noventa, a la gente le fue cada vez peor. Tres de cada cuatro familias en Rusia se ve¨ªan afectadas por un retroceso b¨¢sico en el nivel de vida, todo bajo la "bandera de la democracia". Lo que sorprende es cu¨¢ndo desert¨® la gente de esa bandera. Hasta hoy, los dirigentes de esos partidos no lograban ponerse de acuerdo sobre los puestos de ministros en un gobierno imaginario en la sombra. Es lamentable que en Rusia no exista una oposici¨®n fuerte, constructiva, visible y superior en n¨²mero. Evidentemente, se necesita m¨¢s tiempo para que se forme. Tambi¨¦n se necesita m¨¢s tiempo para que maduren otras instituciones democr¨¢ticas.
P. En nuestra ¨²ltima entrevista hace siete a?os usted critic¨® que en la Duma se sentasen s¨®lo la mitad de los diputados elegidos directamente y que estaban dominados por los representantes de los partidos pol¨ªticos. Tras la reforma electoral de Putin ya no hay m¨¢s mandatos directos. ?Eso s¨ª que es un paso atr¨¢s!
R. S¨ª, eso me parece un error. Soy un detractor convencido y consecuente del parlamentarismo de partidos y favorable a un sistema en el que se elija a los representantes del pueblo independientemente de la pertenencia a un partido. Es decir, que conozcan su responsabilidad personal en las regiones y distritos, y puedan ser destituidos cuando trabajen mal. Entiendo y respeto las cooperativas econ¨®micas, las uniones de cooperativas, los pactos territoriales, las organizaciones educativas y profesionales, pero no comprendo la naturaleza de los partidos pol¨ªticos. Una uni¨®n que se basa en convicciones pol¨ªticas no puede por fuerza ser estable y con frecuencia tampoco est¨¢ exenta de intereses personales. Ya en tiempos de la Revoluci¨®n de Octubre, Le¨®n Trotski dec¨ªa con gran contundencia: "Un partido que no ve la toma de poder como su fin no vale nada". Eso significa que se anhela un beneficio propio a costa del resto de la poblaci¨®n. Si se vota a programas de partidos y a designaciones de partidos, se sustituye la ¨²nica elecci¨®n cre¨ªble de un representante del pueblo: un candidato con un nombre concreto a trav¨¦s de un elector que tambi¨¦n tiene un nombre. Ah¨ª reside todo el sentido de la verdadera representaci¨®n popular.
P. A trav¨¦s de toda su obra se muestra la influencia de la fe ortodoxa en el car¨¢cter ruso. ?Qu¨¦ competencia moral tiene hoy la Iglesia ortodoxa rusa? Nos parece que volver¨¢ a ser la Iglesia oficial, una Iglesia que los actuales gobernantes en el Kremlin legitiman como autoridad.
R. No, al contrario. Uno debe preguntarse c¨®mo la Iglesia, en los pocos a?os que han pasado desde que estuvo sometida por el Estado comunista, ha podido forjarse de nuevo una posici¨®n independiente. No debemos olvidar las terribles p¨¦rdidas humanas que tuvo que soportar la Iglesia ortodoxa rusa durante casi todo el siglo XX. Ahora se pone en pie. Y el joven Estado pos-sovi¨¦tico aprende a respetar a la Iglesia como una instituci¨®n aut¨®noma e independiente. En la Iglesia ortodoxa rusa, la doctrina social va mucho m¨¢s lejos que el programa del Gobierno.
P. En su entrevista con el fundador de Der Spiegel, Rudolf Augstein, en 1987, usted se refiri¨® a lo dif¨ªcil que resulta hablar p¨²blicamente de la religi¨®n. ?Qu¨¦ significa la fe para usted?
R. Para m¨ª la fe pertenece a las bases y a los cimientos de la vida del ser humano.
P. ?Tiene miedo a la muerte?
R. No, desde hace mucho tiempo ya no le tengo miedo a la muerte. Cuando era joven, deb¨ª de pensar mucho en que mi padre, con 27 a?os, muri¨® demasiado pronto. Ten¨ªa miedo a abandonar la vida antes de poder llevar a cabo mis planes literarios. Sin embargo, ya entre los 30 y los 40 a?os adopt¨¦ una postura muy calmada frente a la muerte. Para m¨ª es un hito natural, pero que ni mucho menos marca el fin de la existencia de una persona.
? Der Spiegel. Traducci¨®n de News Clips
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