El olvido de la crueldad franquista
Los estudiantes espa?oles saben m¨¢s del nazismo, gracias al cine, o de las dictaduras de Chile y Argentina, por las informaciones de los medios de comunicaci¨®n, que de lo que fue nuestra dictadura franquista
Antes de que tuviera ocasi¨®n de ver la pel¨ªcula Salvador, acerca de la ejecuci¨®n de Salvador Puig Antich, hab¨ªa hablado con j¨®venes que ya la hab¨ªan visto y que ignoraban por completo los hechos que narra. La mejor descripci¨®n la hizo una chica, quien dijo que le pareci¨® impactante. Realmente lo es, y lo que m¨¢s les extra?aba a estos j¨®venes es que esos hechos pudieran haber sucedido en la Espa?a de los a?os setenta. Se enfrentaban, de esta manera, a trav¨¦s de la pel¨ªcula, al horror que hab¨ªa supuesto el franquismo, y lo hac¨ªan ya no s¨®lo a trav¨¦s de las ideas m¨¢s o menos vagas que acerca de la dictadura les hubiesen contado en los estudios de bachillerato o de lo que pudiesen haber o¨ªdo en sus casas.
Muchos estudiantes no tienen idea exacta de la brutalidad que supuso el r¨¦gimen de Franco No sab¨ªan nada de la matanza de Montejurra o de la de Vitoria. Algo s¨ª sab¨ªan de la de Atocha
El mismo desconocimiento de estos hechos recientes por parte de los j¨®venes se pon¨ªa tambi¨¦n en evidencia en una tertulia de radio que, dirigida por Concha Garc¨ªa Campoy, se emit¨ªa desde los cursos de verano de la Complutense en El Escorial y en la que tuve la ocasi¨®n de participar. Al presentar a la actriz Leonor Watling, Garc¨ªa Campoy se?al¨® que ¨¦sta acababa de terminar el rodaje de Salvador. La actriz mencion¨® entonces que, antes del rodaje, ni ella ni el resto del equipo ten¨ªan conocimiento de esa historia. Jos¨¦ Luis Sampedro y yo hablamos en el programa de radio de lo terrible que fue aquel suceso, de la conmoci¨®n que nos produjo y de otras ejecuciones que se llevaron a cabo al final del franquismo. Pero es que hay que admitir que resulta l¨®gico que los j¨®venes no sepan nada acerca de estos hechos tan cercanos en el tiempo, pues nadie les ha hablado de ellos, lo que es una muestra m¨¢s de la ocultaci¨®n a la que se encuentra sometida la historia de Espa?a m¨¢s reciente y lo ominosa que pudo ser aquella parte de nuestra historia.
Esta falta de informaci¨®n me recuerda la que tambi¨¦n padecimos tantos j¨®venes universitarios en la d¨¦cada de los sesenta, incluso entre los que nos enfrent¨¢bamos al franquismo. Max Aub arremete en La gallina ciega contra esa juventud que en 1969 no sab¨ªa nada acerca de la Guerra Civil, ni de lo que hab¨ªa representado la generaci¨®n del escritor en el ¨¢mbito de las ciencias, las artes y la cultura. Para el catedr¨¢tico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona Manuel Aznar Soler, que hace un estudio introductorio a esta obra en la edici¨®n de Alba Editorial, este ataque a cuenta de la desmemoria impuesta por el r¨¦gimen franquista le parece un tanto injusto, pues la culpa no pod¨ªa ser de aquellos a quienes no se les hab¨ªa ense?ado nada de aquello a que se refer¨ªa Aub o, en todo caso, se lo hab¨ªan transmitido totalmente deformado. En realidad, no pod¨ªa ser de otra manera ya que los libros m¨¢s rigurosos acerca de la Rep¨²blica y la Guerra Civil, como los de Hugh Thomas y Gabriel Jackson, estaban prohibidos y no resultaba f¨¢cil para muchos adquirirlos en el cuarto de atr¨¢s de determinadas librer¨ªas o comprarlos en Francia.
Llegados a este punto, conviene volver al principio: ?c¨®mo se encuentra el conocimiento de la juventud universitaria hoy respecto a lo que fue el franquismo y su ¨²ltima etapa? Mi experiencia como profesor universitario es que, salvo una minor¨ªa excesivamente peque?a, la mayor¨ªa no tiene ning¨²n conocimiento. Esto sucede, adem¨¢s, en un contexto y en un tiempo en el que no es posible excusa alguna, pues ahora no hay libros prohibidos y se han publicado muchos que permiten disponer de una informaci¨®n documentada sobre lo que realmente pas¨®.
Un testimonio notable de todo este desconocimiento lo ofrece Jordi Soler en su libro Los rojos de ultramar, cuando explica el porqu¨¦ de ese libro basado en las memorias escritas de su abuelo. Pens¨®, en principio, que su publicaci¨®n carec¨ªa de inter¨¦s, aunque fueran memorias noveladas, pues no dejaba de ser un libro m¨¢s sobre la Guerra Civil. Sin embargo, cambi¨® de idea cuando, encontr¨¢ndose impartiendo una conferencia en la Universidad Complutense, un estudiante le pregunt¨® c¨®mo es que se llamaba Jordi y hablaba con acento mexicano. Como contestaci¨®n, cont¨® la historia del exilio de su familia en no m¨¢s de 10 minutos. Cuando termin¨® su r¨¢pida explicaci¨®n los alumnos se quedaron mir¨¢ndole desconcertados, como si acabara de contarles algo que hubiera sucedido en otro pa¨ªs o en la ¨¦poca del Imperio Romano. Tras las preguntas y las caras de asombro, dej¨® su conferencia de lado y habl¨® largo y tendido sobre el exilio republicano, sinti¨¦ndose un poco ofendido de que esta informaci¨®n hubiera sido extirpada de la historia oficial de Espa?a.
Las razones de este desconocimiento pueden ser muchas, pero algunas de las m¨¢s inmediatas las he obtenido de las explicaciones de mis estudiantes. Unos me se?alan que los acontecimientos m¨¢s recientes apenas se abordan en la asignatura de historia del bachillerato, debido a la extensi¨®n del programa, lo que hace que las explicaciones se acaben cuando comienza el franquismo; otros apuntan que en esas clases percib¨ªan la impresi¨®n de que los profesores, no todos, por supuesto, demostraban poco inter¨¦s en querer entrar en lo que parece ser un agujero negro en nuestra historia.
Tampoco en las familias se habla del tema, ni siquiera del tardofranquismo que han vivido sus padres. Hace pocos a?os, hablando distendidamente con estudiantes de doctorado, me confesaban que no conoc¨ªan nada acerca de las muertes que se produjeron en el final del franquismo y el inicio de la transici¨®n. No sab¨ªan nada acerca de la matanza de Montejurra, ni de la de Vitoria, ni sab¨ªan nada acerca de la muerte de estudiantes como Luz N¨¢jera, Carlos Gonz¨¢lez, ambos de la Universidad Complutense. Algo s¨ª sab¨ªan sobre la matanza de Atocha.
La idea que tienen los universitarios del franquismo es generalmente vaga, algo as¨ª como que fue una dictadura y que algunos de sus padres corrieron delante de los grises, plante¨¢ndolo como algo divertido y folkl¨®rico, sin que se sepa que detr¨¢s de esas carreras hab¨ªa detenidos, torturas, expedientes de expulsi¨®n de la universidad, depuraciones, exilios, e incluso muertes como la de Enrique Ruano.
Bien es verdad que este desconocimiento procede tal vez del pudor de muchos padres de no hablar de esa parte de la historia que hemos vivido. Y es que sobre el tardofranquismo, aunque haya novelas extraordinarias como El vano ayer, de Isaac Rosa, se ha escrito poco.
Mi experiencia como profesor me indica que los estudiantes saben m¨¢s del nazismo, gracias al cine, o de lo que sucedi¨® en las dictaduras de Chile y Argentina, por las informaciones de los medios de comunicaci¨®n, que de lo que fue nuestra dictadura, y, por supuesto, que no tienen una idea exacta de la brutalidad que supuso el r¨¦gimen de Franco.
Hay otro factor m¨¢s que aclara este escaso conocimiento sobre el ayer cercano, y es que, en la actualidad, la curiosidad intelectual y la inquietud pol¨ªtica y cultural es menor que la que hab¨ªa en esos a?os sesenta. Asimismo hay una menor afici¨®n por la lectura y, por tanto, tambi¨¦n menos inter¨¦s por averiguar por uno mismo, como se hac¨ªa entonces, aquello que no se encuentra en los programas de las asignaturas oficiales. El porqu¨¦ esto es as¨ª tendr¨ªa que ser objeto de un an¨¢lisis sociol¨®gico m¨¢s profundo, que no es lo que pretendo hacer aqu¨ª ya que tan s¨®lo quiero dejar constancia de un hecho. Tampoco pretendo juzgar ni condenar a nadie por su desconocimiento, aunque s¨ª lamentar que esto suceda, ni comparar generaciones. Son momentos diferentes que responden a realidades distintas, y en la actualidad hay cosas mejores y otras peores, en lo que a preparaci¨®n intelectual se refiere y respecto a lo que suced¨ªa en los a?os sesenta, que tampoco debe ser un decenio ni mucho menos mitificado.
Creo necesaria, no obstante, la adaptaci¨®n de la ense?anza a los tiempos actuales, y tambi¨¦n que no debemos consentir que la historia de Espa?a m¨¢s cercana haya quedado extirpada o deformada, m¨¢xime cuando llevamos 30 a?os de democracia y ¨¦sta se encuentra ya consolidada.
Carlos Berzosa es rector de la Universidad Complutense de Madrid.
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