El piso de Cavafis en Alejandr¨ªa
Me hubiera gustado titular este texto: La casa en la que tambi¨¦n hubo un burdel, pero es muy posible (lo reconozco) que algunos as¨ª no hubieran identificado la casa de Constantino (o Constandinos, en griego actual) Cavafis en su natal Alejandr¨ªa. La casa -un buen piso- en la que vivi¨® los 25 ¨²ltimos a?os de su vida, un noble edificio decimon¨®nico con suelos de m¨¢rmol en el portal, pero sin ascensor. Cuando Cavafis se traslad¨® a vivir all¨ª con su hermano Pablo en 1907 -Pablo estuvo s¨®lo un a?o- la casa era el n¨²mero 10 de la Rue Lepsius, pues las calles de esa cosmopolita ciudad (patria, no lo olvidemos, tambi¨¦n de dos italianos de importancia, Marinetti, que conoci¨® a Cavafis, y Ungharetti) estaban rotuladas en franc¨¦s. Era la Alejandr¨ªa que vio E. M. Forster y tambi¨¦n la que terminar¨ªa inmortalizando Lawrence Durrell en su famoso Cuarteto. Dig¨¢moslo cuanto antes: esa ciudad -aunque a¨²n est¨¦n los edificios y varios hoteles de la hermosa Corniche como el Cecil- ya no existe. No hay cosmopolitismo que valga ni placeres a discreci¨®n ni mala vida internacional. La ciudad hoy sabe (como buena parte del hermoso Egipto) a islamismo, y ya es suerte que a la entrada de la ciudad, viniendo de El Cairo, el nombre est¨¦ en ¨¢rabe, en ingl¨¦s y en griego, supongo que como m¨ªnimo homenaje a su esplendoroso pasado. De la Alejandr¨ªa de Cavafis queda tanto como del antiguo Serapeion pagano (destruido por los cristianos) cuyo resto m¨¢s notable es una sola y gran columna, mal llamada Columna de Pompeyo. Es m¨¢s, los restos de los miles de griegos que todav¨ªa viv¨ªan en Alejandr¨ªa hasta despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial hubieran desaparecido igual, de no ser por la Embajada de Grecia en Egipto, que los tutela: tanto el viejo cementerio griego (donde Cavafis est¨¢ enterrado desde 1933) como su propia casa, algunas de cuyas habitaciones -tres al menos- conservan a¨²n parte del mobiliario original, en ese estilo h¨ªbrido que los ingleses suelen llamar levantino.
Hasta 1921 pens¨® que era un lugar de paso, pero un a?o despu¨¦s supo que ya vivir¨ªa all¨ª siempre
Hasta 1921 Cavafis pens¨® que esa casa era un lugar relativamente de paso, pero cuando apenas un a?o despu¨¦s pidi¨® el retiro de su mon¨®tono trabajo administrativo, supo que ya vivir¨ªa all¨ª siempre. Entonces ese barrio se llamaba Massalia y era esencialmente europeo, mejor griego, alrededor de la iglesia ortodoxa de San Sabas. Pero era tambi¨¦n un barrio con cierta mala fama, con no pocos burdeles, uno de ellos debajo mismo del piso del poeta y naturalmente en su edificio. No se llevaba mal ¨¦l con aquellas mujeres y aunque coment¨® a algunos amigos que "a veces recib¨ªan verdaderos monstruos", no dej¨® de a?adir que no era menos verdad que otras "llegaban ¨¢ngeles". ?C¨®mo iba a extra?ar a Cavafis un burdel cuando ¨¦l tanto hab¨ªa frecuentado y cantado en tabernas prostibularias? "Cuando ayer paseaba por un barrio / de las afueras, pas¨¦ ante la casa / adonde iba cuando era yo muy joven. / All¨ª el amor hab¨ªa recibido mi cuerpo / con su vigor maravilloso...".
Cavafis muri¨® a los 70 a?os, de c¨¢ncer. Y ni Forster ni Durrell (que, por supuesto, murieron mucho despu¨¦s) regresaron jam¨¢s, luego de 1952, a aquella Alejandr¨ªa que hab¨ªa dejado de ser la que mitificaron. De hecho, el actual Museo Cavafis -su casa- en Alejandr¨ªa se abri¨® en 1992 bajo patrocinio griego, como he dicho, y tras recuperar -gracias a viejos amigos que los hab¨ªan guardado- algunos de los antiguos muebles. En las dem¨¢s salas, vitrinas con ediciones modernas de Cavafis en casi todas las lenguas del mundo. Un retrato, s¨ª, pero ni un solo manuscrito original, que est¨¢n en la Biblioteca Nacional de Atenas, imagino. Por lo dem¨¢s, la vieja Rue Lepsius se llama hoy Sharm el Sheikh, como la ciudad egipcia actual en la bah¨ªa de Aqaba. El museo abre de diez de la ma?ana a tres de la tarde, martes, mi¨¦rcoles, viernes y s¨¢bados. Y de diez de la ma?ana a cinco de la tarde, los jueves y domingos. Yo estuve la ma?ana de un viernes primaveral, sal¨ªa emocionado, lo confieso, y por ello deb¨ª olvidar que era el d¨ªa santo musulm¨¢n. No vi putas ni chicos guapos alrededor del cas¨®n cavafiano, sino multitud de alfombras en el suelo. Entonces pregunt¨¦ al amigo que me acompa?aba: ?es hoy d¨ªa de mercado? No -me dijo-, es d¨ªa santo y las alfombras est¨¢n puestas para que los transe¨²ntes puedan rezar en el momento en que el almu¨¦dano llama a la oraci¨®n... ?Qu¨¦ poco cavafiano todo aquello! El poeta dijo que su barrio ten¨ªa "un templo para el alma" (la iglesita ortodoxa) y "un templo para la carne" (el burdel, en verdad m¨¢s de uno), pero nada aparentemente queda de todo ello. Algo -acaso- en las catacumbas. Entrar a la vieja (y remozada) casa de Cavafis costaba en mayo de 2006 -el precio no debe haber variado mucho- 10 libras egipcias por persona. Barato. Pero s¨®lo encontrar¨¢n sentido a la visita (imprescindible ir tambi¨¦n al cementerio y acaso con nostalgia a alg¨²n viejo hotel de la Corniche) los admiradores del poeta, pues los que a¨²n esperen ver a Clea, a Justine o a Balthasar -como a tantos personajes del Cuarteto- ir¨¢n de decepci¨®n en decepci¨®n. Sin embargo, viendo los restos romanohelen¨ªsticos y los cafetines ¨¢rabes llenos de fumadores de pipas de agua, uno llega a entender que lo que estuvo nunca se va del todo, y que as¨ª esa ciudad tan musulmana (con algunos signos de integrismo que los egipcios atribuyen a los saud¨ªes: mujeres en la playa con velo y guantes negros) sigue de alg¨²n modo siendo la ciudad del neogriego Cavafis, ah¨ª est¨¢ su casa, y que Alejandr¨ªa en el coraz¨®n puede y debe significar muchas cosas. Los neoplat¨®nicos, Hipatia, el gran templo de Serapis... De modo que el verso c¨¦lebre es cierto: "Un alejandrino escribe sobre un alejandrino". El ?tica y el oriente bizantino se abrazan. Es algo singular. Los puritanos no llegar¨¢n a entenderlo jam¨¢s, afortunadamente.
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