La Catalu?a fren¨¦ticamente franquista

Memorias. Por razones ya casi personales, me he emocionado invenciblemente al llegar al final de este libro y leer la en¨¦sima variante de confesi¨®n de un miembro de la Victoria que se declara por fin vencido, y eso hace Esther Tusquets cuando termina el relato hacia 1956 o 1957: contar los pasos menudos que la desplazan desde una familia de la Victoria y la alta burgues¨ªa hacia el sentimiento de pertenecer a los vencidos, seguramente sin saber demasiado bien entonces qu¨¦ significaba eso porque apenas pudo enterarse de qu¨¦ pueda ser una derrota devastadora e irrecuperable, tan lejos de las puestas de largo y los fastos del Liceo, tan ajena a los viajes por Europa para ver al Papa de Roma en Roma, antes o despu¨¦s de los largos veranos.

Ella se va de la madriguera franquista despu¨¦s de haber entrado hasta el fondo de la Victoria porque la Victoria est¨¢ en su familia y en los de casa, "fren¨¦ticamente franquistas", tanto como para recorrer la Diagonal para poder ver dos veces a Franco en el desfile de la Victoria. Hay en la familia muertos de la guerra y hay un hombre fan¨¢tico de aquella victoria como monse?or Tusquets, el Juan Tusquets que funda en la guerra las Ediciones Antisectarias y desde 1940 la refunda como la editorial Lumen que ha llegado hasta nosotros pero que empez¨® con ¨¦l siendo una expendedur¨ªa de textos religiosos con encargos seguros y regulares (y es all¨ª donde empezar¨¢ la muchacha Esther Tusquets a trabajar como editora: de eso sabemos por sus valiosas Confesiones de una editora poco mentirosa).

Esther Tusquets ha rehabilitado aqu¨ª una parte de su biograf¨ªa que estaba en algunas de sus mejores novelas -y dos centrales: El mismo mar de los veranos y Correspondencia privada- y al igual que hac¨ªa P¨ªo Baroja (pero Baroja no avisaba) ha usado en estas p¨¢ginas diversos y extensos pedazos de sus novelas, y en particular a prop¨®sito de ese gran asunto central que fue la relaci¨®n enferma con una madre intolerante... sin ocultarse a s¨ª misma la narradora ni ocultarnos a nosotros que ella misma era una ni?a de m¨ªrame y no me toques.

Debi¨® de ser una muchacha insoportable, desde luego, como hija en rebeld¨ªa y disconforme pese a la plenitud material y social de su vida. Maravilla saber que ese mundo de la alta sociedad y el dinero real es real, y la gratitud por ese saber es la primera respuesta del lector, aunque no s¨¦ si ser¨¢ igual de entusiasta la reacci¨®n de quien haya pertenecido a ese entorno, o lo haya vivido de cerca.

Sin acritud ya ni casi resentimiento, se desmonta el escenario y la farsa en este libro, y se despliegan poco a poco los detalles de la decepci¨®n sobre la vida de los pr¨®ximos, o sobre la vida que le esperaba a una misma de no haber puesto fil a la agulla para salir de ella y reinvent¨¢rsela despu¨¦s de sacarse de encima algunas cosas turbadoramente ciertas: desde el complejo de superioridad que alimenta la escolarizaci¨®n privilegiada de aquella muchacha hasta la victoria sobre la inmadurez de quien sigue crey¨® en el falangismo como opci¨®n pol¨ªtica ya avanzados los a?os cincuenta, y fue capaz de saltar del caballo.

La valiente honradez del libro y la asunci¨®n de contradicciones es seguramente su lujo m¨¢s alto, por encima quiero decir del lujo de ser y haber sido carne de Liceo: que los padres se ocupasen en domingo de ellos dos, ella y su hermano ?scar, ni se planteaba, por supuesto, aunque s¨ª deb¨ªan acudir a misa, pese a que el colegio no fuese religioso ni sus padres creyentes. La mezcla es poderosa, y est¨¢ tan mal contado todav¨ªa el franquismo puro y duro y catal¨¢n que lo primero que habr¨¢ que hacer para contarlo es volver a leerse este libro y sacarle punta a confidencias como la repugnancia de su se?ora familia por el modernismo -"el colmo del mal gusto", como opinaba "la mayor¨ªa de barceloneses"- o que no haya duda ni incompatibilidad real en que sus padres "eran burgueses, eran de derechas y franquistas, pero eran ateos". -