Cuando las coplas eran inmorales
Un libro-disco revela las particularidades de la censura musical en la radio durante el franquismo, menos conocida que la del cine o la literatura
Para Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez, locutor universalmente conocido como Rodri, la vesania de la censura se le revel¨® un d¨ªa de 1972. Hab¨ªa corrido la noticia de que Jorge Mistral, qui¨¦n fuera estrella cinematogr¨¢fica en todo el ¨¢mbito hispano, se hab¨ªa pegado un tiro en M¨¦xico. Rodri sab¨ªa que el gal¨¢n valenciano hab¨ªa grabado recitados de poemas y acudi¨® a la Fonoteca de Radio Nacional de Espa?a. Descubri¨® que aquellos discos estuvieron en las estanter¨ªas de RNE pero que alguien se tom¨® el trabajo de hacerlos desaparecer: un suicida no pod¨ªa sonar en las ondas oficiales.
La curiosidad por aquel mecanismo perverso le ha llevado a elaborar Una historia de la censura musical en la radio espa?ola (RTVE M¨²sica), un librito acompa?ado de un doble CD con 39 canciones malditas. "Asombra saber que no se pod¨ªan radiar Ojos verdes, B¨¦same mucho, Cachito o Rico vacil¨®n, temas enormemente populares. Ojo: se vend¨ªan en discos y estaban en el repertorio de cualquier orquesta, pero se aplicaba un criterio m¨¢s estricto a la radio, que fue el entretenimiento m¨¢s popular de la posguerra".
Los encargados de vigilar el cumplimiento en Radio Nacional de Espa?a llevaban su celo hasta el ensa?amiento: para evitar tentaciones, a veces rayaban con un punz¨®n los cortes ofensivos o los tapaban con cinta adhesiva. Anotaban con letras rojas en el libro de registro los temas prohibidos e incluso se permit¨ªan alg¨²n cachondeo: en Cole espa?ol, un elep¨¦ de Nat King Cole, aumentaron la n¨®mina de no radiables -pr¨¢cticamente la mitad del disco- con El bodeguero ("tambi¨¦n prohibido, ?por borracho!").
Rodri aclara que las discogr¨¢ficas pasaban censura enviando las transcripciones de las letras (un m¨¦todo falible, como se demostr¨® al autorizarse brevemente en 1969 la comercializaci¨®n del jadeante Je t'aime, moi non plus, de Serge Gainsbourg y Jane Birkin). "Lo que encend¨ªa las alarmas era todo lo que sugiriera sexo. Y m¨¢s si, como suele ocurrir en los boleros, se citaba a Dios o se menospreciaba el pecado". Los censores captaban las met¨¢foras al vuelo: cualquier referencia a besos apasionados ca¨ªa en el saco. Misterio espa?ol, de Conchita Mart¨ªn, mordi¨® el polvo por hablar de los besos propios de la "sangre ardiente y agarena que hay en los hombres de mi Espa?a". Ojos verdes, esa cima de la copla, sigui¨® en el infierno radiof¨®nico a pesar de que se escribi¨® una nueva letra que evitaba toda referencia al amor mercenario ("Apoy¨¢ en el quicio de la manceb¨ªa..."). Por el contrario, un tema pod¨ªa autorizarse en una versi¨®n y no en otra, caso de El hombre es como el auto: era escandaloso si lo cantaba una mujer y una ocurrencia simp¨¢tica si lo interpretaba su autor, el argentino Mario Clavell. El lenguaje popular de las Am¨¦ricas provoc¨® vetos tajantes: la ranchera El gavil¨¢n pollero ten¨ªa un tono jovial pero inclu¨ªa versos que inquietaban a los o¨ªdos espa?oles, como "sin mi polla yo me muero". Chorra, memorable tango de Enrique Santos Disc¨¦polo, sufri¨® igual castigo, aunque por la narraci¨®n quedaba claro que chorra era ladrona en lunfardo.
La apertura del mercado a m¨²sicas en otros idiomas no disminuy¨® el ardor anatematizador. Se prohibi¨® el Be bop a lula de Baby Gate, luego conocida como Mina, o el c¨¢ndido Theme for a dream, del muy cristiano Cliff Richard. El rigor de los vigilantes del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo se extremaba con artistas franceses o con la simple tem¨¢tica francesa: se impidi¨® difundir Brigitte Bardot, pegajosa canci¨®n brasile?a dedicada a la protagonista de Y Dios cre¨® a la mujer. La intensa vida sentimental de Edith Piaf garantizaba la antipat¨ªa franquista: se proscribi¨® el monumental L'ymne a l'amour, fruto p¨®stumo de su relaci¨®n ad¨²ltera con el boxeador Marcel Cerdan. Pero estaba m¨¢s fichado otro novio de la Piaf: seg¨²n cuenta Rodri, en 1959 se publicaron en Espa?a dos discos de Yves Montand. Ninguna de las canciones se pudo radiar, aunque carec¨ªan de elementos er¨®ticos. ?Su delito? Se asum¨ªa que Montand era un feroz comunista.
Rep¨²blica sin memoria
Una historia de la censura musical en la radio espa?ola revela los apuros pasados por dos ¨¦xitos de los tiempos de la Rep¨²blica, que se atascaron en el filtro del censor al ser reeditados en microsurco. Siempre Sevilla, una de las primeras grabaciones de Conchita Piquer, inclu¨ªa un piropo inaceptable: "Si usted quisiera, en ese cuerpo moreno, le iba yo a hacer m¨¢s reformas que Aza?a en lo militar". No se pudo emitir y pas¨® al olvido, a pesar de su delirante argumento: con permiso de san Pedro, la Giralda se hac¨ªa mujer para comprobar si todav¨ªa lat¨ªa el flamenco en Sevilla.
Tuvo m¨¢s suerte Pichi, el chotis de Las leandras que cantaba Celia G¨¢mez. Eso s¨ª, debi¨® ser reformado, por ese verso que dec¨ªa: "Se lo pu¨¦s pedir a Victoria Kent". La letra franquista cambi¨® el nombre de la jurista republicana que ocup¨® el puesto de directora de Prisiones por "un mocito bien". El casticismo ten¨ªa cierta bula: no se plantearon objeciones al oficio del citado Pichi, que ejerc¨ªa de proxeneta y presum¨ªa de mano larga. Uno de los casos m¨¢s intrigantes fue el de la cumbia Se va el caim¨¢n, que recog¨ªa una leyenda colombiana sobre un hombre-caim¨¢n. Tanto el pueblo llano como los censores coincidieron en pensar que podr¨ªa aplicarse al General¨ªsimo, cuya posici¨®n al frente de la "reserva espiritual de Occidente" parec¨ªa incierta en los a?os que siguieron a la derrota del fascismo y el nazismo. ?Resultado? No radiable.
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