?Qui¨¦n mat¨® a Benazir Bhutto?
El tr¨¢gico asesinato de la ex primera ministra Benazir Bhutto va a sumir Pakist¨¢n en el luto y el caos. Su muerte simboliza el desastre general que nos envuelve a todos, sobre todo en Oriente Pr¨®ximo y Asia, pero tambi¨¦n en Estados Unidos y parte de Europa. Lo significativo de este ¨²ltimo asesinato -y de los que seguramente vendr¨¢n a continuaci¨®n- es lo com¨²n, casi inevitable, que se ha hecho este tipo de suceso en nuestra zona del mundo.
Si queremos poner fin a este horror que est¨¢ devorando cada vez m¨¢s regiones ¨¢rabes y asi¨¢ticas y absorbiendo ej¨¦rcitos de Estados Unidos y otros pa¨ªses occidentales, debemos empezar por hablar seriamente sobre qu¨¦ significa y por qu¨¦ ocurre.
Debemos ignorar, en general, las numerosas exhortaciones que o¨ªmos estos d¨ªas sobre democracia, estabilidad, contenci¨®n, terrorismo y paciencia ante el extremismo. Son llamamientos cada vez m¨¢s vacuos por parte de dirigentes que prefieren no tener en cuenta la miserable y fundamental realidad: gran parte de la inmensa regi¨®n que va desde el Norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo hasta el Sur de Asia vive definida por la violencia pol¨ªtica como hecho cotidiano.
La violencia pol¨ªtica, propia o ajena, es lo habitual en Oriente Pr¨®ximo y Asia Central
Un signo revelador hoy en Pakist¨¢n, como desde hace muchos a?os en L¨ªbano y otros pa¨ªses con heridas similares, es que podemos identificar a varios posibles culpables, porque son muchos los pol¨ªticos -tanto "buenos" como "malos"- que matan -u ordenan matar- como parte integrante de su trabajo.
Benazir Bhutto ha muerto asesinada como su padre y su hermano, como generaciones sucesivas de otras familias pol¨ªticas en los pa¨ªses ¨¢rabes y asi¨¢ticos. La falta de novedad es otro indicio revelador que deber¨ªa aclararnos el sentido general de este crimen, que va m¨¢s all¨¢ de las fronteras de Pakist¨¢n. Despu¨¦s de que hayamos guardado luto por una familia y todo un pa¨ªs, debemos abordar el car¨¢cter cr¨®nico de la violencia pol¨ªtica tratando de entender el fen¨®meno en su conjunto, y no sus manifestaciones aisladas y epis¨®dicas.
Un primer paso sincero en esta direcci¨®n ser¨ªa reconocer que la violencia pol¨ªtica no se produce en un vac¨ªo hist¨®rico. Los pistoleros aislados, las milicias locales, los terroristas suicidas, los ej¨¦rcitos oficiales e incluso los dirigentes elegidos democr¨¢ticamente se han convertido en actores de un gran drama mundial. En este escenario, el uso de la fuerza es un hecho cotidiano, y la amenaza del uso de la fuerza est¨¢ siempre presente. No importa que sea obra de l¨ªderes democr¨¢ticos o dictatoriales: a los ni?os muertos y las sociedades destruidas por la guerra no les importan esas distinciones.
Cuando la violencia pol¨ªtica y militar de dictadores y tambi¨¦n de dem¨®cratas se prolonga durante varias generaciones, los valores sociales se distorsionan y los valores humanos se desintegran. Da igual que ocurra en Pakist¨¢n, Irak, L¨ªbano, Palestina, Egipto, Argelia, Kazajst¨¢n, Irlanda del Norte o algunas zonas de la Europa predemocr¨¢tica.La ausencia de sistemas de gobierno cre¨ªbles, basados en el imperio de la ley y la igualdad de derechos de todos los ciudadanos impulsa a la poblaci¨®n y a los gobernantes a recurrir cada vez m¨¢s a la ley de la selva. Utilizan la muerte y la intimidaci¨®n, en vez de la legitimidad electoral y responsable, para defender sus argumentos, perpetuar sus posiciones y eliminar a sus oponentes.
Cuando todo el mundo emplea la violencia y la intimidaci¨®n como expresi¨®n diaria y habitual de sus objetivos pol¨ªticos, cuando tanto los terroristas como los presidentes utilizan el fuego para imponer su ley, el c¨ªrculo de culpabilidad se ampl¨ªa como las ondas de una piedra arrojada contra el estanque.
En Asia, Oriente Pr¨®ximo y algunas partes de Occidente, es cada vez m¨¢s dif¨ªcil saber la diferencia entre pistoleros, bandas y Gobiernos cuando el recurso cr¨®nico a la violencia y la anarqu¨ªa hace que las muertes y los asesinatos sean constantes y, por consiguiente, inevitables.
Estos d¨ªas oiremos apasionados llamamientos sobre el valor, la democracia y el terror, tanto de reyes como de caudillos. Mientras nos exhortan a respetar unos valores superiores, estos emperadores est¨¢n cada vez m¨¢s desnudos. Es dif¨ªcil tomar en serio a esos asi¨¢ticos, ¨¢rabes, estadounidenses, israel¨ªes, iran¨ªes, turcos, europeos, africanos y cualquier otro que pretenda recibir ese reconocimiento. Esos presidentes, reyes y se?ores de la guerra que tanto pontifican sobre la vida y la democracia han pasado la ¨²ltima generaci¨®n enviando sus ej¨¦rcitos a la guerra, derrocando reg¨ªmenes, autorizando asesinatos encubiertos, armando a bandas y milicias, intercambiando armas por favores pol¨ªticos, comprando la protecci¨®n de matones, coqueteando con terroristas, elogiando a aut¨®cratas, haciendo tratos con dictadores, encarcelando a decenas de miles de adversarios, torturando a voluntad, despreciando la Carta de Naciones Unidas, comprando e intimidando a jueces, ignorando a los aut¨¦nticos dem¨®cratas y neg¨¢ndose ciegamente a o¨ªr las simples demandas de sus propios ciudadanos, que exigen un m¨ªnimo de decencia y dignidad.
He vivido toda mi vida de adulto en Oriente Pr¨®ximo -desde los a?os setenta-, viendo a dirigentes morir asesinados, ej¨¦rcitos extranjeros derrocar gobiernos, coroneles aut¨®ctonos hacerse con el poder, ocupaciones extranjeras que han durado decenios, el imperio de la ley en la basura, constituciones ignoradas y, al final, a la gente corriente que ha decidido no permanecer al margen de la historia ni ser invisible en su propia sociedad, sino, al contrario, insertarse en esos guiones violentos y criminales. La gente decide matar tal como la matan a ella. Se deshumaniza y adopta la misma brutalidad.
?Qui¨¦n mat¨® a Benazir Bhutto? Todos la hemos matado, en el Este y el Oeste, Oriente y Occidente, el Norte y el Sur. Todos los que pertenecemos a esta generaci¨®n brutal y globalizada, que ha hecho que la violencia pol¨ªtica dejara de ser un crimen ocasional para convertirla en una ideolog¨ªa y una adicci¨®n.
? 2007 Rami G. Khouri.
Rami G. Khouri es columnista del diario de Beirut Daily Star y director del Instituto Issam Fares en la Universidad Americana de la capital libanesa.Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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