La nueva funci¨®n de amar
Todo nos indica que si la familia, la paternidad, las relaciones sexuales, la amistad, el matrimonio, el abrazo y la fraternidad no son ya lo que eran, el amor en general ha tenido que cambiar su naturaleza. Porque ?c¨®mo no vislumbrar los giros en el amor rom¨¢ntico que imper¨® en la literatura, el ideal social y las artes hace apenas un siglo? ?C¨®mo no percibir alteraci¨®n en el sagrado amor a los padres, a los abuelos, a la patria o a la misma paella?
Poco a poco el basamento amoroso que procuraba cimiento a la instituci¨®n familiar y legitimaba -en realidad o en convenci¨®n- su permanencia se manifiesta un pilar tan vacilante como endeble. El v¨ªnculo paterno filial que cruzaba la sociedad como tirantes de hierro, resistente a casi cualquier percance, ha venido adelgaz¨¢ndose y hasta disip¨¢ndose.
El mismo aire del planeta globalizado se filtra en el recinto familiar y su n¨²cleo duro se disuelve
Los hijos dejan pronto de contemplar a los padres como gigantescas esculturas de autoridad y, cumplida ya la fase del falso compa?erismo, el hogar desemboca en una cohabitaci¨®n tan pasajera como port¨¢til, cambiable, moldeable y promiscua. La nitidez del orden jer¨¢rquico, el perfil de la subordinaci¨®n, el d¨¦bito amoroso y sus concomitancias son hoy apagados vestigios en una desintegraci¨®n general del v¨ªnculo. De todo v¨ªnculo, al menos, que evoque la ferramenta, la pesantez y el pecado mortal.
Los hermanos siguen siendo hermanos pero ?d¨®nde empieza y acaba esta coloreada fratr¨ªa donde se alistan hijos de otro padre o madre ajena, varios beb¨¦s chinos y adolescentes del Paraguay? El mismo aire del planeta globalizado se filtra en el recinto familiar y su n¨²cleo duro se disuelve en la ondulada mixtificaci¨®n sin pureza ni predeterminaci¨®n alguna.
Amamos a m¨¢s individuos que nunca antes en la historia de la Humanidad puesto que a los multiplicados seres humanos se han incorporado adem¨¢s los bosques, los animales dom¨¦sticos y los plant¨ªgrados, el patrimonio hist¨®rico y hasta el clima pero, a la vez, ese coraz¨®n inflado ha perdido la inflamaci¨®n.
Amamos de un modo tan general que sin pensarlo el amor se ha convertido en una t¨ªpica frase hecha. ?No amamos siquiera con pasi¨®n inflamada a la pareja? La amamos, en efecto, en tanto que el servicio intercambiado a trav¨¦s del fuego amoroso nos procura un balance positivo, un bienestar general, un super¨¢vit de productividad y de gozo, pero ni un paso m¨¢s.
Cada amor se comporta a la manera de un caro artefacto de alt¨ªsimas prestaciones y del que esperamos que "funcione" en proporci¨®n a la singular expectativa depositada en ¨¦l. Su tiempo feliz se relaciona as¨ª directamente con su funcionalidad y utilidad precisa en cada periodo concreto. La misma obsolescencia que recae sobre la vida operativa en otros ¨¢mbitos penetra en la din¨¢mica de cada clase de amor: desde la amistad al enamoramiento, desde la adhesi¨®n religiosa a la pasi¨®n pagana.
La debilidad de los lazos y su sustituci¨®n frecuente se corresponde con la p¨¦rdida de la fe en lo perdurable y la falta de disposici¨®n para el martirio, la espera indefinida o la resignaci¨®n incondicional. El amor se hace vol¨¢til en una doble acepci¨®n: vuela con mayor velocidad de un punto a otro y pesa menos en cuanto composici¨®n en s¨ª debido, en suma, a su importante cambio de naturaleza.
De ser sustancia sagrada y de valor absoluto el amor pasa a sustancia movible y relativa. Vale no tanto en cuanto sentimiento trascendente de por s¨ª sino en cuanto contingencia que propicia una asociaci¨®n mejor. En esta deriva, el amor pierde peso y gana funcionalidad. Amamos o rezamos, nos asociamos o nos aventuramos, con el proyecto de un resultado mejor y a plazo limitado. Todo lo que no admite ning¨²n fin -tan propio de la ideolog¨ªa rom¨¢ntica- no se corresponde con el presente y todo aquello que conlleva atadura se opone a la vigencia democr¨¢tica. No imprecamos, no veneramos, no idolatramos, no nos entregamos en brazos de una entidad igual o superior, inducidos, como estamos preservarnos como due?os completos de nosotros mismos. ?Due?os completos de nosotros mismos? ?Es concebible un deseo m¨¢s opuesto a lo que fuera aquella vertiginosa y delirante voluntad de amar?
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