Una pe?a con buena onda

De camino a la Sierra Gorda del estado de Quer¨¦taro, uno de los enclaves tur¨ªsticos importantes de M¨¦xico, justo en el centro del pa¨ªs, a veces monta?oso, a veces llano y alfombrado por diversas extensiones de vi?edos, rodeada por una vegetaci¨®n semides¨¦rtica en la que abundan los cactus -especialmente magueyes-, eucaliptos y ¨¢rboles huizaches, se puede ver casi desde cualquier punto, si el d¨ªa claro lo permite, la pe?a de Bernal, un monumental monolito de 350 metros de altura (2.510 metros sobre el nivel del mar), el tercero m¨¢s alto del mundo tras el Pe?¨®n de Gibraltar y el Pan de Az¨²car de R¨ªo de Janeiro (Ayers Rock, de Uluru, Australia, es el m¨¢s ancho).

A los pies de esta gran piedra formada por lava solidificada de un volc¨¢n que se erosion¨® hace 65 millones de a?os, en el mismo lugar donde habitaron ind¨ªgenas mesoamericanos, agr¨ªcolas y recolectores semin¨®madas de origen otom¨ª-chichimeca, un grupo de 26 familias espa?olas fundaron en 1642 el pueblo de Bernal -de la etimolog¨ªa ¨¢rabe: pe?asco grande y alargado-, que atrae a?o tras a?o a miles de visitantes, entre ellos a escaladores -en su pared oriental, la pe?a cuenta con grapas de acero empotradas para facilitar su ascenso-, a buscadores de historias, a amantes de lo esot¨¦rico: Bernal tiene, como muchas zonas prehisp¨¢nicas, su propia aura m¨¢gica, sus encantos ocultos, sus leyendas orales. Su pasado sagrado.

En el equinoccio de primavera, una multitud se re¨²ne a sus faldas en un intento de percibir sus vibraciones. Pero la roca, responda o no, tiene en sus alrededores otros motivos que justifican el viaje.

Considerado un centro energ¨¦tico positivo, como lo son las pir¨¢mides y los sitios ceremoniales de las ¨¢reas arqueol¨®gicas -hay en la base de la pe?a vestigios prehisp¨¢nicos en los que se han encontrado pinturas rupestres, piezas de cer¨¢mica y enterramientos: posiblemente ofrendas-, el pueblo y sus alrededores reciben durante el equinoccio de la primavera a cerca de 40.000 personas.

Los rostros de los atlantes

"Con tres meses de antelaci¨®n, todos los hoteles de la zona est¨¢n completos... Es como un festival masivo; vienen desde muy lejos para cargarse de energ¨ªa", dice el gu¨ªa tur¨ªstico Ad¨¢n de la Cruz, quien al frente de un peque?o tranv¨ªa recorre las calles y relata la historia, aunque tambi¨¦n la leyenda: otros vienen para buscar en las sombras que emite la roca, durante la puesta del sol, la aparici¨®n de rostros de atlantes como los de la zona arqueol¨®gica de Tula (ubicada en el estado de Hidalgo).

Bernal, propuesta para ser declarada Area Natural Protegida e ingresar tal vez en la lista de los sitios Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco, tiene a su vez ese aire campirano y colonial que le da, sin duda, un toque de autenticidad: calles limpias y en cuesta, un mercado de artesan¨ªas, dulces de leche, art¨ªculos de lana, piedras semipreciosas, una variada gastronom¨ªa, casas del siglo XVI adaptadas como hoteles o restaurantes, y una antigua c¨¢rcel, hoy restaurada y convertida en centro cultural, donde anta?o "se mostraban los delincuentes a todos los fieles" que acud¨ªan, enfrente de la plaza principal, a la misa dominical en la parroquia de San Sebasti¨¢n.

A escasos kil¨®metros de la pe?a, rumbo al norte, en el municipio de Ezequiel Montes, se encuentra Cadereyta, un pueblo adoquinado, paternalmente cuidado y un poco solitario, como si por ¨¦l hubiese pasado la Revoluci¨®n y enseguida se hubiese marchado por respeto a lo inh¨®spito o al simple calor del verano, rodeado de palmeras, yucas y alcatraces que sirven como antesala de su verdadero tesoro: la Quinta Fernando Schmoll, el invernadero m¨¢s grande del mundo en reproducci¨®n de cactus a base de semillas, fundado precisamente cuando la Revoluci¨®n Mexicana se consum¨®, en 1920.

Atendida por la cuarta generaci¨®n de la familia fundadora, un matrimonio alem¨¢n afincado en M¨¦xico, La Quinta preserva, tanto para venta como para reproducci¨®n, una flora des¨¦rtica de 4.200 especies, entre cact¨¢ceas (planta des¨¦rtica con espinas, originaria de Am¨¦rica, que puede soportar muchos a?os sin agua y crece un cent¨ªmetro por a?o), suculentas (planta con hojas, p¨²as y tallos carnosos donde almacena el agua, de origen variado y crecimiento pausado) y euforbias (planta africana que despide una sustancia lechosa t¨®xica, pero medicinal), algunas de ellas, especies protegidas como el cactus cephalocereus senilii, tambi¨¦n conocido como viejito mexicano por su recubrimiento de pelusa blanca.

"Lo que hacemos es preservar los cactus, estudiarlos, reproducirlos, para ayudar a su conservaci¨®n (...) Que est¨¦n o dejen de estar de moda, no es un asunto nuestro", dice el gerente Enrique Wagner, en referencia al auge comercial de otras plantas como las orqu¨ªdeas o planta de Madagascar, en detrimento de los cactus que han dado fama mundial al desierto mexicano.

Visualmente asombroso

En auge o en declive comercial, lo cierto es que basta una mirada atenta para descubrir aqu¨ª un mundo original y ¨²nico visualmente asombroso; vistos en hilera, en peque?as formaciones, uno detr¨¢s de otro, los cactus se revelan como peque?os rascacielos.

De vuelta por la carretera que conduce a Cadereyta, en pleno coraz¨®n de la zona vin¨ªcola del municipio, se encuentra la representaci¨®n catalana en M¨¦xico de las Cavas Freixenet, un ¨¢rea de alrededor de 200 hect¨¢reas de vi?edos, y en donde se ofrecen, adem¨¢s de visitas guiadas, festivales de comida, de m¨²sica y de artesan¨ªa. Pero si de artesan¨ªa se trata, aqu¨ª tambi¨¦n se ubica una de las cunas de la cester¨ªa mexicana; tan famosa por su mimbre como por sus aguas termales, el pueblo de Tequisquiapan no es s¨®lo un lugar de retiro, sino un centro tur¨ªstico que sintetiza la belleza colonial de la zona.

Juan Manuel Villalobos (Ciudad de M¨¦xico, 1972) es escritor y periodista, autor de La vida fr¨¢gil de Annette Blanche (Losada, 2005)