Si las piedras hablaran
Las piedras del grader¨ªo ten¨ªan el sabor a?ejo de lo que fue a comienzos de nuestra era un teatro romano reci¨¦n estrenado. Quiz¨¢s se representaron tragedias o espect¨¢culos que dejaron boquiabiertos a los saguntinos de entonces. Los gobernantes y mandamases que les enviaba Roma les dar¨ªan a entender de tal guisa las ventajas culturales que comportaba el vivir bajo el amparo de las ¨¢guilas imperiales y la protecci¨®n de legionarios vistosamente uniformados. Desconocemos si la construcci¨®n originaria del Teatro Romano de Sagunto comport¨® alg¨²n tipo de electoralismo partidista en los fastos inaugurales.
Los sillares de la c¨¢vea saguntina, desgastados y envejecidos por siglos de abandono e ignorancia, eran hace unas d¨¦cadas testigos mudos de mucha historia con golpes de estado incluidos. Pero pose¨ªan el gusto nost¨¢lgico y rom¨¢ntico de todas las ruinas: crec¨ªa la humilde hierba entre las piedras, y por ellas se paseaba los d¨ªas soleados la p¨ªcara lagartija a la busca del insecto. Por eso, una vez cubiertas las viejas piedras con las piedras nuevas, a algunos nos produjo una cierta tristeza el recuerdo de la imagen perdida. Las reformas del Teatro de Sagunto eran tema mayor en manos de entendidos como Grassi y Portaceli, y ten¨ªan el benepl¨¢cito de los pr¨®ceres culturales y gobernantes pol¨ªticos. Y si los responsables y expertos en materia arqueol¨®gica y arquitect¨®nica estaban a favor del proyecto y su bondad, la nostalgia por la vieja imagen desempe?aba un papel secundario.
Aunque las viejas piedras con otra imagen, la reconstrucci¨®n o proyecto de Grassi y Portaceli que se llev¨® a cabo, no finalizaron con las obras su recorrido. Hubo una campa?a pol¨ªtica, muy bien orquestada, por la oposici¨®n de derechas de ayer contra la actuaci¨®n en el Teatro, promovida por el gobierno socialdem¨®crata de la Generalitat tambi¨¦n de ayer. La racionalidad brill¨® por su ausencia. Si hoy se sacasen a la luz los textos publicados en determinada prensa ultraconservadora, la verg¨¹enza cubrir¨ªa de colores m¨¢s de un rostro de quienes hoy detentan el poder auton¨®mico. Los grandes defensores de la anterior imagen del Teatro Romano, eran aventajados en la lucha por mantener los viejos sillares, convertidos en santo y se?a de su amor entra?able a la patria larga y estrecha valenciana; una patria con tantas agresiones y olvidos en su patrimonio, paisaj¨ªstico y costero por ejemplo, que se silencian religiosamente o se justifican enarbolando la bandera del desarrollo o desarrollismo. Era una campa?a feroz contra el proyecto con tintes nefastos y cargados de medias verdades como la campa?a de hoy mismo a favor de los trasvases.
La c¨¢vea de Sagunto no supo entonces de leyes de protecci¨®n del patrimonio. Leyes que cambian y se renuevan con mayor rapidez que unas ruinas rom¨¢nticas. Y las leyes y las sentencias y los tribunales y los jueces togados acabaron por darle la raz¨®n a quienes enarbolaron la bandera de la defensa de los viejos sillares con lagartija. Es curioso, por cierto, el que la definitiva sentencia del Tribunal Supremo se base ¨²nica y exclusivamente en el texto de cuanto se indica en las leyes de protecci¨®n del patrimonio. Ni los jueces ni las piedras entran en la pol¨¦mica que gir¨® en torno a la bondad o inadecuaci¨®n de las reformas o reconstrucci¨®n del viejo teatro saguntino. La cuesti¨®n carece ya de importancia: los detractores no pueden utilizar el tema como arma electoral o electoralista; los defensores encogen los hombros y hablan de que es pr¨¢cticamente imposible recuperar la rom¨¢ntica imagen con la lagartija. Los perjudicados, como casi siempre, van a ser los contribuyentes con cuyos impuestos se ha de llevar a cabo el cumplimiento de la sentencia en torno a un tema tan teatral.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.