La derecha radical toma la calle
Con la manifestaci¨®n de la AVT en Madrid del 24 de noviembre fueron ya 21 los episodios de protestas de masas en la calle protagonizados por la derecha espa?ola desde enero de 2005. Lo menos que puede decirse es que estamos ante un fen¨®meno ins¨®lito: por su envergadura, su persistencia, su car¨¢cter poco com¨²n en t¨¦rminos comparados y su desmesurado impacto en la vida pol¨ªtica. Sin embargo, la manifestaci¨®n en s¨ª no tiene nada de ins¨®lito en las democracias europeas modernas, que la consideran como un correctivo leg¨ªtimo de la expresi¨®n electoral y un derecho pol¨ªtico inalienable. ?Por qu¨¦ considerar entonces ins¨®lita su pr¨¢ctica reciente por un determinado sector pol¨ªtico espa?ol?
La derecha radical tiene vocaci¨®n de hegemon¨ªa social y practica una actitud "sin complejos"
Se importa del repertorio de la izquierda la idea de "rebeli¨®n c¨ªvica" y la manifestaci¨®n de masas
Una raz¨®n es que hist¨®ricamente la derecha espa?ola ha sido poco proclive a practicar la acci¨®n colectiva "correctiva" y s¨ª en cambio a seleccionar mecanismos de conflicto en la ¨®rbita de la violencia organizada. Adem¨¢s, el recurso a la manifestaci¨®n hace ingresar en el repertorio de protesta de la derecha espa?ola una forma importada de la clase trabajadora y de la izquierda, aunque estos cruces repertoriales no son excepcionales. Finalmente, estas protestas nos advierten de que las pautas de consenso y conflicto sobre las que gir¨® el periodo postransicional se han alterado.
?C¨®mo entender este cambio de orientaci¨®n de la derecha? Si los consideramos por separado, la l¨®gica de los episodios de protesta admite explicaci¨®n desde el modelo que introdujeron los soci¨®logos Lipset y Rokkan en 1967: la teor¨ªa de las divisorias confrontacionales (cleavages). Sin embargo, en este caso parece fuera de duda que lo relevante es el ciclo en s¨ª. ?Qu¨¦ significado cabe atribuirle? Numerosos comentaristas que han tratado de responder bas¨¢ndose en los modelos convencionales de causalidad simple han errado estrepitosamente (pronosticando, por ejemplo, la inevitable moderaci¨®n progresiva, por razones electorales, del PP en la legislatura que termina). La perspectiva de los ¨²ltimos tres a?os permite una certeza: no estamos ante un fen¨®meno sencillo y unidimensional, sino complejo y multicausal. Como conjunto, disponemos de informaci¨®n suficiente para contemplar al menos tres ejes explicaciones principales.
En primer lugar hay que tratar el fen¨®meno como una cuesti¨®n relacionada con el espacio pol¨ªtico: la derecha ha lanzado su desaf¨ªo en forma de protesta sostenida por razones de corto plazo y de pol¨ªtica competitiva, pero relacionadas tambi¨¦n con el curso de la transici¨®n y la ¨¦poca postransicional. Dicho en breve: no aceptan f¨¢cilmente ser desalojados del Ejecutivo por medios electorales, y todav¨ªa menos si eso ocurre en un momento ¨¢lgido de su hegemon¨ªa pol¨ªtica (como ocurri¨® en 2004). Tampoco digieren con facilidad salir tan pronto del escenario despu¨¦s de una transici¨®n previa dise?ada desde arriba para garantizar si no su hegemon¨ªa, s¨ª al menos una poderosa presencia de fuerzas conservadoras as¨ª como la moderaci¨®n de las de izquierdas (ambas cosas han ocurrido aunque, en sentido contrario, el "dise?o" desde abajo forz¨® que se traspasaran los l¨ªmites previstos de la transici¨®n).
Las manifestaciones de 2005-2007 se habr¨ªan impulsado para hacer visible el enojo de un bloque de poder que, a fin de cuentas, hab¨ªa tolerado que la transici¨®n se llevara a cabo; y, subordinadamente, como una estrategia para mantener movilizada a su base social hasta las siguientes elecciones generales. A efectos internos se tratar¨ªa de mantener los equilibrios (entre "familias" del PP, entre este partido y la extrema derecha cl¨¢sica y, en general, entre todos los sectores del universo derecha).
En segundo lugar, las fuerzas de la derecha espa?ola han querido dar a conocer as¨ª su adhesi¨®n activa, por contagio ideol¨®gico, a la nueva derecha radical de la era neoliberal. La tradici¨®n thatcherista-reaganista alumbr¨® lo que, una generaci¨®n despu¨¦s, se transmut¨® en el modelo neocon norteamericano bajo Bush. Se trata de la ideolog¨ªa y la pr¨¢ctica de una derecha fiera, aunque, por el momento, con alguna excepci¨®n y con frecuencia rozando los l¨ªmites, respetuosa con los principios centrales de la democracia. La innovaci¨®n destacada es que han comprendido la diferencia entre dominar los resortes de una sociedad y dirigirla: tienen vocaci¨®n de hegemon¨ªa social y practican una actitud "sin complejos" (Aznar dixit), de manifestarlo en casa (en la calle, pero no s¨®lo) y fuera de ella (en la pol¨ªtica exterior: Irak, Perejil). Tambi¨¦n una actitud de disputar sin desmayo cada cent¨ªmetro de la contienda pol¨ªtica (de ah¨ª la victoria "trabajada", ag¨®nica y dudosa de Bush sobre Gore en su primera elecci¨®n, la resentida y bronca p¨¦rdida de las elecciones generales italianas por Berlusconi o la teor¨ªa conspirativa del PP espa?ol sobre el 11-M). El ciclo de protesta espa?ol de 2005-2007 es una expresi¨®n adaptada a las condiciones locales de ese fen¨®meno m¨¢s amplio: la emergencia de formas innovadoras del extremismo de derechas y, en concreto, de esa nueva derecha que acepta el parlamentarismo pero que es democr¨¢ticamente inescrupulosa y peleona, que no casa f¨¢cilmente, como modelo, con la derecha conservadora tradicional ni con los neofascismos al uso.
Finalmente, las protestas remiten a la historia moderna de la derecha espa?ola. Durante la misma ha mostrado tanto una llamativa carencia de impulso interno hacia los usos democr¨¢ticos y la pr¨¢ctica de la hegemon¨ªa (lo que ha permitido que el escenario p¨²blico fuera ocupado con inquietante frecuencia por fuerzas ajenas a la pol¨ªtica) como la inexistencia de una tradici¨®n liberal-conservadora al estilo de las principales politeias europeas. En este punto, la protesta parece sugerir una situaci¨®n parad¨®jica: tanto la continuidad con esa an¨®mala tradici¨®n hist¨®rica heredada como el inicio de un cierto aprendizaje de convivencia en democracia.
Las movilizaciones se racionalizan desde dentro como una "rebeli¨®n c¨ªvica" (F. J. Alcaraz, AVT), otro indicio de importaci¨®n de repertorio, pero su l¨®gica tiene poco que ver con la de un movimiento social m¨ªnimamente espont¨¢neo: son demasiado disciplinadas y organizadas para ello. Lo que la informaci¨®n disponible sugiere es que "la derecha" ha adoptado una estructura interna pluralista (partidos, medios de comunicaci¨®n, iglesias, intelectuales por libre -una parte procedente de la izquierda-, think tanks, universidades propias...) y se ha formado una especie de coalici¨®n de facto de este universo derecha para mover la silla electoral al partido de Zapatero (aunque no s¨®lo). Esto certifica que "la derecha", como fuerza homog¨¦nea y unificada, ha dejado de existir, aunque los miembros de esa coalici¨®n, conscientes de la importancia de la unidad electoral, otorgan el mando de las operaciones al PP.
La coalici¨®n, adem¨¢s, coherente con el contagio ideol¨®gico se?alado, parece dise?ada sobre todo para cimentar la cohesi¨®n interna (al estilo de los "actos de afirmaci¨®n empresarial" de los primeros tiempos de la transici¨®n) y, congruentemente, es ajena a la racionalidad propia de la pol¨ªtica demoliberal (?c¨®mo entender si no que, al extremar su acci¨®n y su discurso para alcanzar ese objetivo principal, se cierren la posibilidad de alianzas con otros sectores y de ampliaci¨®n de su base?).
Lo que hemos presenciado no es un movimiento social (en todo caso, ser¨ªa un contramovimiento), sino una especie de macroplataforma ciudadana, una macroorganizaci¨®n de intereses que decide, planifica, convoca y se coordina (ejemplarmente, adem¨¢s; no es inveros¨ªmil pensar en un centro de operaciones profesionalizado).
Que este impactante impulso acabe por democratizar a las levantiscas derechas de este pa¨ªs (al convertir en normal la acci¨®n de protesta en la calle) o desemboque en un fiasco (en forma de enfrentamiento violento o de descomposici¨®n de ese bloque de intereses) va a depender de la por definici¨®n imprevisible interacci¨®n entre los actores en escena, sus bases sociales, la ciudadan¨ªa y los acontecimientos. Nuestra historia contempor¨¢nea no permite ser muy optimista.
?Conclusi¨®n? La presi¨®n de la derecha ha hecho ingresar a Espa?a en el grupo de las "sociedades divididas en dos", algo desesperanzador para el futuro de la democracia. Pero, ?qu¨¦ quieren? Tenemos por delante lo que cab¨ªa esperar despu¨¦s de una transici¨®n pol¨ªtica que sirvi¨® para amortiguar divisorias, no para suprimirlas. El problema de verdad es que el principal factor de atraso hist¨®rico de este pa¨ªs, la arcaica cultura pol¨ªtica de sus clases dirigentes, ha vuelto al primer plano.
Prep¨¢rense, pues, porque, con manifestaciones o sin ellas, esto va para largo.
Salvador Aguilar es profesor titular de Estructura y Cambio Social en la UB.
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