Bali, prudente optimismo
La Cumbre de Bali ha venido precedida de comentarios, an¨¢lisis y esperanzas. El acuerdo alcanzado in extremis ha sido juzgado por muchos como insuficiente y decepcionante y quiz¨¢ no sea de extra?ar sobre todo en una primera impresi¨®n.
Sabiendo como sabemos que la mitigaci¨®n, la reducci¨®n de emisiones de efecto invernadero, el cambio en el paradigma de la energ¨ªa y la adaptaci¨®n a los efectos del calentamiento, son inevitables constatar que los l¨ªderes pol¨ªticos del planeta no han sido capaces de ponerse de acuerdo sobre cantidades de reducci¨®n ni sobre los plazos para lograrlo no ayuda al optimismo.
El Protocolo de Kyoto que finaliza el a?o 2012 ha constituido s¨®lo un t¨ªmido intento para resolver los problemas generados por el calentamiento global. Y, consecuentemente, muchos ciudadanos demandamos que este Protocolo sea sustituido por un acuerdo, post-Kioto, que garantice que el aumento en la temperatura media no sobrepase los 2? cent¨ªgrados lo que evitar¨ªa los peores da?os que el cambio clim¨¢tico va a ocasionar.
Es cierto que lo logrado es poco, pero es que ese poco era muy dif¨ªcil de alcanzar
Los gases de efecto invernadero, y en particular los de CO2, constituyen emisiones con caracter¨ªsticas de mezcla perfecta y persistentes y, por tanto, el logro de un acuerdo garante de los objetivos marcados por el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Clim¨¢tico) exige una actuaci¨®n en todos los frentes (sectores) y una intervenci¨®n de todos los actores econ¨®micos que han estado representados en Bali por los gobiernos estatales y entes sub-estatales.
Es mi objetivo matizar un poco la opini¨®n pesimista acerca de lo logrado en Bali. Es cierto que es poco pero es que ese poco era muy dif¨ªcil de lograr.
El acuerdo tiene que ser necesariamente global a varios niveles pero centr¨¦monos en la globalidad que afecta a los estados que lo han de ratificar. Los hechos y la teor¨ªa ilustran que en una situaci¨®n como la enfrentada en esta cumbre la consecuci¨®n de un acuerdo tiene que superar numerosos obst¨¢culos. El clima de la tierra es un bien p¨²blico de naturaleza global, lo que significa que cada pa¨ªs es consciente de que le compensa beneficiarse con la mitigaci¨®n que otros lleven a cabo sin incurrir ¨¦l en ning¨²n coste de reducci¨®n de emisiones.
Si a esto se a?ade que el acuerdo tiene que llevarse a cabo entre un n¨²mero de agentes muy elevado, con un reparto en el poder de negociaci¨®n muy asim¨¦trico, con costes de mitigaci¨®n muy dispares entre pa¨ªses y una gran incertidumbre, la combinaci¨®n no puede ser m¨¢s explosiva. En la cumbre de Bali se daban todas estas condiciones lo que hac¨ªa prever que iba a ser muy dif¨ªcil avanzar de manera significativa en el logro de acuerdos vinculantes.
Las diferencias entre los costes de mitigaci¨®n que soportan las distintas econom¨ªas del mundo son evidentes (no es lo mismo mitigar para la India o China que para pa¨ªses europeos con altos niveles de desarrollo), las asimetr¨ªas entre los poderes negociadores tambi¨¦n son claras (comparemos Europa o EEUU con pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo). Afortunadamente estas diferencias han sido suavizadas al presentar Europa un frente com¨²n que ha equilibrado la balanza y ha podido servir de contrapeso para el dominio norteamericano contrario a la soluci¨®n de mitigaci¨®n/ reducci¨®n de emisiones en el corto plazo. Y tambi¨¦n es cierto que la incertidumbre complica las cosas porque los costes de la reducci¨®n se soportan en el corto plazo mientras que los beneficios que se obtengan de este esfuerzo ser¨¢n realidad en un futuro que siempre es incierto y que, desde luego, afectara m¨¢s a las generaciones futuras.
Siendo conscientes de lo que supone el compromiso de la reducci¨®n, y habiendo apostado por soluciones alternativas como la de introducir las tecnolog¨ªas de captura y secuestro de carbono (CSC), el haber logrado en el ¨²ltimo momento que EEUU haya aceptado la propuesta de actuar v¨ªa mitigaci¨®n debe ser considerado como un avance sustancial, lo mismo que la incorporaci¨®n a esta idea de Canada y alg¨²n otro pa¨ªs desarrollado renuente hasta el momento a aceptar que la soluci¨®n al problema del cambio clim¨¢tico tiene que pasar por reducir emisiones y no s¨®lo (aunque tambi¨¦n) por seguir investigando e introduciendo tecnolog¨ªas que permitan emitir lo mismo sin tener que soportar los efectos perniciosos que las emisiones causan.
Europa, actuando como l¨ªder en esta negociaci¨®n, ha dejado claro que los informes emitidos por el IPCC son cre¨ªbles, que los efectos antropog¨¦nicos son avalados por los cient¨ªficos evitando que, de nuevo, EEUU se escapara por la v¨ªa lateral.
Antes de ponernos a lamentar lo que no se ha logrado deber¨ªamos quiz¨¢ permitirnos pensar en el avance t¨ªmido, pero avance a fin de cuentas, que se ha logrado en Bali. Avance que significa b¨¢sicamente la aceptaci¨®n de una realidad que ha sido negada sistem¨¢ticamente por muchos durante demasiado tiempo.
Trasladar la impresi¨®n de que no se est¨¢ dispuesto a actuar no ayuda a lograr que en los pr¨®ximos a?os los representantes puedan alcanzar acuerdos vinculantes y cuantitativos sobre reducci¨®n de emisiones ni tampoco a concienciarnos acerca de lo imperioso de los esfuerzos individuales y personalizados. Y esto es necesario para que el compromiso de Bali pueda, a posteriori, ser visto como un paso importante que nos conduzca al cambio de paradigma y hacia el reconocimiento de que es necesario un nuevo contrato social con el Planeta Tierra que nos permite existir.
Mari Carmen Gallastegui es Catedr¨¢tica de Teor¨ªa Econ¨®mica de la UPV-EHU.
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