Navidad
Pasan cosas muy raras en Navidad.
Una amiga m¨¦dico que trabaja en un hospital me ha contado que estar de guardia en el servicio de Psiquiatr¨ªa en Nochebuena es una verdadera pesadilla, porque acuden en tropel infinidad de pacientes con las crisis m¨¢s agudas, los ataques m¨¢s desesperados y los problemas m¨¢s estrafalarios. La Navidad turba, conmueve y a veces tritura hasta el tu¨¦tano a las personas. No s¨®lo porque es un moj¨®n temporal en el que todo el mundo recuerda inevitablemente a sus muertos con nostalgia, sino, sobre todo, porque hay que lidiar con los vivos, y con sus expectativas siempre en conflicto con las nuestras. Estallan nuestros anhelos de dicha en Navidad, y la realidad nunca est¨¢ a la altura de nuestros deseos. Los conflictos no suceden s¨®lo en la familia: leo en la prensa que el 22% de las personas confiesa ir por obligaci¨®n a los almuerzos de empresa navide?os. De modo que, entre todos esos compa?eros de trabajo achispados y alegres, hay una quinta parte que se est¨¢ comiendo el h¨ªgado en silencio. Todo por el qu¨¦ dir¨¢n y por adaptarte a los requerimientos de los otros.
Claro que no todas las cosas que ocurren son negativas. Guardo un recorte de prensa de hace un par de a?os que refleja los resultados de una pintoresca encuesta: al parecer el 33% de los espa?oles confiesa haber besado en la boca a un compa?ero de trabajo en la fiesta de Navidad de la oficina. Rep¨¢mpanos, uno de cada tres parece mucho: yo he ido a bastantes fiestas de empresa y nunca me ha tocado. Pero eso tambi¨¦n es Navidad: ese par¨¦ntesis de gracia en la obligaci¨®n y la rutina, ese peque?o v¨¦rtigo de creer que te puedes permitir hacer algo distinto. Una brizna de locura que te lleva a besar con entusiasmo unos labios nuevos o a irrumpir en las urgencias del psiqui¨¢trico. Pasan cosas raras en Navidad.
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