Matrimonio, celibato y obispos
Una de las controversias m¨¢s largas y dif¨ªciles en la Iglesia Cat¨®lica ha sido la cuesti¨®n del matrimonio, por el que hoy se baten paladinamente nuestros obispos. Sin embargo, lo que no se cuenta es que hasta llegar a aqu¨ª los hombres c¨¦libes que son los obispos no siempre han tenido tanta estima por el matrimonio como ahora pretenden. As¨ª en el siglo XVI, Erasmo se quejaba de la poca consideraci¨®n que el matrimonio merec¨ªa a los rectores de la Iglesia, que, empe?ados en magnificar el celibato, menospreciaban el matrimonio, al cual consideraban un estado menos perfecto que el celibato de los hombres que renunciaban a la sexualidad y se consagraban a Dios. ?stos se consideraban moralmente superiores y por encima de los d¨¦biles carnales, aquellos que no pod¨ªan prescindir del amor de las mujeres, para los cuales el matrimonio deb¨ªa de ser un mal menor. Como siglos antes hab¨ªa escrito San Pablo: mejor quemarse que abrasarse consintiendo la debilidad de los hombres que necesitan sexo y mujer. Lo que Erasmo tem¨ªa era la voluntad de poder de los obispos que -amparados en la santidad de sus doctrinas- pod¨ªan sentirse moralmente superiores y autorizados a velar por la moral. Pero con el celibato obligatorio se condenaba a muchos hombres y mujeres a vivir sin matrimonio y sin amor carnal, lo que Erasmo juzgaba poco humano, adem¨¢s de una fuente de insatisfacci¨®n que conduc¨ªa a muchos infelices a cometer mayores pecados. Con un esp¨ªritu m¨¢s comprensivo, Erasmo aconsejaba a su iglesia que mirara el matrimonio con m¨¢s benevolencia, acerc¨¢ndose a las percepciones de las gentes sencillas que apreciaban el matrimonio como una inclinaci¨®n de sus afectos y una necesidad de tener casa y compa?¨ªa.
Pero los hombres de la Iglesia no estaban dispuestos y como escrib¨ªa Lutero con maldad: hasta hoy los padres de la iglesia han escrito muy poco que valga sobre el matrimonio y seguramente esto se debe a su escasa experiencia del matrimonio. En esta l¨ªnea, el Concilio de Trento afirmar¨ªa la mayor perfecci¨®n y dignidad moral del celibato, declarando la excomuni¨®n de quien opinara lo contrario: "Si alguno dixere que el estado del matrimonio debe preferirse al estado de virginidad ¨® de celibato; y que no es mejor, ni m¨¢s feliz mantenerse en la virginidad ¨® celibato, que casarse; sea excomulgado".
A partir de aqu¨ª, los obispos har¨ªan desaparecer estas y otras disidencias: las obras de Erasmo estuvieron prohibidas en Espa?a durante mucho tiempo y alguno de los m¨¢s conocidos te¨®logos de la Universidad de Salamanca le acusar¨ªa de defender en demas¨ªa la libertad de matrimonio y el amor conyugal.
Con este pasado cabr¨ªa esperar que los obispos cat¨®licos fueran hoy m¨¢s prudentes y menos afirmativos en sus doctrinas que en el pasado. Cabr¨ªa esperar que, en lugar de hacer las cosas dif¨ªciles a los creyentes, procuraran, en la tradici¨®n del humanismo cristiano, predicar una doctrina que no chocase con los deseos y las necesidades de las gentes. As¨ª, si el matrimonio es un estado natural y deseable, como al parecer se reconoce ahora, podr¨ªan razonablemente permitir el que los sacerdotes se casaran y vivieran con las mujeres, como muchos desean. Y podr¨ªan, a¨²n m¨¢s, alejar la sospecha que pesa sobre sexo femenino, porque, aunque ahora no lo digan, qu¨¦ otra cosa significa el que se nieguen en redondo a dejar en manos de las hijas de Eva -la pecadora- el culto y el gobierno de la Iglesia. Pero no, no parece que estas reformas est¨¦n en la agenda pol¨ªtica de los obispos, sino que lo que ahora parece que pretenden es que todos caminemos hac¨ªa ellos o hac¨ªa atr¨¢s y que nos dejemos gobernar por su doctrina: ?de veras es lo que pretenden? Dif¨ªcil de creer.
Se ha dicho que la Iglesia se mueve con lentitud y que siempre tarda en aceptar las cosas como son y que por eso les cuesta aceptar lo que ha venido ocurriendo en las sociedades modernas -y a¨²n en las m¨¢s tradicionales- en donde la tendencia ha sido la de ganar en libertades democr¨¢ticas. La libertad de matrimonio, el divorcio, el aborto o las nuevas formas de familia son hoy derechos y libertades hist¨®ricamente adquiridas a las que los individuos nos hemos acostumbrado y las usamos para solucionar nuestros conflictos cotidianos con menores costes personales. Los obispos manifestantes, sin embargo, parecen ser gente dura y, aunque saben muy bien lo que est¨¢ pasando, en lugar de usar la tolerancia, que aconsejaba Erasmo, hoy -como ayer- prefieren mano dura y endurecer las leyes y los castigos. Nada de tolerancia, en la moral, claro.
La iglesia espa?ola, sin embargo, no ignora que hoy ya no puede pretender lo que dice pretender: que los ciudadanos todos -sean o no creyentes- nos obliguemos a vivir seg¨²n sus normas morales, las cuales, como hemos visto, son bastante oportunistas y, menos a¨²n, puede pretender que el Estado laico haga dejaci¨®n de la autoridad que le confieren los propios ciudadanos para dictar las normas c¨ªvicas que rigen la sociedad. No obstante, ellos lo est¨¢n intentando y llevan a cabo una pol¨ªtica radical y provocadora. La cosa no va de broma. A cuenta de la familia y otras cuestiones morales, los obispos y muchos que se tienen por liberales (Zaplana entre ellos) est¨¢n armando una buena y, tengan o no tengan ¨¦xito en sus propuestas doctrinales, ya han logrado abrir una guerra que ellos piensan que les favorece: con ello aumenta el n¨²mero de gentes que creen que hay un problema moral grave y que la iglesia es la que tiene la soluci¨®n que imponer a los gobiernos, los de izquierda, claro. Si su pol¨ªtica guerrera tiene otras consecuencias y costos, porque perturba la paz o da?a la convivencia de los espa?oles, y si esto puede ser m¨¢s grave en un pa¨ªs como el nuestro, en donde las libertades c¨ªvicas son fr¨¢giles y la democracia a¨²n es reciente, ¨¦ste ser¨¢ nuestro problema. ?Menudos obispos tenemos, menudos radicales est¨¢n hechos!
En cuanto al gobierno. Mejor ser¨¢ que pongan remedio. Estos obispos no son de fiar. Est¨¢ bien que el gobierno se enfade. Pero lo siguiente ser¨ªa que procuren acabar con esta historia, que puede envenenar a¨²n m¨¢s la pol¨ªtica. Con prudencia y determinaci¨®n habr¨¢ que ense?ar a los obispos a negociar. Como ocurre en otras partes del mundo democr¨¢tico.
Isabel Morant es profesora de Historia, Universitat de Val¨¨ncia
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